Sabiduría en un mundo de contradicciones (Eclesiastés 7:15-29)

imagen de una mano empuñada como sosteniendo aire, con la palabra sabiduría para un mundo de contradicciones, junto a la cita bíblica de Eclesiastés 7:15-29

Manuscrito

Texto bíblico: Eclesiastés 7:15-29

“Al que obra bien, le va bien y al que obra mal, le va mal”. Todos alguna vez nos hemos amparado en esta lógica para estimular las acciones de personas que procuran ser generosas, amables y en general, que procuran conducirse correctamente con los demás; pero también hemos tenido que admitir con profunda frustración, que la realidad de la vida, que en el ejercicio práctico, las cosas no siempre son tan lineales; de hecho, muy, pero muy a menudo vemos a personas que procuran actuar correctamente que terminan sus vidas de manera trágica y otros, que no tienen ningún aprecio por la moral, pareciera que se salen con la suya y esa es una realidad frustrante.

Pues bien, el Predicador nos pone de cara con esta cruda realidad y al igual que en otras áreas, nos invita, no al cinismo fatal, sino a una vida sabia.

Hasta ahora, hemos visto sus consejos acerca de cómo vivir nuestra adoración, las relaciones con el poder o los gobiernos, como relaciones con el dinero por medio del disfrute, cómo enfrentar con sabiduría la adversidad, y ahora llegamos a este nuevo desafío, esta chocante paradoja de que no siempre le va bien al que obra bien y que los que obran mal a veces prosperan.

El texto que tenemos enfrente es quizás el más difícil de interpretar de todo el libro, que ya de por sí es un reto en su contenido, por lo que es necesario que tengamos nuestros sentidos completamente dispuestos.

y quiero hacer algo diferente esta vez debido a la complejidad estructural del pasaje que consideraremos y junto con el argumento, quiero mostrarles más o menos el flujo de pensamiento del autor, de manera simple y luego desarrollaremos ese flujo, todo con el propósito de no perdernos en el camino y mantenernos en la misma página

Este es más o menos el flujo de pensamiento del autor y que seguiremos en este sermón:

  • Él comienza reconociendo la cruda realidad debajo del sol, el problema: que en este mundo, a veces, la gente buena sufre y la gente mala prospera.
  • Luego, para vivir en medio de esa tensión, nos da un consejo práctico: nos pide que busquemos un sabio equilibrio impulsado por el temor de Dios, sin irnos a los extremos, porque la verdad es que ninguno de nosotros es perfecto.
  • Después nos muestra que el camino para encontrar ese equilibrio es vivir sabiamente y rechazando la necedad, reconociendo que es difícil, según su propia experiencia
  • Finalmente nos muestra que el problema de toda esta aparente contradicción no es algo que Dios produce sino el mismo corazón torcido del hombre.

Con eso en nuestras mentes, este es el argumento que desarrollaremos:

En un mundo lleno de contradicciones, somos llamados a vivir con la sabiduría que viene del temor de Dios.

Y lo veremos a la luz de los siguientes encabezados:

  1. El problema de un mundo contradictorio (v15)
  2. El consejo para sobrevivir a un mundo contradictorio (16-18)
  3. La sabiduría para vivir en un mundo contradictorio (19-29)

1. El problema de un mundo contradictorio

He visto todo durante mi vida de vanidad: hay justo que perece en su justicia, y hay impío que alarga su vida en su perversidad.

Detengámonos un momento aquí. Cuando el Predicador dice “durante mi vida de vanidad”, no está hablando de una vida de pecado, sino de su vida de observación o de experimentación, esa etapa que abordamos en los primeros dos capítulos, esta es la perspectiva “debajo del sol”. Y en esa vida, ha visto dos cosas que hacen un cortocircuito en nuestra lógica moral.

Primero, dice, ha visto al “justo que perece por su justicia”.

