Devocional para el 16 de agosto

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Versículo base: «¿Qué diremos entonces? ¿Permaneceremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:1-2, NBLA)

Cuando la gracia es malentendida

Hemos cerrado un capítulo importante en el argumento de Pablo. Durante cinco capítulos ha estado insistiendo en  cómo somos iguales ante Dios: todos estamos bajo juicio, pero si hemos creído, todos estamos justificados y por tanto también iguales. Pablo quería anunciarles ese evangelio a los hermanos de Roma para unir a una iglesia dividida por quienes se creían superiores.

Si pudiéramos parafrasear lo que va, sería algo mas o menos como ese: Soy Pablo, quiero ir a predicarles el evangelio que es poder De Dios y salvación a todos, no solo algunos; porque la verdad es que todos están bajo condensación; pero Dios ha provisto por medio de su promesa salvación para todos, de modo que todos los que creen han sido justificados. Los pecados han sido grandes desde Adán hasta ahora pero la gracia De Dios para cubrirlos ha sido mayor. 

Pero ahora Pablo debe enfrentar las objeciones que su propio evangelio genera. Como buen abogado, anticipa las preguntas de su interlocutor imaginario. Puedo escuchar a algunos lectores judíos susurrando: «Si la gracia abunda donde el pecado abunda, ¿por qué no pecar más para que la gracia sea aún mayor?» Y a algunos gentiles murmurando: «Si ya no estamos bajo la ley, ¿eso significa que podemos vivir como queramos?» Son preguntas peligrosas que revelan una comprensión superficial del evangelio.

Entendiendo el pasaje

El Apóstol responde a dos objeciones distintas que reflejan los malentendidos de ambos grupos en Roma. La primera viene de quienes podrían haber escuchado su enseñanza sobre la gracia que sobreabunda donde el pecado abundó, y piensan: «¡Perfecto! Entonces pequemos más para experimentar más gracia». La segunda objeción surge al final del capítulo: «Ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, entonces podemos pecar porque no hay consecuencias legales».

Pablo responde con su expresión más enfática: «¡De ningún modo!» Es la respuesta más fuerte del idioma, equivalente a «¡Jamás! ¡Ni pensarlo!» Luego desarrolla uno de los argumentos teológicos más profundos de toda la carta y del Nuevo testamento en general: la unión con Cristo en su muerte y resurrección. Que cuando creemos en Cristo nos unimos a Él en su muerte y su resurrección y eso tiene implicaciones directas para la manera en que vivimos.

Esta unión es simbolizada en el bautismo, explica Pablo,  y es la representación física de dicha realidad espiritual. Cuando fuimos sumergidos, fuimos «sepultados con Cristo», y cuando emergimos del agua, simbolizamos que «hemos resucitado con Cristo para andar en novedad de vida». El bautismo es la dramatización de una muerte y resurrección reales que ocurrieron en el momento de la conversión. Alguien murió para resucitar en una nueva criatura.

Tres verdades bíblicas

  1. La gracia que nos salva no es excusa para el pecado Si tu entendimiento de la gracia te lleva a pecar más, has malentendido completamente el evangelio. La gracia no es una póliza de seguro que te permite vivir irresponsablemente. Es un poder que te libera de la esclavitud del pecado. Cuando realmente experimentas la gracia de Dios, tu respuesta natural es adoración y obediencia, no libertinaje. Si tu vida no está cambiando, si sigues amando los mismos pecados, si no hay evidencia de santificación, es hora de examinar si realmente has entendido y experimentado la gracia salvadora. La gracia verdadera siempre produce fruto verdadero.
  2. La gracia que nos salva nos da una nueva capacidad para ser santos No estás luchando contra el pecado con las mismas fuerzas que tenías antes de conocer a Cristo. La gracia no es solo perdón; es poder. Tienes una nueva naturaleza, nuevos deseos, una nueva capacidad para obedecer a Dios. El Espíritu Santo que vive en ti te da poder para resistir la tentación y elegir la santidad. Cuando sientes que el pecado te domina, recuerda que ya no eres esclavo de él. Tienes la capacidad dada por Dios para decir no al pecado y sí a la justicia. Esta es una verdad práctica que cambia cómo enfrentas cada tentación.
  3. La unión con Cristo nos libera de la culpa para siempre En el derecho romano que Pablo conocía bien, existía un principio fundamental: nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito. Una vez que alguien cumplía su sentencia, quedaba libre de toda acusación futura por ese crimen, los expertos del derecho lo llaman “una cosa ya juzgada”. Eso significa que cuando Cristo murió, tú moriste con Él. Cuando fue sepultado, fuiste sepultado con Él. Cuando resucitó, resucitaste con Él. Legalmente hablando, ya cumpliste tu sentencia de muerte en Cristo. El caso está cerrado, la deuda está pagada, no hay condenación pendiente. Satanás puede acusarte, tu conciencia puede condenarte, pero ante el tribunal de Dios el veredicto ya fue emitido: justificado para siempre. Esta libertad de la culpa es tan liberadora que cambia completamente cómo vives cada día.

Reflexión y oración

El evangelio no es licencia para pecar, sino poder para ser santo. No es escape de la responsabilidad, sino una nueva capacidad para la obediencia. El evangelio cambia desde adentro. Cuando entiendes que has muerto y resucitado con Cristo, todo cambia: tu identidad, tus impulsos, tus deseos, lo que valoras como preciado. El evangelio lo cambia todo.

Padre, te alabo porque en Cristo no solo tengo perdón sino también poder. No solo escapé de la condenación sino que gané una nueva vida. Ayúdame a vivir desde la realidad de quien soy en Cristo: muerto al pecado, vivo para ti, libre de culpa y capacitado para la santidad. Que mi vida refleje la gracia que me salvó. En el nombre de Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 7-8, Romanos 6, Jeremías 44, Salmos 20-21

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.