Versículo base: «¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que ustedes son» (1 Corintios 3:16-17, NBLA)
Las grietas que destruyen el templo
Ayer hablamos de cómo Dios escogió salvar al mundo por medio de un mensaje sencillo que solo puede ser comprendido con la ayuda del Espíritu. Vimos que la sabiduría humana no conduce al conocimiento de Dios sino a divisiones y pleitos. Hoy Pablo nos muestra las consecuencias devastadoras de esas divisiones. Los corintios habían creado facciones: unos decían «yo soy de Pablo», otros «yo de Apolos», otros «yo de Pedro», y había un grupo que decía «yo soy de Cristo». Este último grupo podría parecer el más espiritual, pero en realidad eran los más peligrosos: querían distanciarse por completo de la realidad terrenal de la iglesia, se creían tan espirituales que no necesitaban líderes humanos ni estructura alguna. Pablo les lanza una advertencia que debería hacernos temblar: destruir el templo de Dios no es un juego. Las divisiones por hacer el evangelio más complejo o más exclusivo no son inocentes. Son un ataque directo contra lo que Dios está construyendo.
Entendiendo el pasaje
El capítulo tres se divide naturalmente en tres secciones. Primero, Pablo confronta la inmadurez espiritual de los corintios (vv. 1-4), llamándolos «carnales» porque sus divisiones demuestran que siguen pensando como el mundo. Segundo, explica la verdadera naturaleza del ministerio (vv. 5-15): los líderes son simplemente siervos, cada uno con su función, pero Dios es quien da el crecimiento. Pablo plantó, Apolos regó, pero Dios es quien hace crecer. Tercero, y aquí está el corazón del mensaje, Pablo revela que la iglesia es el templo de Dios (vv. 16-23).
Ahora bien, la advertencia de Pablo es escalofriante. No está hablando de un edificio físico sino de la comunidad de creyentes. Cuando dice «ustedes son templo de Dios», usa el plural: juntos, como iglesia, son el lugar donde habita el Espíritu Santo. Y entonces lanza la bomba: «Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él» (v.17). Las palabras no pueden ser más claras ni más severas. Las divisiones que los corintios estaban generando por su amor a la sabiduría humana y su lealtad a líderes terrenales no eran travesuras espirituales. Estaban atacando el templo santo de Dios. Cada vez que decían «yo soy de…» era como si estuvieran tomando un martillo para golpear los muros del templo. Pablo les está diciendo: tienen que parar esto ahora mismo, porque se están metiendo con algo sagrado.
Tres verdades bíblicas
- La iglesia no pertenece a ningún hombre porque ningún hombre murió en la cruz por ella «¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes?» preguntó Pablo en el capítulo uno. Hoy vemos tantos movimientos de hombres, tantos «ismos», personas que se sienten superiores porque sus doctrinas tienen su origen en tal o cual personaje de la historia. Calvino no murió por ti. Lutero no nos redimió, Wesley no derramó su sangre por tus pecados. Spurgeon no resucitó para tu justificación. Tu pastor, por buen pastor que sea, no pagó el precio de tu redención. Solo Cristo hizo eso. Cuando dices «yo soy reformado», «yo soy fundamentalista» o «yo soy pentecostal» antes que «yo soy de Cristo», estás poniendo tu identidad en el lugar equivocado. La iglesia es de Cristo porque Él la compró con Su sangre. Ningún otro nombre debe dividirnos. Y es cierto que hay diferencias entre iglesias, no pretendemos que haya uniformidad; pero tales diferencias no comprometen la integridad del evangelio y la realidad de que si hemos creado en Cristo y nos hemos arrepentido de nuestros pecados y procuramos la santificación por medio de la Palabra De Dios, entonces somos un pueblo, una sola nación santa que pertenece a Dios.
- La división es un pecado grave que atenta directamente contra el templo de Dios No deberías sentirte cómodo con las divisiones en el cuerpo de Cristo. La iglesia es un templo y las divisiones son grietas que socavan toda la estructura. Dios protege Su templo con celo santo. El texto es categórico: «Dios lo destruirá». Si eres alguien que consciente o inconscientemente ha generado divisiones en la iglesia, escucha esta exhortación: te estás metiendo con la novia de Cristo, con Su templo, con Su familia. Dios es un Dios celoso. No importa quién seas, no importa tu posición o tu título: detente ahora mismo. El Señor no tendrá por inocente al culpable. El chisme que siembra división, la crítica que fragmenta, la lealtad a los hombres que divide, son formas distintas en las que se ataca al templo santo.
- En el día del juicio, nadie podrá escudarse detrás de líderes terrenales Al final, cada uno es responsable de edificar su propia fe. Nadie podrá presentar su credencial denominacional para justificarse. No podrás decir «pero mi pastor dijo…» o «en mi iglesia creemos…». Pablo advierte: «cada uno mire cómo edifica» (v.10). Tu fundamento debe ser Cristo, no un sistema teológico, no un líder carismático, no una tradición denominacional. Seguir a hombres no es lo que nos hace santos sino someternos a Dios y a Su Palabra. En aquel día, la pregunta no será «¿a qué iglesia perteneciste?» sino «¿conociste a Cristo y Él te conoció a ti?».
Reflexión y oración
Las divisiones en la iglesia no son diferencias de opinión inocentes. Son grietas en el templo de Dios. Toda vez que promovemos división, cuando creamos bandos o cuando elevamos a hombres por encima de Cristo, estamos tomando un martillo contra lo que Dios está construyendo. La iglesia es santa no porque nosotros seamos perfectos, sino porque el Espíritu Santo habita en ella. Trátala con el respeto y el temor que merece el lugar donde Dios ha elegido habitar.
Padre, cuántas veces hemos tratado tu templo con ligereza. Perdónanos por las divisiones que hemos causado o tolerado. Tu iglesia es santa porque tu Espíritu habita en ella. Ayúdanos a ver la gravedad del pecado de división. Que nunca pongamos nombres de hombres donde solo el nombre de Cristo debe estar. Guárdanos de destruir lo que tú estás edificando. Danos sabiduría para edificar con oro, plata y piedras preciosas sobre el único fundamento que es Jesucristo. Que seamos instrumentos de unidad, no de división. En el nombre de Jesús, amén.