Pensemos en esto. Es la persona que todos admiramos. El hombre o la mujer que se esfuerza por ser honesto en su negocio, fiel en su matrimonio, generoso con el necesitado. Es la persona que ora, que sirve, que ama a Dios. Y según nuestra lógica de “al que obra bien, le va bien”, esa persona debería estar blindada, protegida. Pero la realidad que el Predicador y nosotros vemos es que, a veces, es esa persona la que recibe el diagnóstico médico difícil, la que sufre una pérdida trágica, la que es víctima de una injusticia terrible y su vida se apaga prematuramente. Su justicia no le sirvió de escudo.

Segundo, dice, ha visto al “impío que por su maldad alarga sus días”.

Esta es la otra cara de la moneda, y es igual de frustrante. Es el corrupto que nunca es atrapado. El mentiroso que prospera en su engaño. La persona egoísta y sin escrúpulos que parece vivir una vida larga, saludable y llena de éxitos. Parece, como decimos popularmente, que “se sale con la suya”. Vemos su maldad y, sin embargo, en lugar de juicio, parece recibir más años y más prosperidad.

Esta paradoja, esta aparente injusticia, es una de las pruebas más grandes para nuestra fe.

Todos tenemos un anhelo interno por justicia, porque el bueno recibe honores y el malo castigo, pero ese sentimiento no siempre coincide con la realidad del mundo caído.

Cada vez que vemos estas injusticias nuestros ojos van al Señor y casi siempre esperando una respuesta a la pregunta “Señor, ¿de qué sirve entonces esforzarse por hacer lo correcto? Si al final, el resultado parece ser el mismo, o incluso peor, ¿cuál es el punto?”.

Y lo maravilloso de la Biblia es que no ignora esta pregunta. No la esconde debajo de la alfombra con frases piadosas y vacías. El Predicador, inspirado por Dios, la pone en el centro de su argumento. Él valida nuestro dolor y nuestra confusión. Nos dice: “Sí, yo también lo he visto. Es real. Es una cruda realidad de este mundo caído. Es una vanidad”.

Muchos creyentes erróneamente tratan de excusar a Dios, como si él fuera el sospechoso principal de la injusticia; pero no hay ningún problema con admitir esta realidad porque nunca se nos dijo que sería diferente.

Desde el día de la caída en el jardín del Edén, nuestro mundo no es lineal ni predecible; es un barco que es impulsado por el viento y no siempre en la misma dirección.

Y no hay ningún problema con eso. Dios no es menos Dios por esa realidad porque incluso el caos de lo impredecible está en Su mano.

La historia de Job es un asomo por la hendija de la puerta de la Soberanía de Dios y allí vemos a un Dios que está sentado en su Trono, gobernando todas las cosas y

controlando incluso los movimientos repentinos y bruscos de la justicia en este mundo.

No dejes de ver a Dios como bueno solo porque no puedes explicar el por qué permite lo que permite en este mundo, porque todo lo que es inexplicable para nosotros, en Él tiene todo propósito y sentido.

Hay que ser muy cuidadosos de nuestra fe ante esta realidad. Muchos de los argumentos de personas que se han alejado del Señor descansan detrás de esta amarga paradoja.

Hay cientos de historias de personas que no pudieron soportar el dolor inexplicable de perder a un hijo a temprana edad, o la ruptura de un matrimonio, aparentemente bueno, y terminan alejándose. Eso es lamentable y hace que sea apremiante poner nuestros ojos en el lugar correcto.

Y es precisamente porque esta realidad es tan desconcertante y peligrosa para nuestra fe, que el Predicador no nos deja aquí, ahogados en la frustración.

Él no presenta el problema para llevarnos al cinismo, sino para demostrarnos que necesitamos una sabiduría que vaya más allá de la lógica simple de ‘recompensa y castigo’ terrenal.

