Consejos: el culto (Eclesiastés 5:1-7)

imagen de una mano empuñada como sosteniendo aire, con la palabra consejos:el culto, junto a la cita bíblica de Eclesiastés 5:1-7

Manuscrito

Texto bíblico: Eclesiastés 5:1-7

¿Te has preguntado alguna vez por qué estás aquí hoy domingo por la mañana y no en otro lugar? ¿Cuál es la razón por la que cantas como lo haces o te sientas a escuchar la predicación con la disposición que tienes? ¿Te has preguntado honestamente por qué tu adoración a Dios está tan relacionada con prácticas que en principio parecen tan repetitivas?

Hago estas preguntas con la firme intención de poner en sus mentes una inquietud genuina ¿qué tan rutinario es esto para ustedes? ¿Qué tanto de ritual hay en esta religión o qué tanto de genuino y verdadero?

La superficialidad es el mayor enemigo de la adoración genuina y estamos expuestos al peligro constante de convertir nuestra devoción en un ritualismo frio o en el peor de los casos, en un sistema en el que si hago ciertas cosas durante ciertos momentos, entonces voy a obtener el favor de Dios.

No son pocas las personas que han caído en esta trampa. Si voy a la iglesia, si doy mis ofrendas, si oro con tales o cuales palabras, si me comporto de tal forma, entonces podré recibir la bendición y el favor de Dios; pero no hay en ello un genuino compromiso de adorar en verdad, una relación con Dios basada en temerle a Él, en lo que Él es. Es la trampa de perder de vista que el culto se trata de la adoración que hombres mortales, finitos y pecadores, le dan al Dios creador de todo el universo a través de los medios que Él ha prescrito.

Hemos llegado a una parte importante de nuestro recorrido por Eclesiastés. Después de ser confrontado con el hecho de tener entendimiento de que todas las cosas están en las manos y los tiempos del Señor, la realidad de una vida que parece vana debajo del sol sigue estando ahí, ahora el Predicador nos da formas en las que podemos navegar con sabiduría cada una de esas realidades, o al menos las que son esenciales para una vida que agrada a Dios.

Este bloque lo hemos llamado: “Consejos” y va hasta finales del capítulo 9, siendo cada vez más profundo, aunque siempre viendo de cerca la vanidad de la vida. El tono del Predicador ya no es tan filosófico o frustrado, en eso hemos visto un progreso en el libro, sino más bien proverbial. Alguien que admite que hay vanidad debajo del sol, pero que es un peligro ceder ante esa vanidad por lo que el camino no es otro que temer al Señor.

El primer consejo de sabiduría que el predicador nos da es acerca de una cuestión importante: la adoración, y más específicamente el culto. Es potencialmente trágico que traslademos la vanidad que hay debajo del sol también a la forma de adoración a Dios, así que esto es algo que requiere mucha importancia y no solo para quienes vivieron en los días del Predicador, sino mucho más para nosotros hoy.

Y este es el argumento que quiero proponerles:

El culto que damos al Señor no debe estar impulsado por la superficialidad sino por el temor reverente a Él

Y vamos a desarrollarlo a la luz de los siguientes encabezados:

  • El culto es más que sacrificios (v1)
  • El culto es más que palabras (2-3)
  • El culto es más que promesas (4-6)
  • El culto resulta del temor a Dios (7)

1. El culto es más que sacrificio

Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios, porque estos no saben que hacen el mal.

Esta sección se inaugura con una petición tajante: guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios. Pudiéramos quedarnos aquí el sermón completo, hay mucho que el Predicador quiere comunicar y que aplica para el resto de instrucciones en el pasaje.

Es un llamado a tener cuidado, a no ser ligero sino ser cauteloso. Ahora bien, el uso de la expresión “Casa de Dios” es llamativo. El texto se refiere al templo que había sido construido precisamente por Salomón y que era en ese entonces el centro de la adoración.

Sabemos que Dios no habita en templo hechos por manos de hombres, pero su presencia es especialmente manifiesta en el lugar físico donde Su pueblo se reúne para la adoración.

