Manuscrito
Texto bíblico: Eclesiastés 4:13-16
Andy Warhol, uno de los artistas más influyentes y visionarios del siglo XX, observó el nacimiento de la cultura de las celebridades y los medios de comunicación masivos y pronunció una de las frases más conocidas de la era moderna y que pudiéramos etiquetar como premonitoria En 1968, él dijo: “En el futuro, todos serán mundialmente famosos por 15 minutos.”
De ahí viene la conocida expresión: “Aprovecha tus 15 minutos de fama”.
Creo que puedo ver ahora lo que Warhol vio. Vivimos en la sociedad que tiene por deporte hacer famosa a personas en tiempo record y no necesariamente por las razones más elogiosas.
Desde los que hacen una tontería, hasta los que incluso con una personalidad excéntrica, esta sociedad eleva a la figura de celebridad a cualquiera y de la noche a la mañana lo cual es profundamente problemático.
Tengo la firme convicción que eso ha creado la idea generalizada de que todo lo que se necesita en la vida es ser popular o ser conocido; que si tan solo se logra eso, entonces el dinero vendrá detrás y también la aprobación de las personas.
Peor no hay nada más engañoso que el poder efímero, nadie que viva para este mundo segará al final de sus días paz, porque nadie es capaz de satisfacer las demandas del mismo mundo que los exalta por mucho tiempo y por eso es común encontrar personas que alcanzan cierta fama o poder, acumular muchos seguidores, tener finales profundamente trágicos.
Esta es la última cuestión que el Predicador afronta como parte de la cruda realidad que hasta ahora ha estado viendo frente a sus narices y justo antes de comenzar un nuevo segmento en el que se lo verá siendo más consejero y proverbial, como quien da sabiduría para navegar las realidades crudas.
Hemos visto cómo se ha enfrentado a la realidad de la opresión, el trabajo, recientemente la soledad, y ahora, el poder y su carácter vano y efímero.
Y esta nueva observación tiene mucho que ver con la propia realidad del Predicador, pero también con la nuestra. Él estaba en la cima de su reinado, había alcanzado todo cuanto quería y estaba preocupado por qué vendría después por su legado, por lo que la gran tentación podría ser que todo es vanidad, que nadie debería aspirar a nada y esconderse en la frustración, pero no; este predicador hace el análisis de la situación desde otra perspectiva y ofrece otro camino, uno el que es mejor ser sabio que poderoso y donde es mejor no aferrarse al poder como la meta de la vida.
y este es el argumento que quiero proponerles:
Aunque ser sabio puede traer influencia y poder, toda su gloria será temporal.
Lo desarrollaremos a la luz de los siguientes puntos:
- La excelencia de la sabiduría (13-14)
- La vanidad del poder (15-16)
1. La excelencia de la sabiduría (13-14)
Mejor es un joven pobre y sabio que un rey viejo y necio, que ya no sabe recibir consejos. Porque ha salido de la cárcel para reinar, aunque nació pobre en su reino
A diferencia de los casos anteriores, el Predicador no comienza con la observación de la cruda realidad sino con una declaración proverbial.
El pasaje pareciera abrupto en la estructura, pero debe verse como una preparación para el siguiente bloque, como ya lo mencionamos, en el que veremos una versión más proverbial del Predicador.
Este pensamiento vino a su mente y no por primera vez. Ya había antes también pensado en la sabiduría contrastada con la necedad, pero como en eso momento, su conclusión fue el fatalismo:
Entonces me dije: «Como la suerte del necio, así también será la mía. ¿Para qué, pues, me aprovecha haber sido tan sabio?». Y me dije: «También esto es vanidad».
Aquí como vemos, él dice que es mejor ser sabio que necio pero aplicado a una realidad específica: el poder.
Pero eso no es lo único que pone en contraste. También menciona a un joven y a un anciano y hace referencia a su condición, un joven pobre y un anciano rey, poderoso.
Algunos sugieren que el Predicador está comparándose con David, poniéndose él como el joven y a David como el rey viejo.
Sin embargo, por el tono reflexivo que el predicador ha asumido, es más probable que se refiera a diferentes etapas de su propia vida.
Como sabemos, Él pidió a Dios sabiduría desde muy joven para reinar y en efecto tuvo momentos de mucha gloria y prosperidad, pero ahora en su vejez estaba batallando con quién se quedaría con su legado y con la sensación de decadencia.
