Versículo base: «Y Sansón dijo: ‘Con la quijada de un asno, montones sobre montones; con la quijada de un asno maté a mil hombres’» (Jueces 15:16, NBLA)
Cuando el poder se vuelve arrogancia
La decisión de Sansón de casarse con la filistea había desencadenado exactamente lo que era predecible: problemas. Su esposa lo traicionó, él se vengó quemando las cosechas de los filisteos, ellos respondieron matando a la mujer y a su padre, y Sansón contraatacó con una masacre. Ahora los filisteos habían subido contra Judá exigiendo que les entregaran a Sansón. Lo que comenzó como un capricho personal se había convertido en una crisis nacional. Pero en lugar de reconocer su responsabilidad en esta escalada, Sansón estaba celebrando su última victoria como si fuera el héroe de la historia. Su canto de triunfo no es más que el pobre lamento de un hombre que había perdido la perspectiva de quién era realmente la fuente de su poder.
Entendiendo el pasaje
Los hombres de Judá llegaron a Sansón con tres mil soldados, no para apoyarlo, sino para entregarlo. Le dijeron: «¿No sabes que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Qué es esto que nos has hecho?» El pueblo de Dios prefería vivir en paz bajo opresión que enfrentar el conflicto que traía la liberación. Sansón había comenzado a cumplir su propósito de enfrentar a los filisteos, pero su pueblo no quería ser librado.
Cuando los filisteos vieron a Sansón atado, gritaron de júbilo pensando que por fin lo tenían. Pero entonces el Espíritu del Señor vino sobre él con poder, rompió las cuerdas y tomó una quijada fresca de asno. Mil filisteos muertos con un hueso de animal. Era claramente un milagro, una demostración del poder de Dios obrando a través de su siervo. Pero la respuesta de Sansón fue componer un canto sobre sí mismo, celebrando su propia hazaña como si él hubiera sido el autor de la victoria. No mencionó a Dios, no le dio la gloria, no reconoció que acababa de presenciar algo sobrenatural. En lugar de adoración hubo autoexaltación.
Tres verdades bíblicas
- El éxito puede convertirse en nuestro peor enemigo espiritual Sansón acababa de experimentar una victoria aplastante, pero esa victoria lo estaba cegando. Cuando las cosas nos salen bien, cuando tenemos éxito en el trabajo, cuando nuestros proyectos prosperan, corremos el riesgo de pensar que somos más capaces de lo que realmente somos. El éxito puede hacernos olvidar que dependemos completamente de Dios. Es más fácil mantener humildad en la crisis que en la victoria. Por eso necesitas preguntarte constantemente: ¿estoy reconociendo a Dios en mis logros o me estoy llevando el crédito?
- La venganza personal nunca trae la paz que promete Lo que había comenzado como un matrimonio mal decidido se había vuelto un ciclo interminable de venganzas. Sansón hirió, lo hirieron, él hirió más, ellos escalaron, él masacró. Cada acto de venganza prometía ser el último, pero solo alimentaba el siguiente. Ahora bien, esto pasa constantemente en nuestras relaciones: alguien nos lastima, respondemos, ellos responden peor, nosotros escalamos. El problema es que la venganza nunca satisface realmente, siempre deja sed de más. Solo el perdón rompe estos ciclos, y solo Dios puede darnos la fuerza para perdonar cuando hemos sido heridos profundamente.
- Dios puede usar incluso a quienes no le dan la gloria Lo sorprendente de esta historia es que Dios siguió obrando a través de Sansón a pesar de su arrogancia. El Espíritu del Señor vino sobre él, le dio una victoria sobrenatural, y cumplió su propósito de enfrentar a los filisteos. Esto nos muestra que los planes de Dios son más grandes que nuestras fallas de carácter. Pero también nos advierte: que Dios te use no significa que apruebes tu actitud. Cristo es quien merece toda la gloria por cualquier cosa buena que hagamos, y cuando nos la apropiamos, estamos robando lo que le pertenece a él.
Reflexión y oración
Sansón había recibido poder de Dios para liberar a su pueblo, pero estaba usando ese poder para alimentar su ego. Su canto de victoria es la evidencia de un corazón que había perdido de vista la fuente de su fuerza. Es fácil juzgar a Sansón, pero todos corremos el mismo riesgo cuando Dios nos bendice: tomar el crédito, cantar nuestras propias hazañas, olvidar que todo don bueno viene de arriba.
Señor, perdón porque muchas veces me he apropiado de la gloria que solo te pertenece a ti. Reconozco que cualquier éxito, cualquier logro, cualquier victoria en mi vida es resultado de tu gracia y tu poder obrando en mí. Ayúdame a mantener la perspectiva correcta, especialmente cuando las cosas van bien. Guárdame de la arrogancia que viene con el éxito y enséñame a darte siempre el honor que mereces. Que mi respuesta a tus bendiciones sea adoración, no autoexaltación. Amén.