Frente a esta realidad que no podemos cambiar, el Predicador nos va a dar un consejo sabio y sorprendente para que no nos destruyamos a nosotros mismos en el proceso. Y ese es nuestro segundo punto…

2. El consejo para sobrevivir a un mundo contradictorio (16-18)

Escuchen con atención su consejo en los versículos 16 y 17, porque a primera vista, suena chocante:

No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué has de destruirte? No seas demasiado impío, ni seas necio. ¿Por qué has de morir antes de tu tiempo? Bueno es que retengas esto sin soltar aquello de tu mano; porque el que teme a Dios se sale con todo ello.

Hermanos, ¿qué significa esto? ¿Nos está diciendo el Predicador que pequemos un poquito? ¿Que no nos esforcemos por ser justos? ¡De ninguna manera! Él está

poniéndonos en medio de dos abismos peligrosos en los que podemos caer al reaccionar ante la injusticia del mundo:

Por un lado, nos advierte: ‘No seas demasiado justo’. Esta no es una crítica a la verdadera justicia, sino a la justicia propia. Es el peligro del fariseísmo. Es la persona que, al ver la injusticia, se obsesiona con su propia rectitud, se vuelve legalista, rígida, orgullosa y juzga a todos los demás. Basa su relación con Dios en su propio desempeño, y cuando ve que al impío le va bien, su mundo se desmorona en amargura porque Dios no está cumpliendo “las reglas”. Esta actitud, dice el Predicador, te destruirá.

Nadie debería practicar la justicia para recibir una recompensa terrenal por eso sino porque es el resultado de agradar al Señor independientemente de lo que resulte.

He aquí la gran tragedia del legalismo. Personas que se vuelven implacables y llevan su propia justicia al extremo hasta el punto que terminan aborreciéndola. Es por eso que puedes encontrar muchos pecados graves en gente meticulosa, porque ellos no tienen un mecanismo para manejar la realidad de que un día van a fallar, que es imposible ser absolutamente perfectos y entonces cuando eso ocurre, todo se desmorona y quedan en ocasiones sin fuerzas para continuar.

Por otro lado, también advierte: ‘No hagas mucho mal’. Esta es la reacción del cinismo. Es la persona que, al ver la injusticia, dice: “Si nada importa, si a los malos les va bien, entonces todo da igual” y se entrega a la maldad, al desenfreno y a la insensatez.

El Predicador le advierte que ese camino no es de libertad, sino que lleva a la muerte prematura, a una vida que se consume antes de tiempo.

Detrás de este cinismo están todas las personas que toman como excusa el hecho de que hay malos creyentes para ellos vivir vidas de desenfreno. Miden su justicia en función de otros, olvidando que un día darán cuentas al Señor por eso.

Entonces, si no podemos caer en ninguno de estos dos extremos, ¿cómo caminamos por ese paso estrecho? ¿Qué nos mantiene dentro de la carretera? La respuesta es el verso 18:

“Bueno es que tomes esto, sin apartar tu mano de aquello; porque el que a Dios teme, saldrá bien de todo.”

Respuesta corta: el temor de Dios.

El temor de Dios no es miedo, sino una mezcla de reverencia, confianza y obediencia humilde a Dios.

El temor de Dios es el centro que nos da equilibrio. Nos protege de la arrogancia de la justicia propia, porque sabemos que nuestra justicia no es nuestra. Y nos protege de la desesperación del cinismo, porque sabemos que, aunque no entendamos todo, vivimos ante un Dios santo y soberano que un día juzgará todas las cosas.

Dicho en palabras simples: no vivas solo a la luz de la recompensa que puedas recibir aquí sino con los ojos puestos en lo que recibirás el día que dios juzgue todas las cosas.

No vivimos como vivimos para recibir el pago necesario de este lado de la eternidad, aunque algunos experimentamos ciertos anticipos; vivimos para estar un día delante del Señor y eso es lo que realmente importa.

A ese equilibrio justo el predicador lo llama sabiduría. un que “hace más fuerte al sabio que diez gobernantes que haya en una ciudad”.

