Es posible que muchos de los que están aquí alguna vez se hayan visto, por lo menos en una ocasión, paralizados por el temor frente a la responsabilidad de llevar a cabo una actividad. Ese miedo, casi paralizante, puede venir en cualquier momento, pero usualmente es cuando estamos en público, cuando sentimos que somos evaluados u observados y la gran conclusión a la que llegamos en nuestros pensamientos es: no estaré a la altura, no voy a lograrlo.
Todos estamos de acuerdo en que algunas de estas situaciones suelen marcarnos de por vida; pero también otras se superan con el tiempo y en la medida en que nos vamos haciendo cada vez más competentes y vamos ganando experiencia.
Hoy hablaremos de ese abrumador sentido de incompetencia en la vida de Moisés, analizaremos sus causas y también la respuesta del Señor.
Así mismo, veremos cómo Dios responde pacientemente a la negativa de Moisés de llevar a cabo la obra que él le había encomendado, dándole una promesa de compañía y apoyo permanente, pero también enviando a alguien que le ayudaría en la tarea.
En los últimos pasajes hemos estado analizando el contenido de la conversación entre Moisés y Dios luego que este fue llamado para sacar al pueblo de Egipto por medio del poder de Dios. Ha sido una conversación difícil. Hasta ahora hemos contado al menos 3 objeciones de parte de Moisés: ¿quién soy yo? ¿Quién me envía? “No puedo hacer que me crean” y hemos visto cómo Dios ha tenido una respuesta para cada una.
Como veremos, hasta ahora todas las objeciones de Moisés tenían que ver con excusas fuera de él: allá nadie me conoce, nadie sabe quién era tú cómo Dios, y aunque lo supieran, no tengo cómo probarlo; pero estas últimas objeciones son más íntimas y tienen que ver con las capacidades (o incapacidades) de Moisés, el reconocimiento de su propia debilidad; pro también, como Dios provee una salida también para esto.
Así que veremos las dos últimas objeciones o intentos de Moisés por evadir el llamado del Señor: