Versículo base: «Cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos» (Mateo 6:1, NBLA)
La vida interior del reino
En el capítulo anterior vimos cómo Jesús subió al monte para proclamar las leyes de su reino, allí habló sobre las bienaventuranzas como el fundamento del carácter cristiano y mostrando el verdadero espíritu de la ley. Ahora, en el capítulo 6, el Señor continúa sus instrucciones pero enfocándose en dos áreas cruciales de la vida en el reino: cómo practicamos nuestra devoción religiosa y cómo nos relacionamos con las cosas materiales. Esas son instrucciones precisas sobre la manera en que debe funcionar el corazón de un ciudadano del cielo.
Entendiendo el pasaje
El capítulo 6 de Mateo se divide naturalmente en dos secciones principales. Los primeros dieciocho versículos abordan la práctica de las disciplinas espirituales, mientras que los últimos versículos se concentran en nuestra relación con las posesiones materiales. El Señor comienza con una advertencia al respecto de nuestras prácticas religiosas y como pueden convertirse en teatro si no cuidamos las motivaciones del corazón. Lamentablemente, muchas personas ven las disciplinas espirituales como algo que hacen para ser vistas por los hombres, y eso se convierte en un problema para el alma.
Jesús aborda específicamente tres disciplinas aquí: la limosna (misericordia hacia los necesitados), la oración, y el ayuno. En cada caso, contrasta la práctica hipócrita de los fariseos, que buscaban reconocimiento público, con la práctica genuina que se hace en secreto ante el Padre. El contraste sigue un patrón consistente: los hipócritas «ya tienen su recompensa» en la aprobación humana, pero quienes practican estas disciplinas para el Señor recibirán recompensa del Padre celestial. Ahora bien, esta no es una prohibición de toda expresión pública de fe, sino una advertencia contra la motivación equivocada que busca la gloria personal en lugar de la gloria de Dios.
Tres verdades bíblicas
- Hacemos las cosas para el Señor, no para los hombres Cuando persigues las disciplinas espirituales para ganar una buena reputación delante de los hombres, te conviertes en esclavo de las opiniones ajenas. Eso es agotador y trae una carga pesada para la vida. Siempre estarás calculando cómo te ven otros, midiendo si tu oración fue lo suficientemente elocuente, si tu generosidad fue lo suficientemente visible, si tu ayuno fue lo suficientemente notorio. Pero hay un mayor deleite y una mayor recompensa cuando haces las cosas para el Señor. Cuando oras en secreto, no tienes que impresionar a nadie más que a Dios, quien ya conoce tu corazón. Cuando das en secreto, no hay presión de dar más de lo que puedes para quedar bien. Esta libertad de la aprobación humana es lo que debe buscar cada creyente, porque en ella encontramos descanso y gozo genuino.
- Este Rey ha establecido disciplinas como caminos hacia la intimidad Es notable que este Rey que se está presentando como poderoso y majestuoso, con autoridad para dar instrucciones a su reino, haya establecido formas específicas como el ayuno, la oración y la misericordia que podemos emplear para una relación estrecha con él. A veces tenemos en poco la oración, como si fuera solo una formalidad religiosa. A veces menospreciamos el apartar tiempo para Dios desconectándonos de otras cosas, o el privarnos de ciertos deseos con el propósito de cultivar un deseo mucho más intenso por el Señor. Pero este Rey del universo es alguien cercano al que podemos acercarnos para nuestro provecho, y eso es una gran bendición. Si has abandonado estos hábitos de oración constante, de ayuno ocasional, o de hacer misericordia regularmente, este es tu llamado a volver a ellos. No son cargas religiosas; son caminos que Dios ha establecido para una relación mucho más íntima con él.
- La recompensa del Padre supera cualquier reconocimiento humano Jesús promete que el Padre «que ve en secreto, recompensará». Esta recompensa incluye el gozo presente de una conciencia limpia, la paz de saber que Dios aprueba nuestras motivaciones, y la satisfacción que viene de una relación auténtica con él. El reconocimiento humano es temporal y superficial; puede cambiar con las circunstancias y siempre deja un vacío en el alma. Pero la recompensa del Padre es duradera y satisface nuestras más profundas necesidades. Cuando vives para su aprobación, experimentas una seguridad que ninguna opinión humana puede darte o quitarte. Esta es la diferencia entre vivir como un actor religioso y vivir como un hijo amado del Rey.
Reflexión y oración
La vida en el reino no es una actuación pública sino una realidad íntima. Las disciplinas espirituales que practicamos deben brotar de un corazón que busca genuinamente a Dios, no la admiración de los hombres. En el secreto de nuestra relación con el Padre encontramos tanto la motivación correcta como la recompensa más importante.
Padre celestial, perdóname por las veces que he convertido mis disciplinas espirituales en un espectáculo para ganar la aprobación de otros. Ayúdame a encontrar el deleite de practicar la oración, el ayuno y la misericordia en secreto contigo. Que mi corazón busque tu recompensa y no el reconocimiento humano. Libérame de la esclavitud de las opiniones ajenas y enséñame el gozo de vivir para tu gloria solamente. Que mi vida interior sea auténtica y mi relación contigo sea íntima y real. En el nombre de Jesús, amén.