Y, ¿por qué es tan necesario este equilibrio humilde o esa sabiduría que nace del temor de Dios? El Predicador nos da la razón fundamental en el versículo 20. Una razón que nos pone a todos en el mismo nivel:

“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.”

No podemos ser ‘demasiado justos’ porque, en el fondo, ninguno de nosotros es perfectamente justo. En otras palabras, Dios no espera que seamos perfectamente justos de este lado del cielo, pero sí que vivamos con el temor reverente y la conciencia de que un día Él juzgará todas nuestras obras buenas o malas.

Es ese tipo de pensamiento que cuando se arraiga en el corazón nos mueve al arrepentimiento y nos hace buscar continuamente la santidad, porque es una forma de

darle honra y gloria a Dios. Es un temor que nos produce arrepentimiento y que nos conduce de vuelta a una vida santa, que es también parte de dicho temor.

Tener temor de Dios significa entonces que cuando pecamos nos arrepentimos y nos comprometemos con la santidad que da honra y gloria a Su Nombre

Y para que no pensemos que esta es solo una gran declaración teológica, el Predicador nos da un ejemplo tan cotidiano, tan real, que es imposible no vernos reflejados. Nos muestra cómo esta falta de justicia perfecta se evidencia hasta en las cosas más pequeñas, como en nuestras palabras. Escuchen esto:

“Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces.”

Hermanos, ¿ven la sabiduría tan profunda aquí? El Predicador nos dice: “No te obsesiones con lo que otros dicen de ti (o con una evaluación continua de tu justicia), porque si buscas lo suficiente, te vas a amargar”. Y justo cuando nuestro orgullo está listo para saltar y gritar ‘¡Qué injusticia, no puede ser que estén hablando de mí así!’, él nos pone un espejo delante y nos dice: ‘Espera un momento… revisa tu propio corazón. Él sabe que tú también, muchas veces, has hecho exactamente lo mismo’.

Este pequeño ejemplo es la prueba contundente de que ‘no hay justo, ni siquiera uno’. Pecados tan insignificantes como el de la lengua nos quita toda base para la justicia propia y nos obliga a vivir en una postura de humildad y de gracia, tanto para recibirla como para darla.

Y esta, hermanos, es la razón por la que debemos vivir en ese sabio equilibrio que nace del temor de Dios. No obsesionados con una justicia perfecta, una vida absolutamente sin pecado porque es una expectativa demasiado alta y difícil de sostener en el tiempo.

Hemos visto el problema de un mundo que no cuadra, y hemos recibido el consejo de navegarlo con un sabio equilibrio que nace del temor de Dios, porque ninguno de nosotros es perfecto.

Pero esto nos lleva a una pregunta inevitable: Si la clave es la sabiduría, ¿dónde la encontramos? ¿Es fácil de obtener?

En esta última sección del capítulo, el Predicador hace una descripción honesta de su propia búsqueda de sabiduría, de la que ya conocemos una buena parte nosotros, y por medio de esa experiencia personal nos muestra su lucha por encontrar la sabiduría, para mostrarnos lo difícil que es y cuál es el peligro más grande en el camino. Este es nuestro tercer y último punto…

3. La sabiduría para vivir un mundo contradictorio (19-29)

La idea del proverbista es que debemos aprender a ver el provecho de la espera paciente en lugar de precipitarnos por la impaciencia.

El Predicador comienza con una confesión que debería darnos a todos un gran alivio. Nos cuenta que él se propuso con todas sus fuerzas entender la vida: ‘Dirigí mi corazón a conocer, a investigar y a buscar la sabiduría y la razón, ya reconocer la maldad de la insensatez y la necedad de la locura.

Él, que tenía más recursos, tiempo e inteligencia que cualquiera de nosotros, se dedicó por completo a esta tarea. Pero también tenía una meta clara. Buscaba dos cosas: buscar la sabiduría y la razón y reconocer la maldad y la necedad.

Básicamente en su expedición quería poder saber cuál era la diferencia entre vivir sabiamente y vivir neciamente y también saber cómo escoger la vida sabia.