En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo hace un uso similar, pero para referirse a la iglesia: pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad. (1 Tim 3:15).

Esa iglesia hoy no se reúne en un solo templo, como en los días de los judíos, sino que por medio de Cristo, la iglesia de Dios, el cuerpo universal de creyentes en Cristo, se expresan por medio e iglesias locales.

De modo que usar el término “Casa de Dios” para referirnos al lugar en el que el pueblo de Dios se reúne con el propósito de ofrecer un culto de adoración a Dios.

Lo que celebramos cada domingo por la mañana no es una reunión social o un encuentro rutinario para hacer “cosas de cristianos”, NO. Estamos acudiendo a la asamblea de los santos a un lugar que durante ese momento se convierte en la casa de Dios, el lugar donde su presencia se manifiesta de manera especial.

Creo que puedes imaginar que un pequeño cambio en ese concepto afecta nuestro compromiso con las cosas del Señor. Hemos convertido esa expresión en marketing, lamentablemente, pero si somos estrictos, venir a un culto es la cosa más especial que hacemos durante la semana. Es un anticipo en esta tierra de algo que ha sido diseñado en los cielos. Eso es asombroso.

Al final veremos algunos aspectos prácticos sobre cómo se ve esto, por ahora veamos los diferentes aspectos a los que se refiere el Predicador que debemos considerar y el primero es Debemos acercarnos a la casa de Dios más dispuestos a escuchar que a ofrecer sacrificios.

Esto viene de la idea de que ir al templo era llevar un cordero u ofrecer sacrificios, pero nada más, y como consecuencia, habían ignoraban la palabra de Dios, no escuchaban.

Es como dijeran dentro de sí: es día de adoración, aquí estoy cumpliendo mi deber y ya. Pero hermanos, antes y también ahora, el medio que Dios usa para nuestra edificación es escuchar la Palabra de Dios.

Si usted viene aquí a otra cosa diferente, es probable que esté en el lugar equivocado, porque, aunque todo lo que hacemos en el culto es importante, es la explicación de la Palabra de Dios lo que hace esto diferente a cualquier otro tiempo de reunión.

Una de las cosas que Dios le reprochó a Saúl por medio del profeta Samuel era que este hombre había ignorado el escuchar y prestar atención a la Palabra:

Y Samuel dijo: «¿Se complace el Señor tanto En holocaustos y sacrificios Como en la obediencia a la voz del Señor? Entiende, el obedecer es mejor que un sacrificio, Y el prestar atención, que la grasa de los carneros. (1 Sam 15:22).

Hay tantas cosas compitiendo por nuestra atención hoy en día, pero es una verdadera tragedia que eso suceda durante el culto.  Una persona puede ver una maratón de una serie de horas en Netflix, pero le cuesta escuchar una enseñanza de 50 minutos de la Biblia. Eso no es inocente, es, si quieres ver así, hasta una guerra espiritual.

Por otro lado, es impresentable e inconcebible que alguien que está sentado, que se dispuso a estar aquí para ser edificado y dar adoración a Dios, no pueda permanecer durante 50 minutos sin ver lo que se está perdiendo en las redes sociales.

Hermanos, el trabajo del diablo es robar la semilla de la Palabra de Dios (las aves en la parábola del sembrador) y nosotros a veces se lo hacemos muy fácil.

Debemos pedir a Dios que nos ayude a ser oidores activos de la Palabra. Orar para que nos hable, que prepare nuestro corazón y que nos de entendimiento.

Una de las razones por las que como iglesia decidimos que nuestros niños estén durante la predicación es que queremos que ellos se acostumbren a oír la Palabra de Dios. Ellos están siendo bombardeados todo el tiempo por la necesidad de ser entretenidos y el tiempo que dedican a prestar atención es cada vez menor, pero no debemos conformarnos con el desenlace trágico de perder a nuestros hijos solo porque es “normal” que no presten atención. Ese es nuestro trabajo como padres.

