—Declara que este año será de prosperidad… decreta que lo que no recibiste en este año lo tendrás en el que viene… Declara sanidad, decreta abundancia, declara bendición…—
Estas serán quizás las frases que más se escucharán desde muchos púlpitos este fin de año y aunque no cabe duda que todos queremos que cada año que comienza nos permita tener mejores condiciones en todos los sentidos, la práctica de declarar y decretar se ha convertido en un sustituto de la Soberanía de Dios y su voluntad la cual es agradable y perfecta, y es por eso que no es una práctica apropiada a la luz de las Escrituras.
Pero, ¿de dónde salió todo esto? ¿Por qué no es una práctica que veamos en el desarrollo de la iglesia a lo largo de la historia hasta hace menos de dos siglos? ¿A caso se había perdido la iglesia de un ‘arma poderosa’? ¿Es una práctica con algún sustento bíblico? Espero poder responder a algunas de esas preguntas en este artículo.
Tabla de contenido
El origen de la práctica
Aunque algunos asocian el yo declaro y decreto, a una experiencia espiritual superior, lo cierto es que se trata más de una filosofía, una forma de pensamiento cuyo origen es rastreado a los ciernes del siglo XIX.
Emanuel Swedenborg, un sueco hijo de un pastor luterano, fue el primero en desarrollar a fondo una filosofía de la materia como una extensión de la mente, una especie de estoicismo revisado donde el principio rector del universo no era solamente el logos, tal como es defendido por el estoicismo clásico, sino toda criatura racional. En otras palabras, todo individuo con una mente puede crear, ordenar e interactuar con la naturaleza creada.
Swedenborg no solamente desarrolló trabajos de filosofía, sino una abundante obra en química y metalurgia, los cuales se convirtieron en la base de estudios posteriores, incluso por el mismo Laplace. Esta popularidad científica hizo que su obra se internacionalizara.
Poco después de la muerte de Swendenborg, James Glen, quien había sido miembro del grupo de seguidores londinense, llevó a Filadelfia algunos ejemplares de las obras de Swedenborg, en 1784, así, el swedenborgianismo entró a los en los Estados Unidos donde incluso permanece en pequeños grupos hasta el día de hoy.
Aunque no hay mucha evidencia del desarrollo de la filosofía de Swendenborg en el ámbito religioso, su pensamiento se convirtió en la base de los trabajos de Phineas Quimby, quien es considerado el padre del Nuevo Pensamiento. Este movimiento estaba asociado a la idea de que la mente y la actitud podían crear la realidad de cada individuo; aunque este no surgió como un movimiento religioso, no pasaría mucho tiempo para que estas ideas fueran llevadas a esos terrenos.
Para finales del siglo XIX comienzos del siglo XX, el cristianismo, había sido golpeado por el racionamiento y el auge del agnosticismo, muchos en reacción a eso buscaban una experiencia mucho más espiritual y en esos esfuerzos abrieron la puerta al misticismo y otras ideas filosóficas populares.
El Nuevo Pensamiento había entrado con fuerza en varias instituciones académicas, una de ellas fue Emerson College of Oratory en Boston, la cual tuvo entre sus alumnos fue E.W. Kenyon, un pionero de las transmisiones radiales y quien para los años 30’s se había hecho popular por su programa “La Iglesia de Kenyon en el Aire». Una de las frases acuñadas por Kenyon fue «lo que yo confieso, eso es lo que yo poseo» lo que dejaba en evidencia la influencia de la metafísica del Nuevo Pensamiento.
Kenyon se convirtió en un referente para el naciente movimiento pentecostal y fue popularizado especialmente por Kenneth Hagin, aunque su influencia se extendió a otros predicadores, especialmente asociados al movimiento pentecostal y las reuniones de avivamiento.
La historia después de esto es más conocida. Orald Roberts, un televangelística y orador influyente en los Estados Unidos, fundaría en 1963 Oral Roberts University, una institución académica orientada a la formación en oratoria, teología, ciencias, comunicación y letras. Kennet Copeland, quien habría trabajado como piloto para el ministerio de Oral Roberts, fue también influenciado por el mensaje de Hagin, y son ellos, entre otros [Paul Crouch, John Avanzini, Robert Tilton, Fred Price, Benni Hinn…] quienes forman un frente conocido como el movimiento de fe o confesión positiva y cuyo mensaje es básicamente este: Todo lo que tú confieses o declares, será hecho.
Este movimiento prevalece hasta hoy. Aunque su desarrollo se ha dado especialmente en Estados Unidos, en Latinoamérica también ha crecido de manera vertiginosa y es aliado del movimiento carismático neopentecostal y el conocido evangelio de la prosperidad.
Los errores de la práctica
A juzgar por los orígenes de la práctica de declarar y decretar, podríamos dar un veredicto rápido como algo anti bíblico. El apóstol Pablo escribió:
Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo (Col 2:8)
Sin embargo, hay algunas cosas más que quisiera mencionar acerca de los errores en los que descansa este movimiento:
Pretende dar al hombre el lugar de Dios
El movimiento de la confesión positiva, presupone que cada creyente (aunque hay quienes sugieren que cualquier persona creyente o no) tiene la facultad de traer cosas a la realidad con sólo sus palabras. Esto lo hacen basado en la idea de que como Dios creó con su Palabra todas las cosas (Heb 11:3), nosotros como hijos de Dios tenemos la facultad de hacer lo mismo y cosas aún mayores. No hay nada en todas las Escrituras que proponga tal cosa.
Debemos recordar que esa fue exactamente la mentira de Satanás en el huerto cuando dijo a la mujer seréis como Dios (Gen 3:5).
Una mala hermenéutica
El movimiento de la confesión positiva solo usa el texto bíblico como un trampolín, es decir, lo toma para saltar de allí a la idea que ellos ya han preconcebido. Los textos generalmente no son interpretados en su contexto y son manipulados ignorando el testimonio de todas las Escrituras.
Uno de esos textos mal empleados es Romanos 10:10
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Ellos ignoran voluntariamente que el tema que Pablo está tratando aquí y en toda la carta, es el tema de la salvación y la justificación por la fe dola, (De hecho, es evidente en el texto mismo). Pablo quiere presentar la idea de que mientras la ley eran un cúmulo de mandatos y prohibiciones difíciles e imposibles de cumplir y que los judíos y nadie podía salvarse por ellos, la fe en Cristo Jesús en cambio, era algo que no consistía en obras, sino en creer genuinamente en el hijo de Dios, lo cual involucra el arrepentimiento para salvación. En ningún momento Pablo está sugiriendo aquí que todo lo que se declare con la boca será hecho.
Otro ejemplo de esta mala hermenéutica, esa manera en que interpretan Proverbios 18:21:
Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto.
De acuerdo con el movimiento de fe, la lengua puede declarar muerte y la lengua puede declarar vida. ¿Pero, es eso lo que está diciendo este texto? La naturaleza misma del libro de proverbios es moral, no mística y desde allí de donde debe partir la interpretación. La idea del autor es que debemos ser cuidadosos en las cosas que hablamos, porque las consecuencias de esas cosas pueden ser nuestro bien si son palabras de sabiduría o consecuencias malas si somos imprudentes.
El que guarda su boca, preserva su vida; el que mucho abre sus labios, termina en ruina. (Prov 13:3).
De la misma manera Santiago en el Nuevo Testamento advierte sobre este asunto. Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. (Stg 3:2)
El llamado entonces del proverbista es a usar con cordura nuestras palabras (Sal 141:3), algunas pueden herir, pero otros pueden alentar (Pro 12:18). De ninguna manera se trata de confesar algo y esperar a que suceda.
Reduce la soberanía de Dios.
Los creyentes estamos convencidos que Dios es Soberano y que es él quien determina lo que es bueno y perfecto para nosotros. El plan del Señor no va a ser modificado por nosotras declaraciones y decretos, los creyentes verdaderos siempre serán movidos por Dios para hacer aquello que él quiere hacer en nosotros (Salmo 10:17), cuando nosotros queremos imponer nuestra voluntad, nos estamos rebelando contra esa soberanía.
Ignora que nosotros no sabemos pedir como conviene
¿Cómo podemos estar seguros de que lo que estamos declarando y decretando es según Dios y no según nuestras avaricias y pecados? Nosotros somos creyentes que han sido librados del pecado, pero que aún pelean con los rastros de una naturaleza pecaminosa en nuestros miembros (Rom 7:14-25) Nosotros no sabemos pedir como conviene (Rom 8:26) y por eso necesitamos que sea Dios quien nos dirija por medio de su Palabra en esto.
Santiago también se refirió a esto cuando dijo: Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (Stg 4:3)
Falta de contentamiento
Declarar y decretar de manera generalmente revela una actitud inconforme y rebelde ante el plan de Dios para cada uno. Dios puede permitir algún estado de enfermedad para ayudarnos en alguna disciplina necesaria para nuestras almas, o puede permitir alguna escasez para llevarnos a pensar mejor en cómo administramos lo que él nos provee, ¿por qué creer que incluso las cosas malas no pueden obrar para nuestro bien? Rara vez verás a alguien declarar algo así: — Señor, declaro que, si me enfermo, tú me ayudarás a permanecer firme en la fe y sin flaquear.
Después de todo esto, debemos aprender a ver a Dios como Soberano y el que está en total control de nuestras vidas. Nuestra realidad ha sido creada y sigue siendo creada por Dios de acuerdo a esa misma soberanía, la cual se manifiesta diariamente en nosotros, nuestro deber es dar Gloria al Señor por eso.
Esta no ha sido una práctica que veamos en Cristo, el cual se sometió totalmente a la voluntad del Padre; o en los Apóstoles, los cuales incluso murieron por causa de su fe y mucho menos a lo largo de la historia de la iglesia, por tanto, es algo a lo que debemos oponernos enérgicamente.