¿Y cuál fue su resultado? Bueno, Él responde: pero la sabiduría se mantuvo lejos de mí.

Concluye que la sabiduría absoluta, la que lo explica todo, es ‘lejana y muy profunda; ¿quién la podrá hallar?

Nadie puede llegar a entender todos los misterios de Dios, nadie puede tampoco comprender el por qué en el fondo les permite a algunos piadosos el sufrimiento y a algunos impíos la prosperidad.

Hermanos, si el hombre más sabio admite que no puede entender todos los misterios de Dios, ¡nosotros quedamos liberados de la presión de tener que hacerlo!

Nuestra fe no se basa en tener todas las respuestas, sino en confiar en Aquel que sí las tiene.

Pero el Predicador alerta sobre algo que él si encontró y seguramente nosotros también encontraremos; que la sabiduría para la vida (no la absoluta) es escasa y que la necedad seduce:

Y para describir el hallazgo, usa una figura literaria con la que sus oyentes originales, familiarizados con algunos de sus Proverbios, habrían reconocido al instante.

Antes de leer el versículo, el cual es desafiante en su interpretación, consideremos los siguiente. En Proverbios, tanto la Sabiduría como la Necedad son personificadas como mujeres:

  • Está ‘Doña Sabiduría’, una mujer noble que construye su casa, llama en las calles y ofrece un banquete que da vida (Proverbios 8 y 9). En proverbios 9:16 (NVI) se lee: La sabiduría construyó su casa y labró sus siete pilares; preparó la carne, mezcló su vino y tendió la mesa. Envió a sus doncellas y clama desde lo más alto de la ciudad: «Vengan conmigo los inexpertos —dice a los faltos de juicio—; vengan, disfruten de mi pan y beban del vino que he mezclado. Dejen su insensatez y vivirán; anden por el camino del discernimiento».
  • Y está su opuesta, ‘Doña Necedad’, descrita como una ‘mujer extraña’ o adúltera, que seduce, engaña y cuya casa es un camino directo a la muerte (Proverbios 5, 7 y 9). En el mismo capítulo 9 y en contraste con la “Señora sabiduría” se lee en los versos 13-18 de la NTV: La mujer llamada Necedad es atrevida y, aunque no se da cuenta, es ignorante. Se sienta a la entrada de su casa, en el lugar más alto con vista a la ciudad, y llama a los hombres que pasan ocupados en sus propios asuntos: «Entren conmigo» —dice a los ingenuos—, y a los que les falta buen juicio les asegura: «¡El agua robada es refrescante; lo que se come a escondidas es más sabroso!». Pero ellos no imaginan que allí están los muertos y que sus invitados se hallan en lo profundo de la tumba.

Con esa imagen en mente, escuchen ahora la advertencia del Predicador en el versículo 26 (NBLA):

“Y hallé más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes y cuyas manos son cadenas; el que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador será apresado por ella.”

Hermanos, ¿de quién está hablando? Claramente, no está haciendo una declaración contra las mujeres como podría leerse a primera vista, es literatura poética, proverbial, de sabiduría, de hecho, si tienes una biblia de equivalencia formal, probablemente hayan esquematizado estos pasajes en forma de versos y prosa, porque no es un relato necesariamente.

¡Él está usando la figura ya establecida de ‘Doña Necedad’! Es una personificación del pecado, de la idolatría, de toda filosofía de vida que parece atractiva pero que al final es ‘más amarga que la muerte’. Su corazón son ‘lazos y redes’ y sus manos son ‘ligaduras’ porque el pecado promete libertad, pero siempre trae esclavitud.

Proverbios 5 lo dice así de la ‘mujer extraña’: ‘Pero su fin es amargo como el ajenjo… Sus pies descienden a la muerte’. El lenguaje es el mismo.

El Predicador nos advierte que el mayor obstáculo para una vida sabia es caer en la

Pero en el mismo verso nos da la perspectiva correcta: “El que agrada a Dios escapará de ella”.