He oído de muchos padres que después que sus hijos se apartan del Señor se preguntan ¿pero en qué momento si él iba conmigo a la iglesia todos los domingos? Sí, pero no estaba en el culto. En efecto, ir a la reunión dominical y participar del culto son dos cosas muy diferentes.

Pero ellos no van a aprender de domingo en domingo, esto lo trabajas mayormente en casa, por medio del devocional familiar, de compartir la Palabra de Dios con ellos siempre que tengas oportunidad.

Tus ofrendas, tu tiempo, o cualquier otro sacrificio que estés haciendo para estar en cada servicio, es infructuoso si no va a acompañada de escuchar la voz de Dios y atenderla.

Así que no te engañes a ti mismo. Evalúa esto y arrepiéntete.

Pero hay una segunda advertencia del predicador, si esta tiene que ver con escuchar, la que sigue tiene que ver con el hablar.

2. El culto es más que palabras (2-3)

No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Porque los sueños vienen de la mucha tarea, y la voz del necio de las muchas palabras.

Mientras para algunos el culto es sobre hacer cosas y nada más, para otros el culto es decir muchas cosas y ya. Puede que aquí el Predicador se refiera a las muchas palabrerías que podía acompañar ciertas oraciones. Como si tuviéramos que impresionar a Dios.

También esto tiene que ver con lo apresurados que podemos ser a hacer promesas (de ello hablaremos más adelante), o compromisos que luego no se pueden cumplir.

En un caso mucho más práctico, podríamos decir, cantar por cantar sin meditar o reflexionar en las profundidades de las verdades que cantamos.

Además de eso, esta es una advertencia en contra de ese lenguaje aparentemente espiritual para todo pero que es carente de sustancia, que es solo lingo, pero no un uso consciente o intencional de cada verdad que se proclama.

El Señor advirtió sobre esto cuando dijo:

5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.  (Mt 6:5-9)

También en la parábola del Fariseo y el publicano, un hombre hacía alarde de todas las cosas que había logrado, mientras que el otro solo tenía unas pocas palabras y fue a casa justificado a diferencia del Fariseo (Lucas 18:9-14).

A Dios no tenemos que demostrarle nada porque Él ya lo sabe todo. Nuestra palabrería podrá impresionar a los hombres, pero a Dios no.

  • Ahora, hay una tercera área en la que el Predicador habla de la sabiduría para conducirse en la casa de Dios y es cuidar nuestros votos, una forma más específica de cuidado de nuestras palabras.

3. El culto es más que promesas (4-6)

Los votos y promesas ocupaban un lugar central en la vida religiosa del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. No eran simples formalidades sino compromisos sagrados que involucraban el nombre y la honra de Dios.

Desde Jacob prometiendo dar el diezmo si Dios lo protegía en su viaje, hasta Ana haciendo voto de dedicar a su hijo Samuel al servicio del Señor, los israelitas entendían que hacer una promesa a Dios era entrar en un pacto solemne que no podía tomarse a la ligera. La ley mosaica era clara al respecto: “Cuando hagas voto al Señor tu Dios, no tardes en pagarlo; porque ciertamente lo demandará el Señor tu Dios de ti, y sería pecado en ti” (Deuteronomio 23:21).

Jesús en el Nuevo Testamento abordó esta misma cuestión cuando enseñó sobre los juramentos, diciendo: “Pero yo les digo: No juren en ninguna manera… sino sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:34-37). Cristo estaba señalando que nuestra palabra debería ser tan confiable que no necesitáramos hacer votos para que otros nos creyeran.

Tenemos también el ejemplo trágico de Ananías y Safira en Hechos 5, el cual deja claro que aun en la era del Nuevo Pacto, Dios toma en serio nuestros compromisos con Él. Ellos prometieron dar el precio completo de su propiedad vendida, pero mintieron al Espíritu Santo, y las consecuencias fueron inmediatas y fatales. Con Dios no se juega.

