Versículo base: «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús» (Romanos 3:23-24, NBLA)
El gran igualador: todos necesitamos la misma gracia
Ayer dejamos claro a la luz de Romanos 2 que tanto judíos como gentiles enfrentan la ira de Dios porque nadie puede escapar del juicio. Pablo había demolido sistemáticamente cualquier base para la superioridad religiosa o moral. Pero no nos deja en desesperanza. Hoy llegamos al clímax de su argumento, el momento donde la teología se vuelve hacia el evangelio en estado puro.
Ahora bien, Pablo escribiendo estas líneas. Sabe que tiene lectores judíos que han crecido creyendo que su herencia los distingue ante Dios, y gentiles que quizás se sienten inferiores por no tener esa historia. En una frase memorable, Pablo nivela el terreno: todos han pecado. Pero en la misma respiración, ofrece la solución todos pueden ser justificados gratuitamente, por lo tanto, todos son iguales ante Dios y nadie es superior a otro por pertenecer a tal o cual linaje.
Entendiendo el pasaje
Veamos la estructura de este argumento: Pablo cita una serie de pasajes del Antiguo Testamento (versos 10-18) para mostrar que la condición humana es universalmente corrupta. Nadie es justo, nadie entiende, nadie busca a Dios. Esta no es exageración alguna retórica sino el diagnóstico divino de la humanidad caída. Pero en el verso 21 hay un cambio con ese «pero ahora», una frase que señala la irrupción de algo radicalmente nuevo: la justicia de Dios revelada aparte de la ley. La justificación que Pablo describe es un acto legal donde Dios declara justo al creyente basado en la obra de Cristo, no en sus méritos. Es «gratuita», un adverbio que significa «como regalo, sin causa de parte del receptor». Por otro lado, el término «redención» era un término comercial que se refería al precio pagado para liberar a un esclavo. y hay mucha riqueza Alí que te animo a seguir explorando de manera personal, pero por ahora veamos:
Tres verdades bíblicas
- Nadie debería creerse superior a otro porque todos somos pecadores Deja de medirte con otros para sentirte mejor acerca de ti mismo. El estándar no es tu vecino, tu compañero de trabajo, o incluso el peor criminal que conozcas. El estándar es la gloria de Dios, y ante esa medida perfecta, tanto tú como todos los demás han fallado completamente. Cuando comiences a juzgar a otros o a sentirte orgulloso de tu espiritualidad, recuerda esto: eres un pecador salvado por gracia, igual que cualquier otro creyente y eso nos pone en el mismo racero que los demás.
- En Cristo tenemos provisión suficiente para nuestros pecados La redención no es un parche temporal o una mejora gradual. Es una solución completa y definitiva. Cristo no murió para darte una segunda oportunidad de demostrar tu valor; murió para pagar completamente la deuda que jamás podrías saldar. Cuando te sientes abrumado por la culpa de pecados pasados o cuando el enemigo te susurra que has fallado demasiado o si realmente puedes ser perdonado, ancla tu fe en esta verdad: la redención en Cristo Jesús es suficiente para cualquier pecado, de cualquier persona, en cualquier momento. No hay pecado demasiado grande que su gracia no pueda cubrir.
- La justificación es por fe y es para todo el que cree Esta es la democracia más radical que existe: la salvación está disponible para cualquiera que crea, sin distinción de raza, clase social, historia personal o logros religiosos. No importa si vienes de una familia cristiana de generaciones o si acabas de escuchar del evangelio ayer. No importa si has sido pastor por décadas o si estás en prisión por crímenes terribles. La fe es el único requisito, y esa fe es un regalo que Dios da a quien Él quiere. Puedes descansar completamente en nuestro Señor jesucristo porque tu justificación no depende de tu perfección, sino de la perfecta obra de Jesús que te es imputada cuando crees.
Reflexión y oración
El evangelio desmantela tanto el orgullo como la desesperanza. Nadie puede jactarse porque todos han pecado. Nadie puede desesperar porque todos pueden ser justificados. En la cruz, la justicia y la misericordia de Dios se encontraron perfectamente. Allí, Dios fue justo al castigar el pecado y misericordioso al castigarlo en su Hijo en lugar de castigarlo en nosotros.
Señor, ante la grandeza de tu gracia me quedo sin palabras. Reconozco que he pecado y que jamás podré alcanzar tu gloria por mis propios esfuerzos. Pero te alabo porque en Cristo encontré una justicia que no es mía, una redención que no merecía, una justificación que no puedo ganar. Ayúdame a vivir hoy con la humildad de quien conoce su pecado y con la confianza de quien conoce tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.