Devocional para el 31 de agosto

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Versículo base: «¿No saben que un poco de levadura fermenta toda la masa? Límpiense de la vieja levadura para que sean masa nueva, así como son sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado» (1 Corintios 5:6-7, NBLA)

Cuando el mundo entra en la iglesia

Uno de los grandes peligros de vivir en una generación que se ha postrado ante el dios de la libertad individual y la tolerancia, es ver cómo poco a poco la conciencia se va cauterizando. Las fallas morales y los pecados empiezan a ser cada vez más aceptados como normales. El problema es cuando eso se introduce en la iglesia y, en nombre del «amor» y «no juzgar», se terminan tolerando prácticas que son una afrenta al evangelio. Somos como la rana que es puesta en una olla de agua que se calienta lentamente; adapta su temperatura hasta que, sin darse cuenta, muere. Tal era el problema en Corinto. 

Entendiendo el pasaje

Pablo se entera de algo que ya era de dominio público: un hombre de la iglesia sostenía una relación con su madrastra. Esto era un incesto condenado por la ley de Dios y considerado inmoral incluso por las leyes romanas. Era un escándalo que «ni aun se nombra entre los gentiles». Y aun así, la iglesia, en lugar de lamentarse, estaba envanecida, jactándose de su supuesta superioridad espiritual.

El apóstol, con autoridad, les ordena seguir un proceso de disciplina claro, que podemos ver en tres partes.

Primero, el proceso de la disciplina (vv. 1-5): Pablo les manda reunirse como iglesia y, en el nombre y con el poder del Señor Jesús, entregar al hombre «a Satanás». Esto significa excomulgarlo, ponerlo fuera de la comunión y protección espiritual de la iglesia. El objetivo no era vengativo, sino mas bien conducirlo al arrepentimiento, que la aflicción de estar fuera del cuerpo de Cristo llevara al hombre a la destrucción de su naturaleza pecaminosa para que su espíritu fuera salvo.

Segundo, los motivos de la disciplina (vv. 6-8): Pablo les da dos razones por las cuales se estaba tomando esta decisión. «Un poco de levadura fermenta toda la masa». El pecado tolerado es contagioso; no tanto el acto en sí, sino la actitud complaciente que envía el mensaje de que la santidad no es importante. La segunda razón es teológica: «nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada». El Cordero perfecto fue sacrificado para limpiarnos del pecado. Tolerar el pecado es, por tanto, una ofensa directa a la cruz.

Tercero, las aclaraciones sobre la disciplina (vv. 9-13): Pablo aclara que su mandato no es apartarse del mundo y de los incrédulos —eso sería imposible—, sino apartarse de «cualquiera que, llamándose hermano», viva en una práctica de pecado sin arrepentimiento.

Tres verdades bíblicas

  1. La disciplina bíblica no debe verse como un castigo sino un acto de amor que busca la restauración En muchas ocasiones se toleran pecados en la iglesia pensando que el amor debe prevalecer, pero es una arrogancia pretender ser más amorosos que Jesús, quien estableció el proceso de disciplina en Mateo 18. El amor no está por encima de la justicia; en Dios, son uno. La disciplina es impulsada por un amor que busca la salvación del transgresor. El objetivo de entregar a este hombre a Satanás era que «su espíritu sea salvo». Como vemos en 2 Corintios 2, el proceso funcionó. El hombre se arrepintió y fue recibido de nuevo. La disciplina no es el castigo del pecador, es un proceso de aflicción que conduce al arrepentimiento.
  2. La santidad de la iglesia debe ser protegida, porque el pecado tolerado es contagioso La imagen de la levadura es potente. Un poco de pecado, o peor, una actitud complaciente hacia él, puede contaminar a toda la comunidad. Es como la idea de que una manzana podrida termina dañando a las demás. Si un miembro vive una vida inmoral y no pasa nada, ¿por qué los demás deberían preocuparse por vivir en santidad? La disciplina manda un mensaje claro a toda la congregación: el pueblo de Dios debe perseguir la santidad porque pertenece a un Dios que es santo.
  3. Tolerar el pecado es una ofensa directa al sacrificio de Cristo Esta es la razón más profunda. Pablo les dice: «Cristo, nuestra Pascua, ya fue sacrificado». El Cordero fue inmolado por causa del pecado; no tiene ningún sentido que ahora la iglesia tolere y se sienta cómoda con aquello que costó la sangre de Cristo. Una iglesia indulgente con el pecado es una iglesia que afrenta el evangelio. Es como si le dijéramos a Cristo que su sacrificio no fue tan importante después de todo. Nuestra búsqueda de la pureza es una forma de honrar la cruz.

Reflexión y oración

La iglesia no es un club social donde cada quien vive como quiere. Somos el pueblo que Dios ha rescatado, llamados a ser santos como Él es santo. No debemos abrazar la cultura ultra tolerante del mundo, sino ser obedientes a la Palabra de Dios. La disciplina eclesiástica, aunque difícil y dolorosa, es una práctica bíblica y necesaria para la salud de la iglesia y la gloria de Dios.

Señor, Danos la valentía para reflejar tu santidad, no con un espíritu de juicio farisaico, sino con un amor que anhela la restauración No queremos ser indiferente al pecado. Ayúdanos a nunca tomar a la ligera el sacrificio de Cristo, y que nuestra vida en comunidad sea un testimonio del poder de tu evangelio que nos limpia y nos hace nuevos. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 24, 1 Corintios 5, Ezequiel 3, Salmos 39

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.