Fue el Señor mismo quien enseñó:

Pero Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio (Mt 12:36).

Y aunque se refiere en el contexto a los fariseos que trataban a Jesús como si echara fuera demonios por Belcebú, si nos muestra la realidad de que nuestras palabras cuentan y contarán en el día del juicio.

¿Pero qué tipo de “votos” hacemos nosotros hoy que caen bajo esta advertencia del Predicador?

Pensemos en esas promesas que hacemos en momentos de crisis:

 “Dios, si me sanas, nunca más volveré a beber alcohol”, “Si me das este trabajo, serviré en la iglesia toda mi vida”, “Si salvo este examen, leeré la Biblia todos los días”. O esos compromisos emocionales que hacemos en experiencias espirituales intensas – retiros, campamentos, conferencias – donde prometemos “evangelizar a toda la familia”, “orar dos horas diarias”, o “nunca más pecar”. Estos votos nacen de buenas intenciones, pero frecuentemente se hacen sin contar el costo real de cumplirlos y terminan siendo una violación al mandamiento de tomar el nombre de Dios de manera ligera.

El Predicador es directo en su consejo: “Mejor es que no prometas, que prometas y no cumplas”.

Debemos tomar a Dios en serio porque Él no tendrá por inocente al culpable. Como dice el Salmo 76:11: “Hagan votos ustedes al Señor su Dios, y cúmplanlos; Todos los que están alrededor de Él traigan presentes al que debe ser temido.

En Números 30:2 leemos: “Cuando alguno hiciere voto al Señor, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca“.

La integridad de nuestra palabra ante Dios no es negociable. Él prefiere nuestra honestidad sobre nuestras promesas grandiosas, nuestra sinceridad sobre nuestros votos emotivos.

Es mejor ser honestos sobre nuestras limitaciones y crecer gradualmente en nuestra devoción, que hacer promesas espectaculares que sabemos que no podremos cumplir.

Dios honra la fidelidad consistente más que las promesas precipitadas.

Cuando prometemos algo a Dios, estamos invocando Su nombre y Su honra, y Él no permitirá que eso quede sin consecuencias.

Y esto es lo que nos lleva de la mano a una conclusión breve que el predicador hace, pero vista a lo largo de todo el libro es muy relevante. Es como se va aproximando al gran resumen del sentido de la vida. En última instancia, la adoración debe ser impulsada por el temor a Dios.

4. El culto resulta del temor a Dios (7)

La adoración verdadera, genuina, no la superficial viene de temer a Dios.

Esta es la segunda mención que el Predicador hace del temor a Dios en el libro. Es una progresión en forma de hilo conductor que terminará en el capítulo 12: 3:14, 5:7, 7:18, 8:12-13, 12:13.

Y aquí temor a Dios no es necesariamente miedo, sino honra, respeto, una conciencia permanente de quién es Él, que estamos delante del Creador de todo lo que existe. Es una idea infinita, gloriosa, grande.

Nuestra adoración debe ser impulsada por un profundo sentido de reverencia.

Esto es lo que el Señor le dijo a la mujer samaritana en Juan 4:

Jesús le dijo: «Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.  Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad».

Por medio de Cristo hemos conocido lo que Dios ha querido revelarnos, su inmenso amor, su misericordia, su santidad, su poder y nos reunimos porque esperamos su venida; todo esto debe hacer aún más profunda nuestra reverencia y sinceridad. Adorar a Dios en verdad es adorarlo basados en lo que sabemos que Él es.

Esto tiene implicaciones para nosotros hoy y para la forma en que nos reunimos al rededor del culto para adorar:

Nadie debe tomar el culto con ligereza. No estamos diciendo que esto debe ser un paseo de solemnidad pasmosa, pero tampoco estamos hablando de tomarlo a la ligera. De ser superficiales como si se tratara de cualquier otra cosa. Lamentablemente hay quienes comunican con mucha tristeza que es igual para ellos estar en un culto que en una reunión de amigos y ese es un error fatal.