Nada nuevo para nosotros, es el gran eslogan del libro de los proverbios: el principio de la sabiduría es el temor del Señor.

El predicador admite que su búsqueda no ha terminado, que sigue en el camino de la búsqueda de sabiduría. Que ha encontrado un poco de sabiduría aquí y allá, pero no aún a la “Señora sabiduría”.

Sin embargo, en medio de toda esa búsqueda difícil hay algo que ha encontrado por lo menos que es claro y esto lo devuelve al planteamiento inicial y es por cierto una de las frases más importantes de todo el libro. Escuchen el veredicto final en el versículo 29:

“Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos buscaron muchas artimañas.”

Aquí está, hermanos, la raíz de toda la paradoja. Aquí está al menos un indicio de por qué el mundo está ‘al revés’.

  • Primero, la Bondad del diseño de Dios: ‘Dios hizo al hombre recto’. El problema no está en el Creador. Su diseño original era bueno, perfecto, sin complicaciones. No podemos culpar a Dios por el desorden del mundo.
  • Segundo, la Causa del Desorden Humano: ‘…pero ellos buscaron muchas artimañas.’. ‘Ellos’, la humanidad, nosotros. Somos los que nos desviamos. Somos los que, con nuestro pecado, hemos buscado ‘muchas complicaciones’, torciendo lo que fue hecho recto.

El predicador estaba en buen camino en su búsqueda, pero aún no había llegado a un entendimiento completo. Su idea de un Dios bueno y un hombre dañado es correcta, pero eso todavía no satisface el hecho de que los que practican el bien no siempre les va bien.

Era necesaria una sabiduría superior. Una que pudiera explicar la aparente contradicción de que un impío reciba el favor de Dios y que un ser bueno y sin pecado reciba la muerte.

La clave de la verdadera sabiduría está ahí. En la idea contra intuitiva del justo que muere y el impío que vive. Ese es el gran mensaje del evangelio y es justamente por eso que Pablo afirma en 1 Corintios 1:

20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que sabe discutir en este siglo? ¿No ha hecho Dios que la sabiduría de este mundo sea necedad? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios mediante la necedad de la predicación salvar a los que creen. 22 Porque en verdad los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles. 24 Sin embargo, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. 25 Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres. 26 Pues consideren, hermanos, su llamamiento. No hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. 27 Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. 28 También Dios ha escogido lo vil y despreciado del mundo: lo que no es, para anular lo que es, 29 para que nadie se jacte delante de Dios. 30 Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención, 31 para que, tal como está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor».

Cristo es nuestra sabiduría, sólo en Él podemos vivir en el temor del Señor, sólo en Él podemos rechazar la necedad, solo en Él y en su evangelio podemos entender cómo siendo pecadores hemos recibido perdón y como él siendo perfecto recibió nuestro castigo.

Sé que este ha sido un sermón muy denso, con mucha información, pero permítame resumir algunas ideas que espero que queden claras en su mente:

En el mundo tenemos que enfrentar la realidad chocante de que a veces al impío le va bien y al justo que perecen en su justicia. Aunque eso es difícil de asimilar, el camino no es irnos a los extremos como volvernos absolutamente justos para que no nos venga ningún mal, ni tampoco el cinismo de vivir en desenfreno. Dios nos llama a una vida equilibrada que es una sabiduría proviene del temer al Señor que no siempre es fácil de conseguir, pero que se nos ha manifestado ahora en Cristo, quien es nuestra justicia perfecta y quien por medio de su muerte le da sentido a la idea de que en los planes de Dios no es tan descabellado que un impío reciba su favor y un justo reciba castigo. Todo encuentra sustento en Él. Que podemos vivir con eso porque hay una historia mucho más grande detrás.

En el capítulo 8 veremos cómo se ve la sabiduría práctica para un mundo contradictorio en distintos aspectos de la vida, es una serie de consejos útiles para vivir a la luz del temor del Señor.

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