“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” – Mateo 15:19.
Caras vemos, corazones no sabemos. Este es uno de esos refranes que con el tiempo se convirtieron en un proverbio de la sabiduría popular. En efecto, como humanos, podemos ver el rostro de alguien, pero nunca conocer su corazón; porque no somos Dios, sin embargo, Jesús en este pasaje nos desafía con una idea que parece poner estas palabras en perspectiva: tarde o temprano, las personas terminan reflejándonoslas lo que hay en sus corazones, y no sabemos si en sus caras, pero si es seguro que será evidente en sus acciones.
Entendiendo el pasaje:
El contexto de Mateo 15:19 es un momento en que Jesús enfrenta la hipocresía de los fariseos y escribas. Ellos cuestionaban a Jesús porque sus discípulos no seguían las tradiciones ceremoniales, como lavarse las manos antes de comer. Jesús responde enfatizando que no son las cosas externas las que contaminan a una persona, sino lo que sale de su corazón.
El punto central de este pasaje es claro: el problema real del ser humano no es externo, sino interno. Jesús no minimiza las leyes ceremoniales, pero señala que estas no pueden transformar el corazón. Lo que verdaderamente separa al hombre de Dios no es la suciedad externa, sino la corrupción interna.
En el versículo 19, Jesús enumera ejemplos de cómo el corazón produce pecado: malos pensamientos, asesinatos, adulterios, robos, entre otros. Esto refleja la profundidad de nuestra condición caída y nuestra necesidad de transformación desde el interior.
¿Por qué Jesús lo enseña?
- Para exponer la hipocresía religiosa: Los fariseos estaban más enfocados en cumplir rituales externos que en la pureza de su corazón. Jesús recalca que la verdadera santidad comienza en el interior, no en las apariencias externas.
- Para revelar la profundidad del pecado humano: Esta enseñanza conecta con toda la Escritura, que muestra cómo el corazón humano está inclinado al mal desde la caída (Jeremías 17:9). Jesús desenmascara la idea de que nuestras acciones externas puedan justificar nuestra condición espiritual.
- Para apuntar a la necesidad del Evangelio: Si el problema está en el corazón, la solución no puede ser externa. Jesús está preparando el camino para el entendimiento de su obra redentora: solo Él puede dar un corazón nuevo (Ezequiel 36:26).
Verdades bíblicas:
El pecado nace en el corazón: Este pasaje nos recuerda que nuestras acciones externas son un reflejo de nuestro interior. No basta con controlar nuestro comportamiento; necesitamos un cambio profundo en nuestra naturaleza.
La religión externa no puede salvarnos: Jesús confronta el vacío de las tradiciones humanas que no abordan el problema real del pecado. En lugar de enfocarte en cumplir reglas, cultiva una relación auténtica con Dios. Medita en Su Palabra y deja que el Espíritu Santo trabaje en tu corazón. Dicho de otro modo, limpia el vaso por dentro primero, para luego limpiar lo de afuera.
Cristo es nuestra única esperanza: Solo Jesús puede limpiar y renovar el corazón. La solución al problema del pecado no es reformar nuestras acciones, sino recibir un nuevo corazón por medio de la fe en Cristo. Descansa en la gracia de Dios, sabiendo que no depende de tus méritos, sino de la obra redentora de Cristo.
Reflexión y oración:
Jesús nos enseña que no podemos ignorar el estado de nuestro corazón. El pecado no es solo un acto externo; es el fruto de una raíz contaminada. Pero en Cristo, hay esperanza. Él no solo perdona nuestros pecados, sino que transforma nuestra naturaleza desde lo profundo.
Frase para meditar: “Lo que sale de mi vida revela lo que habita en mi corazón. ¿Qué estoy permitiendo que Dios transforme en mí hoy?”
Oración:
Señor, gracias por enseñarnos que nuestro mayor problema no es externo, sino interno. Perdona los pecados que brotan de mi corazón y purifícalo. Enséñame a vivir en humildad, dependiendo de Tu gracia para transformarme cada día. Hazme consciente de mi necesidad de un corazón nuevo y ayúdame a vivir en la libertad y la pureza que solo Tú puedes dar. En el nombre de Jesús, amén.
Lecturas del plan para hoy:
Génesis 16, Mateo 15, Nehemías 5, Hechos 15.