Devocional para el 17 de mayo

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Versículo base: «Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, ármense también ustedes con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado». (1 Pedro 4:1)

Viviendo para Dios después de nuestra transformación

El 11 de septiembre de 2001 cambió para siempre la forma en que viajamos. Antes de ese día, subir a un avión era tan sencillo como abordar un autobús. Hoy, ningún pasajero puede llevar consigo un simple cortaúñas, debe descalzarse, someterse a escaneos corporales y responder a interrogatorios exhaustivos. Un solo acontecimiento dramático transformó permanentemente los protocolos de seguridad en el mundo entero. Ahora bien, si un evento histórico puede alterar tan radicalmente nuestra forma de vida, ¿cuánto más debería transformarnos el haber sido identificados con la muerte y resurrección de Cristo?

Entendiendo el pasaje

En el capítulo 4 de su primera carta, Pedro continúa desarrollando el tema del sufrimiento cristiano, pero ahora añade una dimensión crucial: el propósito transformador del sufrimiento. Escribe a creyentes dispersos que enfrentaban hostilidad precisamente por el cambio radical que había ocurrido en sus vidas. El apóstol establece un paralelo entre los padecimientos de Cristo y los nuestros, pero va más allá de la simple comparación.

El sentido de este pasaje radica en que Cristo, al padecer en la carne, “terminó con el pecado”. Esta expresión ha generado debate entre estudiosos, pero en su contexto indica que Jesús, mediante su muerte sacrificial, derrotó definitivamente el poder del pecado. Pedro nos urge a “armarnos del mismo pensamiento”. Al igual que en Romanos 6, nos recuerda que nuestra identificación con Cristo a través del bautismo marca un antes y un después absoluto. La muerte de Cristo al pecado debe ser ahora nuestra muerte al pecado, y su vida para Dios, nuestra vida para Dios. Esto no es una sugerencia espiritual; es una nueva realidad ontológica para el creyente.

Tres verdades bíblicas

  1. Tu identificación con Cristo demanda una ruptura con el pasado “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles”. Pedro es contundente: ya has desperdiciado suficiente tiempo viviendo para agradar al mundo. ¿Sigues añorando ese estilo de vida que dejaste atrás? ¿Todavía sientes nostalgia por esas relaciones, esos lugares o esos hábitos que te alejaban de Dios? El apóstol no nos pide simplemente que “reduzcamos” el pecado en nuestras vidas. Nos llama a una ruptura categórica con nuestro pasado. Cuando te sientas tentado a volver a viejos patrones, recuerda que ya has gastado demasiado tiempo en eso. ¿Por qué invertir lo poco que te queda en lo que no permanecerá?
  2. El mundo no entenderá tu transformación “A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan”. Cuando dejas de participar en aquello que el mundo considera “normal”, prepárate para reacciones negativas. Tus antiguos amigos pueden pasar de la extrañeza a la burla, y de la burla a la hostilidad. No te sorprendas cuando te etiqueten como extremista, aburrido o fanático. Tus nuevas prioridades, tu lenguaje transformado y tus decisiones basadas en la Palabra resultarán incomprensibles para quienes no han experimentado la renovación de su mente. Esta incomodidad social no es una señal de que estás equivocado, sino confirmación de que estás en el camino correcto.
  3. Cristo transformó el sufrimiento en victoria eternal “Ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos”. Mientras el mundo juzga tu fe como locura, recuerda que existe un Juez superior. Cristo sufrió siendo juzgado como blasfemo y malhechor por los hombres, pero fue vindicado y glorificado por Dios. Del mismo modo, aunque ahora enfrentes incomprensión o incluso persecución, un día todo será aclarado. Tu fidelidad actual, que parece insensata a ojos humanos, será reconocida como sabiduría divina. No necesitas la aprobación de quienes están ciegos espiritualmente. El veredicto que importa ya ha sido pronunciado sobre ti en Cristo: justificado, santificado, glorificado.

Reflexión y oración

El Evangelio no es una simple mejora de nuestra antigua vida; es una completa reconstrucción. No somos versiones renovadas de lo que éramos antes; somos nuevas criaturas. Esto explica por qué el mundo no nos entiende y por qué a veces el camino resulta doloroso. Pero en esa identificación con los padecimientos de Cristo encontramos también la promesa de compartir su victoria. El mismo poder que venció al pecado en la cruz está ahora obrando en nosotros, transformándonos a imagen de Cristo.

Padre celestial, reconozco que a veces sigo viviendo como si nada hubiera cambiado en mí. Perdóname por aferrarme a patrones antiguos cuando me has dado una nueva identidad. Gracias porque a través de la muerte de Cristo, yo también he muerto al pecado. Dame la valentía para vivir esta realidad, aun cuando esto signifique incomprensión o rechazo. Cuando sienta la tentación de conformarme al mundo para evitar el sufrimiento, recuérdame que he sido comprado por precio, y que el tiempo que me resta debe ser vivido para tu gloria. Te pido que hagas evidente tu obra transformadora en mi vida, para que otros puedan ver a Cristo en mí. En el nombre de Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Números 26, Salmos 69, Isaías 16, 1 Pedro 4

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.