Estas son las notas de uno de los sermones de la serie de sermones escogidos; El tesoro de la salvación nos habla acerca de que en Cristo encontramos el tesoro de la sabiduría y el conocimiento que nos revela su plan eterno, nos guarda del error y nos mantiene firmes hasta el fin.
La Parroquia El Sagrario en Quito, Ecuador, es una obra maestra del arte barroco, construida entre los siglos XVII y XVIII por el religioso franciscano Jodoco Raick. En su interior, los visitantes pueden admirar una opulencia de oro puro en su altar, columnas, y paredes, convirtiendo el lugar en una experiencia visual impresionante. Sin embargo, lo que más llama la atención no es el oro en sí, sino un curioso contraste: al entrar a la parroquia, a la izquierda hay un cuadro del cielo y a la derecha uno del infierno. Curiosamente, el cuadro del infierno es el más concurrido. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿En medio de tanto valor material, los visitantes encuentran el verdadero tesoro, uno que puedan llevarse?
Este sermón reflexiona sobre un tesoro más valioso que el oro, aquel que encontramos en Cristo: la sabiduría y el conocimiento que revelan su plan eterno, nos guardan del error y nos mantienen firmes hasta el fin. Exploraremos este tema bajo tres encabezados:
Tabla de contenidos
El Camino: Unidos en Amor
El cuerpo de Cristo, unido en amor, es el camino que Dios nos ha dado para acceder a las riquezas espirituales que provienen del entendimiento del evangelio. Un ejemplo contemporáneo nos recuerda la importancia del mensaje, incluso cuando no se está presente físicamente. Durante los años del secuestro en Colombia, la radio se convirtió en un canal vital para comunicarse con los cautivos en las montañas. Programas como «Voces del Secuestro», dirigido por Herbin Hoyos, llevaron mensajes de esperanza a personas que jamás conocieron a quienes les hablaban, pero que recibían esas palabras como un vínculo afectivo valioso.
De manera similar, en la carta a los Colosenses, el apóstol Pablo les escribe a creyentes que no conocía personalmente, pero por quienes sentía una profunda carga espiritual. A pesar de su aislamiento y los ataques del sistema en que vivían, Pablo buscaba animarlos, reconfortar sus corazones y guiarlos en su crecimiento espiritual. Este camino hacia el tesoro comienza con la unidad en el amor. Como Pablo escribe en Colosenses 2:19, el crecimiento espiritual proviene de estar unidos en el cuerpo de Cristo, con la iglesia siendo el medio a través del cual Dios nutre y guía a su pueblo.
La unidad en la iglesia es crucial porque donde hay unidad, el Espíritu Santo obra poderosamente. Filipenses 1:27 nos exhorta a comportarnos de manera digna del evangelio, luchando juntos por la fe. Es en esta unidad que se hace posible alcanzar el tesoro espiritual que es la salvación.
El Tesoro: Una Riqueza Incalculable
Cuando estamos unidos en amor y firmes en la iglesia, accedemos a un conocimiento pleno del misterio de Dios, que es Cristo. Este misterio, antes oculto, ahora ha sido revelado a los santos, como lo menciona Pablo en Colosenses 1:26-27. Cristo es el misterio en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.
El valor de este tesoro espiritual supera cualquier riqueza terrenal. Como un médico debe tener un conocimiento pleno de su oficio para realizar una cirugía correcta, nosotros también debemos crecer en un conocimiento pleno de Cristo. Este conocimiento no solo es teórico, sino práctico y transformador, guiando cada aspecto de nuestra vida. Proverbios 2:2-4 nos exhorta a buscar la sabiduría como a un tesoro escondido, pues en Cristo encontramos el verdadero tesoro que es el conocimiento de Dios y la salvación.
Este conocimiento es nuestra defensa contra el engaño y la herejía. Al conocer a Cristo y su obra, estamos protegidos de ser llevados por falsas enseñanzas. Las riquezas de la vida eterna que Cristo nos ofrece son incalculables, impagables y no negociables. Vivir en esta realidad es una riqueza que debemos valorar y atesorar cada día.
La Recompensa: Una Vida para Cristo
Pablo se regocijaba al saber que los colosenses mantenían una buena disciplina y una fe firme en Cristo, a pesar de no haberlos conocido en persona. Estas dos cualidades —disciplina y estabilidad en la fe— son fundamentales en la vida cristiana. En el ejército, la disciplina y la estabilidad son esenciales, y lo mismo se aplica a la vida espiritual. La buena disciplina en la iglesia está entrelazada con la unidad del cuerpo de Cristo.
La vida cristiana no depende de nuestras fuerzas, sino de Cristo. Es Él quien nos sostiene y nos fortalece. Como señala Hebreos 11:6, la fe es indispensable para agradar a Dios, y Él recompensa a quienes lo buscan diligentemente. Vivir para Cristo es en sí misma la recompensa, tanto en esta vida como en la venidera.
Las disciplinas espirituales deben ser una parte integral de nuestra vida diaria. Debemos valorar la iglesia local donde Dios nos ha puesto y aprovechar todas las oportunidades que tenemos para crecer en el conocimiento de Cristo. La recompensa de vivir para Cristo es una vida llena de propósito, guiada por su sabiduría y fortalecida por su amor.
En un mundo donde las riquezas materiales a menudo nublan nuestra visión, es crucial recordar que el verdadero tesoro se encuentra en Cristo. Este tesoro, compuesto por la sabiduría y el conocimiento de Dios, es inestimable y nos proporciona la seguridad y la guía necesarias para vivir una vida que glorifica a Dios. Mantengámonos unidos en amor, firmes en nuestra fe y disciplinados en nuestra vida espiritual, para que podamos disfrutar plenamente de las riquezas que Cristo nos ofrece.