Manuscrito
Texto bíblico: Eclesiastés 6
Hemos estado bebiendo de la sabiduría del predicador durante las últimas semanas en un aspecto que abarca gran parte de nuestras vidas: el dinero y los bienes materiales.
Comenzamos desde el capítulo 5 con la idea de que el amor al dinero es la causa de la corrupción de los que gobiernan y la injusticia y que nuestra actitud debe ser la paciencia al saber que es mejor tener autoridades defectuosas que no tener nada. Luego, el predicador nos condujo a un aspecto mucho más específico y es cómo nos relacionamos con la búsqueda de dinero y bienes y nos mostró que eso lo que trae es turbación y amargura de espíritu y en el sermón anterior vivimos como nuestra actitud correcta frente a las riquezas debe ser: entender que todo bien procede del Señor, disfrutarlo y el resultado será experimentar la paz del Señor.
Sin embargo, ahora a inicios del capítulo 6 nos encontramos otra vez con una nueva dosis de realidad, de esa de la que ya vimos en el capítulo 4. “Un mal debajo del sol!”.
Pero no se pongan nerviosos; esto es muy típico encontrarlo en este libro y pareciera confuso, pero con un poco de esfuerzo podremos ver de nuevo el flujo. Déjenme intentar ponerlos de nuevo en órbita antes de comenzar con el texto.
Piensen en esto como una gran sección de consejos de sabiduría para vivir y navegar la cruda realidad debajo del sol; pues bien, dentro de esa gran sección encontramos una subsección que aborda un asunto específico: el dinero y los bienes materiales y él la ha presentado en forma de Sándwich o de quiasmo.
Nosotros estamos acostumbrados a ver las ideas de forma más lineal. A que lleva a B y que concluye en C; pero los hebreos usaban un recurso en este tipo de escritos en el que ponían las tesis en los extremos y la conclusión en el final y es justo eso esta subsección.
A -Tesis: Perseguir y acumular dinero y bienes es un mal debajo del sol (5:10-17)
A -Tesis: Conclusión: Recibir dinero y bienes es un don de Dios para disfrutar (5:18-19)
A’- Tesis: Recibir dinero y bienes de Dios y no disfrutarlos es un mal debajo del sol (6:1-6)
Así que no es extraño encontrarnos ahora con otra versión del problema cuando aparentemente ya había abordado la conclusión.
Y aunque parezca que el predicador está repitiendo la idea veremos que hay ligeras diferencias.
Mientras en la primera observación del problema él veía que es un gran mal perseguir el dinero porque la consecuencia es acumularlo al verlo como resultado de mi esfuerzo; el asunto aquí en el 6:1-6 es sobre alguien que recibe dinero y bienes de parte de Dios, pero no el don para disfrutarlo. Este no es un avaro insatisfecho sino alguien que recibe el fruto de su trabajo pero que no lo aprovecha.
El punto que el predicador quiere mostrar es que no siempre poseer bienes materiales es necesariamente sinónimo de disfrute; que ambos dones: poseer bienes y el disfrutarlos vienen por separado.
Luego de abordar esta cuestión, en los versículos finales del capítulo 6, esto es, los versos del 7-12, el predicador parece cerrar la subsección del dinero y nos prepara para continuar con una serie de consejos en forma de proverbios más sobre la vida en general en el capítulo 7.
Así que este es el argumento que vamos a desarrollar en este sermón.
Los bienes materiales no necesariamente producen la capacidad para disfrutarlos, ambas cosas son regalos de Dios.
y abordaremos todo el capítulo a la luz de los siguientes encabezados:
Y vamos a desarrollarlo a la luz de los siguientes encabezados:
- La capacidad para el disfrute (6:1-6)
- La sabiduría para la vida (6:7-12)
1. La capacidad para el disfrute
El Predicador regresa a su posición de observador: “Hay un mal que he visto debajo del sol.” Después del momento esperanzador de los versículos anteriores, vuelve a confrontar una realidad que lo perturba. No es que haya cambiado de opinión sobre la bondad de Dios o la posibilidad del disfrute genuino. Es que ha observado algo que confirma su punto anterior, pero desde otro ángulo.
Esta es la situación: Hombres a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea. Este no es el avaro de los versículos anteriores que persigue dinero obsesivamente. Este es alguien que ha recibido bendiciones materiales directamente de Dios. Tiene todo lo que cualquier persona podría desear: recursos financieros, propiedades, reconocimiento social. Su alma no carece de nada material.
Pero aquí viene el problema: “pero Dios no le da poder para comer de ello, sino que lo come el extraño.” La misma capacidad que Dios sí dio en el versículo 5:19 – “le da poder para comer de ello” – aquí está ausente. Dios ha dado los bienes, pero no ha dado la capacidad de disfrutarlos. El resultado es que otros terminan beneficiándose de lo que debería ser su porción.
El Predicador diagnostica esto como “vanidad, y mal doloroso.” Es vanidad porque los bienes no cumplen su propósito de traer gozo. Es “mal doloroso” porque es una frustración tener todo lo necesario para ser feliz, pero carecer de la capacidad de experimentar esa felicidad.
Para asegurar que entendemos la gravedad de esta situación, el Predicador ofrece dos ilustraciones.
– La primera es la del hombre que “engendrase cien hijos, y viviere muchos años.” En el contexto del Antiguo Testamento, estos eran símbolos de la bendición de Dios. Muchos descendientes garantizaban continuidad del nombre y cuidado en la vejez. Longevidad era señal del favor de Dios. Pero el Predicador añade la condición: “pero si su alma no se sacia del bien.” Toda esa bendición externa carece de valor si falta la capacidad interna de disfrutarla. “Y también careció de sepultura, yo digo que el abortivo es mejor que él.” Es mejor no haber vivido que vivir con abundancia, pero sin capacidad de gozo.
– La segunda ilustración: “Aunque viviere mil años dos veces, pero no goza del bien.” Imagina la longevidad máxima posible – dos mil años de vida. Pero si no hay capacidad de disfrutar el bien, ¿de qué sirve? “¿No van todos al mismo lugar?” La muerte iguala al que vivió en gozo y al que vivió en miseria.
Lo que el Predicador está estableciendo es claro: Dios da bienes y Dios da capacidad de disfrutar, pero son regalos separados que no siempre vienen juntos.
Esta es la diferencia entre la perspectiva mundana y la perspectiva sabia. El mundo asume que tener más automáticamente produce más felicidad. La sabiduría bíblica reconoce que el gozo genuino es un don divino separado de las circunstancias materiales.
Lo que queda claro es que los bienes materiales por sí solos no tienen poder inherente para producir satisfacción.
Solo cuando Dios da tanto los bienes como la gracia para disfrutarlos experimentamos el gozo de vivir como él espera que vivamos.
¿Por qué alguien no recibiría ese don de la capacidad de disfrutar? Las razones pueden ser múltiples.
Puede ser falta de conocimiento, en tal caso, es necesario perseverar el conocimiento de Dios por medio de todo lo que Dios nos ha provisto para ello. El estudio de su Palabra, la oración, la comunión y los dones de otro. A veces no disfrutamos de lo que Dios nos permite obtener porque desconocemos cómo eso da gloria a Dios. Por ejemplo. Un mayor entendimiento de la redención nos lleva a entender también que en Cristo Jesús somos libres de la culpa y que cuando disfrutamos del don de Dios no estamos pecando sino dando gloria a Su nombre.
Puede ser falta de sabiduría – no entender que la fuente del verdadero gozo está en la relación con Dios, no en las posesiones. En tal caso, como dice Santiago, debemos pedir sabiduría a Dios el cual la da abundantemente y sin reproche. Salomón recibió de Dios muchos bienes y lo que pidió fue sabiduría y Dios se la concedió.
Puede ser limitación física; enfermedad, ansiedad del alma, o circunstancias adversas que impiden el disfrute. En tal caso debemos pedir al Señor que nos conceda paciencia y poder reducir nuestras expectativas, que tal vez la medida de nuestro disfrute será menor mientras permanezca la limitación, pero podemos estar contentos con ello. El camino no es el de alejarnos por completo de cualquier forma de placer sino disfrutar de los dones de Dios en la medida de lo posible.
