Cuando celebramos alguna fiesta en la que tenemos oportunidad de compartir con nuestros familiares para algunos resulta incómodo participar de esas reuniones, lo ven solo como un compromiso familiar que se debe cumplir, para otros es la oportunidad de compartir el evangelio y para otros es simplemente imposible tener comunión con sus familiares debido al extravagante abuso de licor que siempre acompaña sus reuniones.
Con el paso de los años las relaciones familiares se van apagando, nos vamos haciendo mayores, con más ocupaciones y con otras prioridades, es probable que sólo nos reunamos con la familia en los funerales (cosa en la que los cristianos deben estar presentes para acompañar a los dolientes).
Para nadie es un secreto que es difícil tener amistad con los familiares impíos, es más fácil tener amistad con los hermanos de la iglesia, al fin de cuentas, nos une Cristo y Su evangelio, nos vemos cada ocho días y nos comunicamos entre semana. Además, la amistad cristiana es una porción de lo que recibimos por haber dejado todo para seguir a Cristo. Esto fue lo que Jesús les prometió a sus discípulos después de hablar con él joven rico.
28Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. 29Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Aquí en la iglesia tenemos 100 veces más hermanos, hermanas, madres, padres, tíos, sobrinos y casas.
Todos somos parte de esta gran familia de Dios. Y aunque a veces tengamos diferencias y conflictos, tenemos a La Escritura como árbitro sobre nuestras relaciones, todos tenemos el Mismo Espíritu en nuestro interior y vamos para el mismo lugar, la ciudad celestial. Se nos manda a amarnos unos a otros y a no guardar resentimientos. Todos escuchamos el mismo sermón cada domingo.
Tenemos una fuerte unidad en la fe. Las mismas convicciones, los mismos temas de conversación y la misma cosmovisión.
Las relaciones al interior de la familia de Dios suelen ser más llevaderas que las relaciones familiares con los impíos.
Y si las cosas son así, ¿qué necesidad tenemos de nuestros familiares en la carne? ¿Por qué mejor no cortar relaciones con ellos por el hecho de que no son cristianos? El hecho de que no sean cristianos no es razón para simplemente olvidarnos de ellos. ¿Pero entonces que cosas podemos tolerar y que cosas no?