Incluso el Predicador podría estar refiriéndose a una observación general en la que muestra cómo la sabiduría puede llevar a alguien de muy abajo a la condición de Rey y como un rey no necesariamente es caracterizado por la sabiduría.
En los tiempos bíblicos se consideraba que los jóvenes eran necios y que los ancianos sabios, pero la observación del Predicador aquí es que la sabiduría y la necedad no depende de la edad sino de la determinación de abrazar una forma de vivir que agrada a Dios.
Una vida sabia es un tesoro invaluable y es por eso que por encima de cualquier cosa debemos anhelar la sabiduría.
Muchas personas persiguen hoy el poder, la influencia, el dinero y muchas otras cosas, pero no necesariamente a partir de una vida sabia sino incluso impulsados por la necedad.
La persona más rica y poderosa del mundo, si vive sin sabiduría pronto vendrá a la ruina.
Es interesante lo que el predicador menciona del Rey viejo, que por su necedad, ya no escucha consejo. Ha llegado a pensar que todo lo sabe porque tiene todo lo que desea, pero eso es un error.
Esto nos permite también hacer una relación entre lo que el Predicador está observando como la principal fuente de sabiduría: el oír consejo.
Proverbios 12:15 (NVI): “El camino del necio es recto en su propia opinión, pero el que obedece al consejo es sabio.”
Proverbios 19:20 (NVI): “Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio en tu vejez.”
Proverbios 13:10 (RVR1960): “Ciertamente la soberbia concebirá contienda; mas con los avisados está la sabiduría.”
Pero también vemos que rechazar el consejo es necedad:
Proverbios 1:7 (NVI): “El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina.”
Proverbios 15:5 (NVI): “El necio desprecia la disciplina de su padre, pero el que la acepta demuestra prudencia.”
Todos estos textos nos permiten concluir que la principal fuente de sabiduría proviene de la humildad para saber que no lo sé todo y que necesito aprender de otros.
También podemos afirmar en consecuencia que el orgullo es el primer obstáculo para la sabiduría.
Como diría Kevin Vanhoozer:
«El orgullo no escucha porque el orgullo ya sabe».
El problema entonces de ser sabio o necio no está en la edad o en la condición. Puedes encontrar viejos necios y jóvenes necios. Puedes encontrar viejos sabios y jóvenes sabios.
Así que joven que estás aquí, no desprecies la sabiduría, no esperes a llegar a viejo para ser sabio. No corras tras la necedad. Dispón tu vida para vivir una en contra de toda esta corriente del mundo que percibe por caminos y atajos solo los placeres y la vanidad.
Y hermano “viejo” que estás aquí. No pienses que lo has alcanzado todo y que ya no necesitas escuchar nada más, que no tienes más que aprender. No te hagas arrogante. Sé humilde y siempre considera el ser sabio como el mayor tesoro que puedas atesorar.
Hasta ahora el Predicador no está observando nada nuevo, pero lo que viene ahora es lo interesante, porque él ve la realidad de que la sabiduría puede llegar a hacer rey a un joven pobre, lo hace popular y lo embriaga de poder convirtiendo todo en vanidad y esto nos lleva de la mano al siguiente encabezado:
2. La vanidad del poder (15-16)
Vi a todos los vivientes debajo del sol que andaban con el joven… pero tampoco los que vendrán después se alegrarán de él
Y aquí está la parte dolorosa de la historia. El Predicador observa lo que sucede después del ascenso del joven sabio: alcanza exactamente lo que todos sueñan alcanzar. “Vi a todos los vivientes debajo del sol que andaban con el joven” – esta es la descripción de la popularidad masiva, del momento en que sientes que todo el mundo está de tu lado, que toda la sociedad te respalda.
Es el momento de gloria absoluta que nuestra cultura moderna persigue tan desesperadamente, esos “15 minutos de fama”. El joven que vino de abajo ahora camina rodeado de multitudes. Todos quieren estar cerca de él, asociarse con su éxito, ser parte de su historia. Es exactamente lo que vemos cuando alguien alcanza la cima: de repente todos quieren ser sus amigos, todos reclaman haber creído en él desde el principio, todos buscan alguna conexión con su gloria.
Pero el Predicador no se detiene en este momento triunfal. Su experiencia le ha enseñado que hay una segunda parte de esta historia, una continuación que la euforia del éxito no nos permite ver. Y aquí viene la observación trágica: “pero tampoco los que vendrán después se alegrarán de él”.