Así concluye el Predicador la subsección sobre el dinero, pero ahora hace una reflexión final que al mismo tiempo nos preparan para lo que será el capítulo 7, donde volveremos a ver de nuevo consejos para aspectos generales de la vida y sabiduría para navegar la cruda realidad debajo del sol.
Esto nos conduce al segundo encabezado:
2. La sabiduría para la vida
El Predicador amplía su perspectiva. Ya no habla solo de riquezas sino de la vida en su totalidad. Los versículos 7-12 funcionan como reflexión final sobre el tema del dinero y preparación para la sabiduría más amplia que viene en el capítulo 7.
En estos versículos, el Predicador identifica cuatro realidades fundamentales sobre la condición humana:
- La insatisfacción inherente del alma
- Las limitaciones que compartimos todos
- La soberanía de Dios sobre nuestras circunstancias
- Nuestra necesidad de la dirección de Dios para decisiones futuras.
Estas cuatro observaciones están interconectadas y nos preparan para entender por qué necesitamos la sabiduría de Dios, no solo para los bienes materiales sino para toda la vida.
El primer aspecto que el Predicador observa es la insatisfacción del alma humana: “Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se sacia.” Trabajamos para satisfacer necesidades básicas – “para su boca” – pero aun cuando cubrimos esas necesidades, el alma humana permanece insatisfecha. No es un problema de cantidad sino de naturaleza. El alma tiene un vacío que el trabajo y sus frutos no pueden llenar. Esta observación conecta directamente con lo anterior: así como los bienes no garantizan capacidad de disfrute, el trabajo no garantiza satisfacción del alma. Ambos requieren algo adicional que solo Dios puede proveer.
Esta insatisfacción fundamental nos lleva al segundo aspecto: nuestras limitaciones humanas compartidas. El Predicador hace preguntas que exponen estas limitaciones: “¿Qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que sabe caminar delante de los vivos?” Ni la sabiduría ni el conocimiento social garantizan ventaja real cuando se trata de satisfacción del alma. Al final, sabio y necio, rico y pobre, enfrentan las mismas limitaciones fundamentales. Por eso “Mejor es la vista de los ojos que el deseo que pasa.” Es mejor estar satisfecho con lo que tenemos presente que estar siempre deseando lo que no está. Esta es la sabiduría práctica: el contentamiento con lo visible es superior a la fantasía de lo que no poseemos. Pero aun esta sabiduría “también es vanidad y aflicción de espíritu.”
El reconocimiento de nuestras limitaciones nos conduce naturalmente al tercer aspecto: la soberanía de Dios sobre nuestras circunstancias. “Ya fue nombrado lo que es, y se sabe que es hombre, y que no puede contender con el que es más fuerte que él.” El Predicador reconoce que hay un orden establecido por Dios que no podemos cambiar. Somos criaturas con límites definidos, y contender contra esas limitaciones es fútil. “Y las muchas palabras aumentan la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?” Multiplicar argumentos o quejas no cambia nuestra condición fundamental. No ganamos nada discutiendo con Dios sobre nuestras circunstancias o limitaciones.
Todo esto culmina en el cuarto aspecto: nuestra necesidad de dirección para el futuro. El Predicador termina con la pregunta que conecta todo: “Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de su vana vida que pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él?” Esta pregunta prepara directamente para el capítulo 7. Si no sabemos qué es realmente bueno para nosotros en esta vida, y si no podemos predecir el futuro, entonces necesitamos la sabiduría de Dios para navegar cada situación.
No solo necesitamos capacidad para disfrutar los bienes; necesitamos sabiduría para toda decisión y para toda circunstancia.
Esta pregunta del versículo 12 encuentra su respuesta en 7:14:
“En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. También hizo Dios tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.”
El Predicador está estableciendo que necesitamos sabiduría divina porque no sabemos qué es verdaderamente bueno para nosotros, no podemos predecir qué vendrá después, tanto prosperidad como adversidad vienen de Dios, y necesitamos sabiduría para responder apropiadamente a ambas.
Como vemos, la sabiduría que necesitamos de Dios para la vida va más allá de saber cómo manejar el dinero. Incluye entender nuestras limitaciones, aceptar la soberanía de Dios, encontrar contentamiento en lo presente, y reconocer que necesitamos dirección divina para cada aspecto de la vida.