De la adoración y el cuidado del vulnerable

Cuando analizamos las leyes de una nación, rápidamente notamos que ellas están apuntando específicamente a detener la maldad, de modo que la nación pueda ser viable y aplicar la justicia, es decir, que cada persona reciba un trato justo. Sin embargo, las leyes de un país, la constitución, código penal, código de trabajo, todas estas leyes que un país pudiera tener, no pretenden de ningún modo producir ciudadanos más morales. Esa no es su función. Su función es contener el mal y administrar la justicia, pero no tiene función de formar moralmente al ciudadano. Por supuesto, se puede inferir cuáles son las cosas que pueden hacerme un mejor ciudadano a partir de las leyes, pero ya no tiene una intención activa de formar ciudadanos morales.

 Sin embargo, cuando nosotros analizamos la ley de Dios, notamos que esto sí es un propósito fundamental en la ley. Las instrucciones están dirigidas a garantizar justicia, como lo hemos estado viendo en los últimos sermones, pero también a producir moralidad en el individuo.

Dios está reclamando continuamente que su pueblo sea santo y que se relacione entre ellos con una ética específica. Además, que su pueblo le adore a través de normas específicas.
Los hombres que viven al amparo de la ley de Dios o de las leyes divinas se espera que tengan como resultado vidas santas.

 Después de haber analizado una serie de leyes dirigidas a la protección de la vida (capítulo 21-22), protección de la libertad y protección de la propiedad (sermón pasado), nos encontramos ahora con un nuevo bloque de leyes misceláneas. Y en estas leyes misceláneas, lo que encontramos son aspectos éticos relacionados con dos cosas básicamente: primero, relacionados con la adoración a Dios, y segundo, relacionados con la relación entre unos y otros.

Todo lo que hemos visto acerca de la ley hasta ahora tiene exactamente ese mismo propósito, desde los diez mandamientos hasta la normativa de esos diez mandamientos. Todos buscan exactamente lo mismo: una adoración a Dios tal como él nos pide y, por otro lado, la relación entre unos y otros de manera pacífica y a través de una ética profunda.

 Y este es el argumento que quiero proponerle para esta gran sección que vamos a abordar hoy: las leyes de Dios conducen a una adoración santa y a relaciones justas con el prójimo.

Y para desarrollar ese argumento veremos los cuatro grupos de leyes que encontramos en esta porción, que va desde el versículo 18 del capítulo 22 hasta el versículo 13 del capítulo 23. Lo que haremos, al igual que la semana pasada, es analizar el contenido de cada grupo de leyes y al final veremos algunas aplicaciones prácticas para nosotros hoy.

  • Leyes sobre la adoración santa (Éx. 22: 18-20)
  • Leyes sobre el trato al vulnerable (Éx. 22: 21-27)
  • Leyes sobre el culto santo (Éx. 22: 28-31)
  • Leyes sobre el trato justo al prójimo (Éx. 23: 1-13)

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