Devocional para el 15 de mayo

Versículo base: «Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma. Mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, para que en lo que os calumnian como malhechores, ellos, por razón de vuestras buenas obras, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación.» (1 Pedro 2:11-12)

La paradoja de influir desde la marginación

Si ayer hablábamos de nuestra identidad como extranjeros en este mundo, hoy Pedro nos muestra qué hacer con esa identidad. No basta con saber que somos peregrinos; debemos vivir como tales. Cuando los cristianos del primer siglo eran acusados de “malhechores”, incendiarios y enemigos del Estado, su mejor defensa no eran las palabras sino una vida irreprochable. En nuestra sociedad actual, donde el cristianismo es frecuentemente malentendido o caricaturizado, seguimos enfrentando el mismo desafío: ¿cómo responder cuando somos marginados o malinterpretados? La respuesta de Pedro no es complicada, pero sí radical.

Entendiendo el pasaje

Pedro continúa desarrollando la metáfora del cristiano como extranjero o peregrino, pero ahora aborda las implicaciones prácticas de esta identidad. Ya no habla solo de nuestra posición, sino de nuestra conducta. El apóstol usa el término “amados” (agapetoi) para establecer un tono íntimo antes de presentar exhortaciones desafiantes. Esta tensión entre ser marginados por el mundo pero intensamente amados por Dios establece el fundamento para todo lo que sigue.

En estos versículos, Pedro muestra que nuestra condición de extranjeros no nos exime de responsabilidad social, sino que la intensifica. Como peregrinos, no debemos aislarnos de la sociedad, ni tampoco asimilarnos a ella. Existe un tercer camino: influir positivamente desde nuestra distintiva identidad cristiana. El comportamiento de los creyentes debía ser tan ejemplar que incluso quienes los calumniaban se vieran forzados a reconocer la calidad de sus vidas.

Tres verdades bíblicas

  1. El combate interior precede al testimonio exterior Pedro comienza con una exhortación muy concreta: “absteneos de las pasiones carnales que combaten contra el alma”. Antes de preocuparte por tu testimonio público, debes librar la batalla interna. Tus deseos naturales (de venganza, de autopreservación, de comodidad) estarán en guerra constante con tu nueva identidad en Cristo. No subestimes esta batalla. Cuando respondes a la hostilidad con amabilidad, cuando eliges perdonar aunque tengas derecho a reclamar, cuando persistes en hacer el bien sin reconocimiento, estás ganando una batalla invisible pero crucial.
  2. Tu conducta irreprochable es tu mensaje más poderoso En un contexto donde los cristianos eran calumniados como “malhechores”, Pedro no les pide que organicen debates públicos o que se defiendan verbalmente. Les pide que vivan de manera irreprochable. En tu trabajo, en tu vecindario, en la universidad, tus acciones hablan más fuerte que tus palabras. Cuando mantienes integridad aun cuando nadie te observa, cuando te niegas a participar en conversaciones dañinas, cuando eres consistente entre lo que profesas y cómo vives, estás predicando un sermón silencioso pero elocuente. La credibilidad del evangelio está ligada a la credibilidad de quienes lo proclaman.
  3. El propósito final de nuestro testimonio es la gloria de Dios Pedro señala que el resultado de esta conducta irreprochable será que “glorifiquen a Dios en el día de la visitación”. No buscamos ser reconocidos como personas buenas o morales. El objetivo no es nuestra reputación, sino que Dios sea glorificado. Cuando vives con integridad en un entorno hostil, sin devolver mal por mal, sigues el ejemplo de Cristo quien “cuando le maldecían, no respondía con maldición”. El sufrimiento injusto soportado con dignidad y sin represalias refleja el carácter de Cristo y, paradójicamente, puede abrir puertas para el evangelio que ningún argumento podría abrir.

Reflexión y oración

Vivir como creyente siempre implica esta tensión: estamos en el mundo pero no somos del mundo. No estamos llamados al aislamiento ni a la asimilación, sino a la transformación. A veces el rechazo que experimentamos nos tienta a reaccionar mal o a escondernos. Pero precisamente en esos momentos de presión es cuando nuestra identidad cristiana debe brillar más claramente. El sufrimiento no es un obstáculo para nuestro testimonio; puede ser su más poderosa plataforma.

Padre, reconozco que a menudo reacciono defensivamente cuando me siento rechazado o incomprendido por mi fe. Ayúdame a recordar que soy un extranjero amado por ti, y que esta identidad dual debe reflejarse en una vida de integridad. Dame fuerza para abstenerme de deseos egoístas que debilitan mi testimonio. Cuando sea calumniado o malentendido, que mi respuesta sea tan parecida a Cristo que otros puedan ver tu gloria en mí. Que el sufrimiento momentáneo que pueda experimentar sirva para reflejar el evangelio con mayor claridad. En el nombre de Jesús, amén.

Lecturas del plan para hoy: Números 24, Salmos 66-67, Isaías 14, 1 Pedro 2

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*Lecturas del plan para hoy:

Números 24, Salmos 66-67, Isaías 14, 1 Pedro 2

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.