Versículo base:
“Jesús le dijo: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.’” – Mateo 22:37-38 (NBLA).
Una de las palabras más populares de nuestra época es “amor”. Todos parecen tener una definición basada en su propia experiencia y otros parecen reducir su definición a la fuerza de la emotividad y el sentimiento. Esta imprecisión, al respecto del amor, hace que a menudo la sola idea de amar a alguien se vea como poco relevante; sin embargo, Jesús pone de manifiesto en este pasaje que el amor es la esencia de la fe y la más elevada de las virtudes, que incluso la más significativa de las relaciones que el ser humano pueda tener, la relación con Dios se resume en esto: amarlo y amarlo con todo sus ser.
Amar a Dios con todo el corazón, alma y mente no es solo un mandamiento; es el llamado más alto del ser humano. Es una invitación a una relación transformadora donde el amor a Dios afecta cada pensamiento, deseo y acción. Este mandamiento resume la esencia de la Ley y los Profetas porque todo lo que Dios nos pide comienza y termina en el amor hacia Él. Pero ¿qué significa realmente amar a Dios de esta manera? ¿Cómo podemos vivir una vida donde cada fibra de nuestro ser esté alineada con este llamado?
Entendiendo el contexto:
El pasaje de Mateo 22 se desarrolla en un ambiente de tensión creciente entre Jesús y los líderes religiosos de Su tiempo. Los fariseos, al ver cómo Jesús había refutado a los saduceos, intentan probarlo con una pregunta que consideraban clave: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?” (Mateo 22:36). La Ley mosaica contenía 613 mandamientos, y los rabinos habían debatido durante generaciones cuáles eran los más importantes. Al responder, Jesús cita Deuteronomio 6:5, conocido como el Shemá, una declaración que los judíos recitaban cada día y que enfatizaba el amor exclusivo y absoluto hacia Dios.
Jesús reafirma el Shemá y lo destaca como el mandamiento más importante, colocándolo en el centro de toda la vida espiritual. En la cultura judía, estas tres palabras (“corazón”, “alma” y “mente”) tienen un significado profundo y unificado:
Corazón (leb en hebreo): Representa el centro de la voluntad, los deseos y las emociones. Amar a Dios con todo el corazón implica rendir nuestras decisiones y afectos completamente a Él, sin reservas ni distracciones.
Alma (nephesh en hebreo): Este término abarca la vida misma, el ser completo. Es una expresión de entrega total, donde cada aspecto de nuestra existencia está dedicado a glorificar a Dios.
Mente (dianoia en griego): Aunque el Shemá original usa “fuerzas” (“meod”), aquí Jesús incorpora la mente para resaltar la importancia del pensamiento y la comprensión en nuestra relación con Dios. Amar con la mente significa razonar, meditar y aprender acerca de Él con profundidad.
Jesús subraya que este amor debe ser absoluto, integrando cada área de nuestro ser porque Dios es digno de toda nuestra devoción. Aunque se mencionan dimensiones individuales (corazón, alma y mente), el enfoque principal de esta enseñanza podría estar en resaltar el amor total y absoluto hacia Dios. En el contexto judío, estas palabras no necesariamente separan al ser humano en tres partes distintas, sino que juntas subrayan la idea de que amar a Dios debe ser un compromiso integral y completo. Es un llamado a que cada parte de nuestro ser, sin fragmentaciones ni reservas, esté alineada en adoración y devoción hacia Él.
3 Verdades bíblicas:
- Dios debe ser lo primero en nuestra vida. Amar a Dios con todo nuestro ser significa también amarlo sobre todo. No hay nada en este mundo que haya hecho lo que Dios ha hecho por nosotros. Él no nos pide amarle exclusivamente por capricho; mas bien apela al hecho de habernos amado primero, de modo que el amor verdadero es algo que le devolvemos porque de él lo aprendemos realmente.
- Amar involucra todo nuestro ser: El amor va más allá de las emociones. Involucra pensamientos y cosas que hacemos que traen bien al ser que amamos. El amor no es abstracto, es medial: aquello en lo que más piensas es lo que más amas, aquello en lo que haces descansar tus emociones, es lo que más amas; aquello a lo que dedicas tu fuerza y tiempo, eso es lo que más ama.
- No podemos amar a menos que hayamos conocido el amor. Amar a Dios de manera exclusiva y con todo nuestro ser no significa que no debamos amar nada más; más bien, nos recuerda que si amamos realmente a Dios, entonces podremos amar fácilmente otras personas que Él nos ha dado como regalo para nuestras vidas. Como bien diría el apóstol Juan: el que no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor.
El mandamiento de amar a Dios con todo nuestro ser nos llama a una entrega total y es algo que resulta en nuestro bien. Cuando amamos de esta manera también somos bendecidos.Así pues, nuestra relación con Dios y amarlo a Él es el verdadero sentido de nuestra existencia.
Oración:
Señor, gracias por amarme primero y llamarme a amarte con todo mi corazón, mi alma y mi mente. Ayúdame a rendir cada parte de mi vida a Ti, para que mi amor por Ti sea genuino y transformador. Enséñame a vivir cada día centrado en Ti, reflejando Tu amor en todo lo que haga. Ayúdame también a amar a otros en la manera en que me has enseñado a amar. Entiendo que todo se resume en amor, por lo que te ruego que me ayudes a conocerte más profundamente como el Dios que es digno de ser amado.En el nombre de Jesús, amén.
Lecturas del plan para hoy:
Génesis 23, Mateo 22, Nehemías 12, Hechos 22.