Nadie debería por lo tanto normalizar el llegar fuera del tiempo porque estamos acudiendo a una convocatoria y en esto quiero ser cuidados, entendiendo que el Señor nos ha traído a algo que es muy importante para el contexto de nuestra iglesia local y quiero cuidarme de no forzar el texto, pero permítame hacer algunas relaciones para probar este punto.

Si entendemos que hay un carácter solemne en la reunión del pueblo de Dios para la adoración, entonces admitimos que esa solemnidad debe reflejarse en nuestra estimación de participar en todo el tiempo que esta iglesia local ha acordado que es parte de ese culto.

La biblia no dice en qué horarios debe reunirse una iglesia local, pero sí establece que si dos tres se ponen de acuerdo, en una misma cosa que pidieran, será hecho (Mt 18:19-20). Hay un sentido de validación en lo que la asamblea de creyentes acuerda con el propósito de traer mayor edificación.

Aquí de nuevo debemos oponernos a los efectos que la cultura tiene sobre la forma en que participamos del culto. Decir que llegamos tarde porque todo el mundo lo hace no es una excusa válida sino la pretensión de justificar una mala mayordomía del tiempo siendo esto problemático incluso para el desarrollo de otras disciplinas espirituales.

Así que “tener cuidado al ir a la casa de Dios” implica considerar aspectos que nos pueden parecer insignificantes, pero si entendemos lo que significa la reunión de los santos cobra otra connotación y eso es lo que pretendo que podamos asimilar.

Temer al Señor también es considerar una postura reverente. Cuidar nuestra forma de vestir con el propósito de no convertir el culto en una pasarela de exhibición sino en reflejar externamente la compostura y orden interior.

El decoro es una respuesta al respeto que el Señor merece y también el resto de hermanos de la congregación y eso es algo en lo que quiero insistir como exhortación. Cuando estén pensando en la ropa que va a usar, piensen en cómo encaja eso en la gloria, respeto y honra que el Señor merece, luego piense en el respeto que comunica a los hermanos y finalmente en nosotros. Eso es lo que significa poner los intereses del otro primero que los nuestros, pero sobre todo la honra al Señor.

Temer al Señor también implica involucrarse en los elementos del culto y participar de ellos conforme haya oportunidad evitando distracciones o ser alguien que distrae a otros o que llama la atención sobre sí mismos.

Pudiéramos seguir, pero confío en que el Espíritu Santo es quien moldea en nosotros un verdadero sentido de reverencia y que no se trata de reglas establecidas que deban observarse porque caeríamos en el mismo ciclo de vanidad.

Solo espero que podamos meditar con toda honestidad en las siguientes preguntas:

  • Cuando vengo a la casa de Dios ¿Estoy siendo consciente del lugar donde estoy en términos espirituales, más allá de las paredes y el techo?
  • Cuándo vengo a la casa de Dios, ¿estoy realmente escuchando su Palabra o solo participando como un asistente?
  • Cuando vengo a la casa de Dios ¿estoy siendo ligero con mis palabras tratando de parecer un buen cristiano o lo estoy siendo genuinamente?
  • Cuando vengo a la casa de Dios ¿Estoy cuidando de no hacer promesas ligeras?
  • Cuando vengo a la casa de Dios, ¿Estoy siendo impulsado por el temor a Él o solo por mi propia comodidad y beneficio?

Y amigo mío, si estás aquí espero que hayas podido ver que no nos congregamos por un mero impulso religioso, es la necesidad imperante que Dios ha puesto en nuestros corazones de adorarle, es algo propio de los nacidos de nuevo y porque es esencialmente lo que haremos por la eternidad.

Puede que te hayas preguntado alguna vez ¿para qué necesito ir a una iglesia y congregarme? Pues bien, porque es la forma en que expresamos que somos un pueblo que se reúne alrededor de un Dios que merece toda la gloria.

Ven a Cristo y Él hará de ti un adorador en Espíritu y en Verdad.

Descargar sermón:

Comparte este sermón: