Versículo base: «Así dice el SEÑOR de los ejércitos: “No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan. Ellos los conducen hacia lo vano; les cuentan las visiones de su propia fantasía, no de la boca del SEÑOR”» (Jeremías 23:16, NBLA)
Cuando las palabras humanas pretenden ser de parte de Dios
A todos nos gusta que nos digan cosas buenas acerca de nuestro futuro. Nadie quiere recibir un presagio que augure penas, dolor o sufrimiento, y tampoco es común que nos llamen la atención acerca de cosas que debemos corregir, al menos no tanto como los aplausos y las adulaciones. Pues bien, parece que en los días de Israel había hombres que habían adoptado el arte de decir en nombre de Dios cosas al pueblo que los conducía a la vanidad, al materialismo y no a la verdadera espiritualidad. Y bueno, parece que mucho de ese mal sigue entre nosotros. Nadie debería estar dispuesto a recibir algo de parte de Dios que no se conforme a las Sagradas Escrituras, por mucho que quien lo diga se autoproclame un portavoz del mensaje del cielo, y es de eso de lo que hablaremos hoy.
Entendiendo el pasaje
Jeremías 23 viene en el contexto de una fuerte denuncia contra los líderes espirituales corruptos de Judá. El pueblo se encontraba en una crisis espiritual profunda, pero en lugar de enfrentar sus pecados, había surgido una clase de profetas que les ofrecía falsas esperanzas y mensajes reconfortantes sin fundamento en la Palabra fe Dios. Estos hombres se presentaban como portavoces del cielo, pero sus mensajes venían de sus propios corazones y no del consejo de Dios.
El contraste que Jeremías establece es claro: mientras los verdaderos profetas del Señor proclamaban mensajes de arrepentimiento y advertían sobre el juicio que vendría por la desobediencia, estos falsos profetas ofrecían paz y prosperidad sin condiciones. Decían “paz, paz” cuando no había paz, y prometían bendiciones de Dios a un pueblo que vivía en rebeldía contra Dios.
debemos entender algo, a función esperada de un profeta era ser portavoz fiel de Dios, transmitir exactamente lo que había recibido del Señor, sin añadir ni quitar nada. Su responsabilidad era llamar al pueblo al arrepentimiento, advertir sobre las consecuencias del pecado, y proclamar tanto los juicios como las promesas de Dios según su voluntad revelada. Pero estos falsos profetas habían pervertido su función, usando su posición para ganar popularidad y beneficio personal.
Este problema no era exclusivo de Jeremías. Tanto Ezequiel como Isaías habían condenado severamente a estos falsos mensajeros que hablaban de sus propios corazones y llevaban al pueblo por sendas de engaño. Era un patrón recurrente: cada vez que el pueblo se alejaba de Dios, surgían voces que les ofrecían justificaciones espirituales para su desobediencia.
Tres verdades bíblicas
- No todo el que habla en nombre de Dios es de Dios Siempre habrá falsos profetas entre el pueblo. Jesús lo advirtió: habrá hombres amadores de sí mismos cuyo único interés es ganar el favor de los hombres. No es pecado discernir lo que escuchamos. No es un acto de rebeldía sino un acto de piedad. No estamos llamados a una creencia ciega en las palabras del hombre sino a probar los espíritus y examinar el testimonio a la luz de las Escrituras. Examinar todo y retener lo bueno es mandamiento bíblico. Cuando alguien te promete cosas que suenan demasiado buenas para ser verdad, o te dice exactamente lo que quieres escuchar sin llamarte al arrepentimiento o la santidad, debes preguntarte si esas palabras realmente vienen del Señor.
- Somos llamados a oír solo lo que se conforma a la Palabra de Dios Dios nos habla por medio de su verdad y el Espíritu Santo que habita en la comunidad de creyentes, también por medio del consejo sabio. No necesitamos nuevas revelaciones. Su Palabra es suficiente. Cualquier mensaje que contradiga las Escrituras, que prometa bendiciones sin obediencia, o que minimice la importancia del arrepentimiento y la santidad, debe ser rechazado inmediatamente. La Biblia es nuestro filtro y nuestra autoridad final. Si alguien te dice que Dios le reveló algo que va contra lo que está claramente enseñado en su Palabra, puedes estar seguro de que esa revelación no viene de Dios.
- Los falsos mensajes nos alejan de la verdadera espiritualidad El versículo dice que estos falsos profetas conducen “hacia lo vano”. Sus mensajes no producen fruto espiritual genuino sino vanidad, materialismo y complacencia. Te alejan del arrepentimiento, de la búsqueda seria de la santidad, y de una relación auténtica con Dios. En lugar de llevarte a la cruz, te llevan a buscar tus propios intereses. En lugar de quebrantar tu corazón por el pecado, te hacen sentir cómodo en tu condición. Los verdaderos mensajes de Dios siempre te acercan más a Cristo, te confrontan con la realidad de tu pecado, y te impulsan hacia una mayor obediencia y dependencia de él.
Reflexión y oración
Dios nos ha dado su Palabra como autoridad suficiente y final. No necesitamos nuevas revelaciones cuando tenemos las Escrituras completas. El discernimiento espiritual no es opcional sino esencial. La vida espiritual fructífera siempre incluye arrepentimiento, no solo bendiciones.
Señor, protégeme de ser engañado por palabras que suenan espirituales pero no vienen de ti. Dame sabiduría para discernir entre la verdad y el error, entre tu voz y las voces humanas que buscan su propio beneficio. Ayúdame a amar tu Palabra por encima de cualquier mensaje que me halague o me prometa cosas fáciles. Que mi corazón esté siempre dispuesto a escuchar tu reprensión y tu corrección, sabiendo que es por amor que me disciplinas. Enséñame a examinar todo a la luz de tu verdad. En el nombre de Jesús, amén.