Devocional para el 8 de agosto
Versículo base: «Pero Noemí les decía: “Llámenme Mara, porque el Todopoderoso me ha colmado de amargura. Llena salí, pero vacía el SEÑOR me ha hecho volver. ¿Por qué me llaman Noemí, ya que el SEÑOR ha dado testimonio contra mí y el Todopoderoso me ha afligido?”» (Rut 1:20-21, NBLA)
El Éxodo al revés
Hoy comenzamos una serie de cuatro días por un libro hermoso de las Escrituras. Rut es una obra maestra narrativa donde cada palabra está cuidadosamente puesta, ahí los nombres profetizan destinos y donde Dios, sin pronunciar una sola palabra directa, orquesta la historia más bella de redención del Antiguo Testamento. Es el libro que nos muestra cómo en los días más oscuros de Israel —cuando los jueces fallaban y cada uno hacía lo que bien le parecía— Dios estaba preparando silenciosamente el linaje de un rey, de David y, ultimadamente, del Mesías. Veamos cómo comienza esta historia con un éxodo al revés: no de la esclavitud a la libertad, sino de la la tierra de la libertad al vacío total.
Entendiendo el pasaje
El libro de Rut abre con una ironía. Durante el tiempo de los jueces, cuando Israel vivía en anarquía moral y espiritual, una hambruna golpea Belén, literalmente en “la casa del pan” no había pan. Elimelec, cuyo nombre significa “Mi Dios es Rey” (otra ironía), abandona la tierra donde Dios reina para buscar sustento en Moab, el enemigo histórico de Israel, descendiente del incesto de Lot. Esta decisión aparentemente práctica se convierte en una tragedia en tres actos: primero muere Elimelec, luego Mahlón (“enfermizo”) y Quilión (“consumido”), nombres que ya presagiaban su destino.
El autor del libro nos presenta a Noemí regresando después de diez años. El texto hebreo usa un juego de palabras imposible de ignorar: “shuv” (regresar/arrepentirse) aparece doce veces en este primer capítulo. Noemí regresa, pero es un regreso marcado por la amargura. Ella misma rechaza su nombre, que significa “placentera”, para adoptar Mara, “amarga”. El escritor está estableciendo el escenario para una historia que pareciera ir de atrás hacia adelante: donde abundó la pérdida, sobreabundará la gracia. La época de los jueces, con su caos y deterioro moral, está a punto de encontrarse con la providencia de un Dios que obrará a través de una viuda moabita.
Tres verdades bíblicas
- Las decisiones basadas en el miedo nos alejan de la provisión de Dios Elimelec tomó una decisión lógica pero carente de fe. En lugar de permanecer en la tierra prometida durante la hambruna, buscó seguridad en territorio pagano. Y seguro dirás: yo habría hecho lo mismo, porque nada es más apremiante que el hambre. Pero la fe no siempre es amiga del pragmatismo. Tú también enfrentas esas encrucijadas diarias: el trabajo que compromete tus valores pero paga mejor, la relación que sabes que no conviene pero calma la soledad, el atajo ético que parece resolver el problema inmediato. Cada vez que eliges la seguridad aparente, el pragmatismo, sobre la fidelidad a Dios, inicias tu propio éxodo al revés.
- Dios permite que toquemos fondo para que reconozcamos nuestra necesidad Noemí tuvo que perder esposo, hijos y estatus social para reconocer que necesitaba regresar. No fue hasta que escuchó que “el SEÑOR había visitado a Su pueblo dándole pan” que había pan en la casa del pan, que decidió volver. Es increíble la forma en la que Dios, como un padre que ama, permite su disciplina en nuestras vidas, con el propósito de llevarnos a encontrarnos con Él. ¿Donde estás ahora? ¿Qué es lo que el Señor está usando para que veas tu orgullo y tu necesidad de arrepentimiento? Dale gracias por su amor y cuidado y pídele que te permita verte en medio del sufrimiento.
- La gracia aparece en los lugares más inesperados En medio de la desolación total, surge Rut. Una moabita, descendiente de los enemigos históricos de Israel, se convierte en el único rayo de esperanza en la vida de Noemí. Su famosa declaración “tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” ocurre precisamente cuando Noemí no tiene nada que ofrecer. Algo que sorprende en este pasaje es como la amargura de Noemí no le dejaba ver lo tremendamente bendecida que era de tener al lado a una mujer que estaba dispuesta a dejarlo todo por permanecer a su lado y no desampararla. Así es la autoconmiseración, nos aísla y nos vende la mentira de que estamos solos, olvidando que hay uno que experimentó la más profunda soledad con el fin de socorrernos en nuestra angustia. No compres la mentira victimista de que has sido dejado; si has confiado en el Señor, Él está con nosotros y no importa cuanto más haga falta, Él es suficiente.
Reflexión y oración
El primer capítulo de Rut es confrontador: nuestros exilios autoimpuestos tienen consecuencias. Nuestras decisiones pragmáticas no son inocentes. Pero también nos muestra que Dios especializa en escribir historias de redención con los capítulos más oscuros de nuestra vida. Rut es acercar del dolor y la restauración. De la soledad que es vencida por la compañía. Del dolor que es consolado con esperanza. La historia del libro de Rut es nuestra historia y es por eso que nos es tan familiar.
Padre, reconozco los lugares a los que he huido buscando seguridad fuera de Ti. Como Noemí, he salido llena de autosuficiencia y ahora me encuentro vacía. Gracias porque mi vacío no te espanta sino que te atrae. Gracias por obrar incluso cuando no puedo percibirlo, por enviar gracia a través de personas y circunstancias inesperadas. Dame la valentía para regresar, para admitir mi necesidad, y para confiar en que Tú conviertes las historias de pérdida en testimonios de redención. Que mi amargura se convierta en dulzura al experimentar Tu fidelidad. Amén.