Las multitudes que hoy lo siguen, la generación que lo celebra, no serán las que escriban el final de su historia. Esa tarea le corresponde a los que vienen después, y ellos no compartirán el entusiasmo. Para la próxima generación, este joven que hoy es el centro del universo será, en el mejor de los casos, una nota al pie en los libros de historia.
El Predicador conoce esta realidad porque la ha vivido. Él fue ese joven sabio que ascendió al poder, experimentó esa popularidad masiva cuando reyes y reinas venían de los confines de la tierra para escuchar su sabiduría. Pero ahora, reflexionando sobre su legado, se da cuenta de que las generaciones futuras no lo recordarán con la misma admiración que experimentó en su apogeo.
Esta es la trampa del poder que nace de la sabiduría: nos engaña haciéndonos pensar que es diferente, que es merecido, que es permanente. Sin embargo “También esto es vanidad y aflicción de espíritu”.
Esta conclusión no es como las otras, no es que ser sabio y alcanzar influencia sea vano. Se refiere a pretender vivir para ser siempre recordado. Eso es vano, porque la cruda realidad es que la gente que un día sigue, después sigue a otro. Somos fácilmente reemplazables, no somos imprescindibles y vivir obsesionados con quedarnos en la cima de la popularidad es absurdo.
La multitud recibió al Señor Jesucristo en la entrada triunfal con ramos en el suelo gritando ¡Hosanna!, es la misma que solo unos días después gritaba en la plaza ¡Crucifícale!
El Señor no vino buscando eso, no vino buscando la gloria temporal de este mundo, gloria de hombres. Eso se lo propuso Satanás en la tentación en el desierto cuando le dijo que se lanzara del pináculo del templo, eso lo haría popular, se ganaría el favor del mundo; pero el Señor sabía que eso era una trampa de Satanás para evitar la cruz.
Si nos liberamos de este pensamiento de querer reconocimiento y gloria, que nos acepten y nos alaben, vamos a vivir con más gozo y libertad, porque esperar el favor de los hombres es una esclavitud.
No importa cuán noble sea tu ascenso, cuán merecida sea tu popularidad, cuán justa sea tu influencia – todo está sujeto a la misma ley inexorable del tiempo.
Por muy espectacular que sea tu ascenso, por muy masiva que sea tu popularidad, por muy merecido que sea tu éxito, llegará una generación que no conocerá tu nombre.
Lo que hoy parece tan importante, tan trascendente, tan digno de ser recordado para siempre, será completamente irrelevante para quienes vivan en ese tiempo.
Los que buscamos la gloria del Señor, no deberíamos tener ningún problema con ser olvidados por este mundo, siempre que podamos proclamar el nombre que permanece para siempre.
El Conde Von Zinzendorf no pudo decirlo en mejores palabras:
«Predica el Evangelio, muere y sé olvidado».
Si el Señor nos da la oportunidad de ver como recompensa de vivir sabiamente el alcanzar cierta influencia, bien sea en nuestro trabajo, en el área en que nos desenvolvemos, no olvidemos que no se trata de nosotros, se trata del Señor y debemos siempre buscar que Él sea glorificado y no nosotros.
El poder y la influencia embriagan fácil y quien se embriaga pierde la cordura.
Tremenda dosis de realidad nos da el predicador aquí. A cuánta gente conocemos que se le va la vida tratando de llegar a algo, de alcanzar la cima, de ser exitosos, de dejar un legado, para encontrarse con la realidad de que son fácilmente reemplazables.
Este mundo es experto en elevar personas como si fueran torres de Babel para luego ellos mismos derribarlas.
¿Qué estás persiguiendo en esta vida amado hermano? ¿Por qué te levantas cada mañana? ¿Para quién estás viviendo?
Esta es la confrontación final que el Predicador necesitaba hacer: no solo la injusticia, la envidia y la soledad son vanidad; también lo es el éxito más espectacular que podamos imaginar.
Sin embargo, hay sabiduría para cada cosa:
- Ante la injusticia y la opresión tenemos esperanza de que el Señor cuida del débil y somos llamados a actuar con misericordia.
- Ante las malas motivaciones que nos tientan para trabajar o hacer cualquier labor, somos llamados a trabajar con diligencia y disfrutar del fruto del trabajo con contentamiento.
- Ante la soledad y sus inclemencias, somos llamados a buscar compañía y caminar al lado de otros.
- Y ante el deseo de poder al que este mundo nos tienta somos llamados a buscar solo la gloria de Dios que permanece para siempre y no nuestra propia gloria.