Devocional para el 02 de septiembre

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Versículo base: «Pero a causa de las inmoralidades, que cada hombre tenga su propia mujer, y cada mujer tenga su propio marido» (1 Corintios 7:2, NBLA)

Cuando la santidad se malentiende: matrimonio y celibato

En el capítulo 6 de 1 Corintios, vimos como Pablo cerró con una declaración muy clara: nuestro cuerpo no nos pertenece, fue comprado por precio y es templo del Espíritu Santo. «¡Huyan de la inmoralidad sexual!» les dijo. Pero esta exhortación tan fuerte generó una reacción inesperada en Corinto. Algunos, en su celo por ser santos, se fueron al extremo opuesto: comenzaron a pensar que toda relación sexual, incluso dentro del matrimonio, era impura. Circulaba entre ellos un lema: «Bueno le es al hombre no tocar mujer». Matrimonios establecidos estaban absteniéndose de relaciones íntimas, algunos consideraban divorciarse para vivir en «verdadera espiritualidad», y los solteros veían el matrimonio como un obstáculo para la santidad. Pablo ahora debe corregir este malentendido peligroso. La santidad no significa negar el diseño de Dios para el matrimonio, sino vivirlo según Su voluntad.

Entendiendo el pasaje

Con el capítulo 7, Pablo inicia una nueva sección donde responde las preguntas que los corintios le enviaron por escrito. «En cuanto a las cosas de que me escribieron…» (v.1). El capítulo completo aborda diferentes estados civiles y situaciones maritales con una estructura clara. Primero, Pablo habla sobre el matrimonio y las relaciones íntimas (vv. 1-9), estableciendo que mientras el celibato es bueno para quienes tienen ese don, el matrimonio es el diseño normal de Dios y las relaciones sexuales dentro de él son un deber mutuo. Segundo, da instrucciones sobre el divorcio (vv. 10-16), diferenciando entre matrimonios donde ambos son creyentes y matrimonios mixtos. Tercero, establece el principio general de permanecer en el estado en que fueron llamados (vv. 17-24), usando la circuncisión y la esclavitud como ejemplos.

Cuarto, aborda el tema de las vírgenes y solteros (vv. 25-38), donde reconoce que la soltería tiene ventajas para servir al Señor sin distracciones, pero el matrimonio no es pecado. Finalmente, habla sobre las viudas (vv. 39-40), permitiendo nuevas nupcias pero recomendando permanecer viudas si pueden. El hilo conductor de todo el capítulo es claro: tanto el matrimonio como la soltería son estados válidos ante Dios, cada uno con sus propios desafíos y bendiciones. Lo importante no es el estado civil, sino vivir en santidad donde Dios nos ha puesto.

Tres verdades bíblicas

  1. El sexo dentro del matrimonio no es una concesión al pecado, sino parte del diseño perfecto de Dios Contra la idea de que la verdadera espiritualidad requiere abstinencia total, Pablo establece que las relaciones sexuales en el matrimonio son un deber conyugal. «El marido debe cumplir su deber para con su mujer, e igualmente la mujer para con su marido» (v.3). No es simplemente algo permitido; es algo debido. El cuerpo del esposo pertenece a la esposa y viceversa. Este es un derecho que se cede mutuamente al casarse. Negarse el uno al otro, excepto por acuerdo mutuo y temporal para dedicarse a la oración, es abrir una puerta a la tentación satánica. El pecado ha distorsionado tanto el sexo que algunos cristianos piensan que es inherentemente sucio. Pero Dios lo creó antes de la caída. Es santo, puro y bueno cuando se vive según Su diseño. No permitas que la perversión del mundo te robe este regalo de Dios.
  2. El amor matrimonial es un pacto inquebrantable, no un contrato condicional «A los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe separarse de su marido» (v.10). Pablo distingue entre su consejo apostólico y el mandato directo de Cristo. El matrimonio no es un experimento social que termina cuando «se acaba el amor». Es un pacto ante Dios que tiene como fin comunicar la fidelidad de ese Dios y la forma en que Él se relaciona con Su pueblo. Hoy muchas parejas se divorcian porque «ya no sienten lo mismo» o porque «encontraron su alma gemela». Pero el amor bíblico no es primariamente un sentimiento; es una decisión, un compromiso, una serie de acciones sacrificiales al estilo de Cristo. Los sentimientos van y vienen como las olas, pero el pacto permanece como la roca. Si estás casado, tu llamado no es sentir mariposas en el estómago todos los días, sino amar activamente a tu cónyuge como Cristo amó a la iglesia, incluso en los cuando no tengas ganas. Y eso no quiere decir que debemos acudir a una forma de amor pragmático; Dios nos dio emociones, pero es cierto que nuestras emociones no pueden ser el piso sobre el que hecho descansar algo tan importante como el pacto matrimonial. Mira tu anillo y se fiel a ese pacto.
  3. Tu situación matrimonial actual es el campo misionero que Dios te ha asignado Pablo da una instrucción especial para matrimonios mixtos: si el incrédulo consiente en vivir con el creyente, no se divorcien. «Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer» (v.14). Esto no significa salvación automática, sino que el creyente tiene una influencia santificadora en el hogar. Aquí hay un principio importante y es que no es el creyente el que abandona el barco. Mientras el incrédulo tenga consentimiento verdadero de continuar, el hecho que no sea creyente no hace menos válido el pacto matrimonial, de hecho, lo convierte en una puerta para traer mayor gloria a Dios por medio de la salvación. E cierto que un matrimonio mixto es un reto, pero Dios no hay nada para lo que su gracia no nos capacite. Si estas casado con un incrédulo o una incrédula, tienes un campo misionero en tu propia casa. No dejes de orar, no dejes de modelar el evangelio y no dejes de predicarlo porque la salvación es del Señor y quizás eres tu lo mas cercano a Dios que esa persona incrédula tendrá en su vida.

Reflexión y oración

Los extremos son peligrosos y el matrimonio es una institución sagrada. Ni la inmoralidad desenfrenada ni el ascetismo radical son el camino de Dios. La santidad verdadera no es huir del diseño de Dios sino vivirlo según Sus términos. El matrimonio con sus desafíos y bendiciones es santo. La soltería con su libertad y sus luchas es santa. Lo que no es santo es vivir cualquier estado fuera de la voluntad revelada de Dios. Sea cual sea tu situación, Dios te ha llamado a vivirla para Su gloria.

Padre, gracias por la sabiduría de tu Palabra que nos guarda tanto del libertinaje como del legalismo. Perdónanos cuando hemos visto el matrimonio o la soltería como obstáculos para la santidad en lugar de oportunidades para glorificarte. A los casados, dales gracia para amarse y servirse mutuamente. A los solteros, dales contentamiento y propósito. A todos, danos la sabiduría para vivir en santidad donde nos has puesto, confiando que tú obras todas las cosas para bien. En Cristo Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 26, 1 Corintios 7, Ezequiel 5, Salmos 42-43

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.