Versículo base: “No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo.”(Proverbios 23:17, NBLA)
La batalla contra la envidia y el contentamiento en Dios
Estuve leyendo hace poco un estudio realizado por una organización iglesia que me dejó pensando(1). Según datos recopilados, un amplio de los usuarios de redes sociales reportan sentirse peor con ellos mismos después de usar plataformas como Instagram o Facebook. Y si somos honestos, no es difícil entender por qué: estamos constantemente viendo fotos de viajes espectaculares, anuncios de logros académicos o profesionales, y vidas que parecen sin errores. No importa cuán bien estés en tu vida, algo en esa vitrina digital puede hacerte pensar que te falta algo, que estás tarde, o que tu vida es demasiado sencilla.
Ahora bien, esto no es una simple curiosidad del siglo XXI. Es el mismo corazón humano de siempre, expuesto por Salomón hace siglos cuando dijo: “No tenga tu corazón envidia de los pecadores”. Cambian los escenarios, pero la lucha es la misma.
Entendiendo el pasaje
El libro de Proverbios fue compilado principalmente por el rey Salomón, quien recibió de Dios sabiduría excepcional para gobernar a Israel. En el contexto del capítulo 23, encontramos una serie de advertencias dirigidas a personas que ocupaban posiciones en la corte real o que aspiraban a relacionarse con personas influyentes. Estos proverbios buscaban advertir contra las tentaciones específicas que enfrentarían en tales ambientes: la adulación, el materialismo, la búsqueda de influencia y el deslumbramiento ante la prosperidad aparente.
La palabra hebrea para “envidia” en este versículo es qanah, que implica no solo desear lo que otro tiene, sino un ardor interior, una irritación del alma al ver que otros prosperan mientras uno no. Es más que un simple deseo; es una obsesión que consume el corazón y distorsiona nuestra percepción. El “temor de Jehová” que se contrasta con esta envidia no es miedo paralizante, sino una reverencia profunda que reconoce a Dios como supremo juez y soberano sobre todas las circunstancias de la vida. El sabio recomienda esta actitud “todo el tiempo”, sugiriendo que esta es una batalla constante, no ocasional, para el corazón humano.
Tres verdades bíblicas
- La prosperidad de los impíos es engañosa y temporal
Al igual que Asaf en el Salmo 73, puedes sentirte tentado a envidiar el éxito aparente de quienes viven sin restricciones morales o temor de Dios. Desde tu lucha por honrar a Dios en tu trabajo, mientras ves a colegas avanzar por medios cuestionables; o cuando tus vecinos exhiben posesiones que no podrías permitirte mientras mantienes tu integridad financiera. Recuerda que estás viendo solo una parte de la historia. Como descubrió Asaf al entrar en el santuario: “Ciertamente los has puesto en lugares resbaladizos, los precipitas a la ruina” (Sal 73:18). La perspectiva divina revela que esta prosperidad es como un escenario de cartón: impresionante por fuera, pero sin sustancia real. - El contentamiento es una disciplina espiritual que debemos cultivar.
El apóstol Pablo afirmó: “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación” (Fil 4:11). Note que usó la palabra “aprendido” – el contentamiento no es una actitud que surge naturalmente en nosotros. Cuando te encuentres comparando constantemente tu carrera, tu casa, tu apariencia o tus talentos con los de otros, estás alimentando la envidia, no el contentamiento. Comienza practicando el agradecimiento deliberado por lo que tienes, no por lo que te falta. Inicia cada mañana identificando específicamente tres bendiciones que Dios te ha dado. Esta práctica regular reorienta gradualmente el corazón hacia el reconocimiento de la bondad de Dios en tu vida, incluso cuando no tienes todo lo que deseas. - El temor del Señor proporciona una perspectiva eterna que la envidia no puede ofrecer
Cristo, “siendo por naturaleza Dios… se humilló a sí mismo” (Fil 2:6-8), modelando perfectamente una vida libre de envidia y llena del temor de Dios. Él eligió la obediencia sobre la posesión, la humildad sobre el reconocimiento y la cruz sobre la corona inmediata. Perseverar en el temor del Señor significa adoptar esta perspectiva de Cristo, reconociendo que la verdadera ganancia no se mide en posesiones temporales sino en riqueza eterna. Cuando te sientas atraído por el estilo de vida pecaminoso que observas en otros, recuerda que estás intercambiando la gloria pasajera por una herencia eterna. La obra redentora de Cristo nos asegura un tesoro que “ni la polilla ni el óxido destruyen, y donde los ladrones no entran ni roban” (Mt 6:20).
Reflexión y oración
La envidia es un ladrón silencioso que roba nuestro gozo presente por cosas que posiblemente nunca tendremos. El temor del Señor, en cambio, nos ofrece la libertad de vivir contentos en cualquier circunstancia, sabiendo que nuestra identidad y valor no están determinados por comparaciones sino por nuestra relación con Dios mismo.
Padre, confieso que muchas veces mi corazón se ha inclinado a la envidia cuando veo la prosperidad de quienes parecen vivir sin consideración hacia ti. Perdóname por estos momentos de infidelidad y por no valorar lo que me has dado. Ayúdame a cultivar un corazón contento que encuentre su satisfacción en ti y no en las posesiones o reconocimientos. Enséñame a perseverar en el temor reverente hacia ti en todo momento, sabiendo que tus promesas son más seguras que cualquier éxito temporal. Gracias porque en Cristo tengo una herencia que supera cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer. Que mi vida refleje esta verdad hoy. Amén.