Devocional para el 12 de julio

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Versículo base: «Entonces les dijo: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”» (Mateo 22:21, NBLA)

Ciudadanos de dos reinos

La vida cristiana es desafiante, por muchas razones, pero una de ellas es porque enfrentamos continuamente la disyuntiva de vivir bajo las leyes y ordenanzas de sociedades que no siempre coinciden con los principios bíblicos. ¿Cómo debemos entonces compatibilizar estas cosas? ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a las obligaciones civiles y cómo someternos a ellas sin comprometer nuestra lealtad al Señor? De eso trata este icónico pasaje de las Escrituras y nos da, además de una anécdota interesante de la vida de Jesús, un patrón de vida para todos los creyentes a lo largo de todos los tiempos en su relación con el mundo.

Entendiendo el pasaje

Es importante abordar la idea en su contexto. Jesús está ya en Jerusalén para enfrentar su última semana antes de morir en la cruz y se está enfrentando a una horda de religiosos que buscan ocasión para prenderle. Todos sus enemigos se hicieron amigos: fariseos, saduceos y hasta herodianos buscaban formas de ponerle tropiezo. Esta pregunta sobre el tributo al César no era una búsqueda genuina de enseñanza, sino una trampa perfecta. Si Jesús decía que sí había que pagar tributo, sería visto como un colaborador con el opresor romano y perdería el apoyo del pueblo. Si decía que no, sería acusado de sedición ante las autoridades romanas.

Ahora bien, la manera en que el Señor resuelve la cuestión exhibe una sabiduría extraordinaria. Pidió una moneda del tributo y preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?» Al mostrar que la moneda llevaba la imagen y el nombre del César, estableció un principio fundamental: las cosas que pertenecen al sistema temporal deben ser tratadas según las reglas de ese sistema, pero las cosas que pertenecen a Dios deben ser tratadas según sus reglas. El Señor sabía que su misión en este mundo no era una revolución civil, no era establecer un reino político y derrocar a los gobiernos, sino establecer un reino espiritual. Su respuesta deja en claro que hay esferas legítimas de autoridad que pueden coexistir sin necesariamente entrar en conflicto.

Tres verdades bíblicas

  1. El reino de Cristo no es un reino político Jesús no fue un ideólogo revolucionario como algunos han querido presentarlo. Su misión no fue proponer una guerra a los poderes políticos de la época, y aunque su mensaje tenía implicaciones que afectaban a todos los estamentos, su misión iba más allá. El reino que él vino a establecer no fue un reino político sino espiritual; él vino a rescatar lo que se había perdido. Esto debe llevarnos a rechazar todo intento de equiparar a los políticos de turno con la figura de Jesús. A muchos les encanta hacer estos contrastes sociales con el Señor, con el fin de llamar a revoluciones, desafiando el establecimiento y promoviendo la sedición, pero aunque el Señor se opone a la corrupción y la injusticia, no es a través de ese tipo de confrontación. El evangelio es trascendente y Jesús no vino a ser un referente revolucionario para ninguna ideología política.
  2. Es necesario agradar a Dios antes que a los hombres Aunque el Señor nos llama a obedecer a las autoridades (dar a César lo que es de César), nunca deben los creyentes hacer cosas que vayan en contra de la palabra de Dios por mucho que los gobiernos lo exijan. Nuestra principal lealtad está con el Señor y debemos buscar maneras valientes de resistir sin que necesariamente promovamos una confrontación infructuosa. No es nuestro trabajo el derrocamiento de los gobiernos malos; eso es algo que está en las manos del Señor. Nuestro mayor acto de valentía frente a gobiernos que se oponen a Dios es mantenernos en pie confiando en la palabra de Dios como los amigos de Daniel: Sadrac, Mesac y Abed-nego. Cuando hay un conflicto directo entre lo que César exige y lo que Dios manda, la respuesta es clara: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres».
  3. Somos ciudadanos responsables de ambos reinos La respuesta del Señor no establece una separación total entre lo civil y lo espiritual, sino una distinción de esferas con responsabilidades específicas. Como cristianos, tenemos la responsabilidad de ser buenos ciudadanos: pagar impuestos, obedecer las leyes justas, participar constructivamente en la sociedad. Pero también tenemos la responsabilidad superior de dar a Dios lo que es de Dios: nuestra adoración, nuestra obediencia, nuestra lealtad suprema. La imagen de César en la moneda recordaba a quién le debían el sistema monetario y la estabilidad civil, pero nosotros llevamos la imagen de Dios en nuestras almas, lo cual nos recuerda a quién le debemos nuestra existencia y nuestro destino eterno. No podemos ser cristianos irresponsables que ignoran sus deberes civiles, ni tampoco ciudadanos que comprometen su fe. Todo se trata de ser fieles en ambas esferas, sabiendo que cuando hay conflicto, Dios tiene la última palabra.

Reflexión y oración

Vivir como ciudadanos de dos reinos requiere de la sabiduría que viene de lo alto. No se trata de escapar del mundo ni de conformarse completamente a él, sino de vivir en él como representantes de un reino superior. Nuestro testimonio más poderoso no está en nuestras posiciones políticas sino en cómo vivimos el evangelio en medio de este mundo tan afectado por el pecado. El Señor lo dijo, no te pido que los quites del mundo sino que lo guardes de él.

Señor, ayúdame a ser un ciudadano fiel tanto del reino temporal como de tu reino eterno. Dame sabiduría para saber cuándo dar a César lo que es de César y valentía para siempre darte a ti lo que es tuyo. Que no busque escapar de mis responsabilidades civiles, pero que nunca comprometa mi lealtad a ti. Ayúdame a vivir de tal manera que mi testimonio trascienda las divisiones políticas y apunte a tu reino eterno. Que mi vida refleje que, aunque vivo en este mundo, mi ciudadanía verdadera está en los cielos. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Josué 16-17, Salmo 148, Jeremías 8, Mateo 22

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.