Devocional para el 04 de septiembre

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Versículo base: «Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él» (1 Corintios 9:19, 23, NBLA)

Ganar lo que no se puede perder

«No es tonto el que da lo que no puede retener, para ganar lo que no puede perder». Estas palabras las escribió Jim Eliot en su diario, un joven misionero que en 1956 entregó su vida para llevar el evangelio a la tribu Huaorani en Ecuador. Había renunciado a una vida próspera y segura en su país por amor a algo mucho más grande: traer a otros a Cristo. En nuestro devocional anterior, Pablo nos dejó un desafío radical: el amor por nuestro hermano debe poner límites a nuestra libertad. La pregunta que queda es: ¿cómo se ve eso en la práctica? En el capítulo 9, Pablo se presenta a sí mismo como la respuesta. Él es un ejemplo vivo de alguien que, como Jim Eliot, voluntariamente renunció a sus derechos por una ganancia eterna.

Entendiendo el pasaje

Es crucial ver que Pablo no está cambiando de tema. Sigue con la idea del capítulo 8, usando ahora su propia vida como caso de estudio para ilustrar lo que significa renunciar a los derechos por amor. Su argumento se desarrolla en tres etapas claras.

Primero, establece los derechos del apóstol (vv. 1-14). Antes de hablar de su renuncia, Pablo establece firmemente que, como apóstol genuino, él tenía derechos. Usando una serie de preguntas retóricas, argumenta desde el sentido común —un soldado no paga sus propios gastos—, desde la ley de Dios —no pondrás bozal al buey que trilla— y desde el mandato de Cristo mismo —«los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio»—. Tenía todo el derecho a ser sostenido económicamente por la iglesia de Corinto.

Segundo, muestra su renuncia por causa del evangelio (vv. 15-23). Después de probar su caso, Pablo hace una declaración sorprendente: «No me he aprovechado de ninguno de estos derechos». Siendo libre, voluntariamente se hizo siervo de todos. ¿Por qué? Para ganar al mayor número posible y por amor al evangelio. No quería que el dinero fuera un tropiezo para nadie. Se adaptó a los judíos y a los gentiles, se hizo débil a los débiles, todo con el fin de derribar cualquier barrera que impidiera que el evangelio avanzara.

Tercero, habla de la disciplina de la libertad (vv. 24-27). Pablo concluye con la analogía de un atleta. Los deportistas en Corinto se abstenían de muchas cosas y disciplinaban su cuerpo para ganar una corona corruptible. Pablo advierte que la libertad requiere disciplina, no sea que habiendo predicado a otros, él mismo venga a ser descalificado.

Tres verdades bíblicas

  1. El ministerio genuino nunca busca la ganancia como motivación principal Pablo se esfuerza por demostrar que el sostenimiento pastoral es un deber bíblico y un derecho legítimo. Sin embargo, es de amplio conocimiento que muchos hombres han convertido el evangelio en fuente de ganancias deshonestas y por eso el ejemplo de Pablo es un correctivo tan pertinente. Nadie debería entrar al pastorado porque es una salida económica. Aunque es justo y bíblico que la iglesia cuide materialmente de sus líderes, el corazón del siervo debe estar dispuesto a servir incluso si no hubiera recompensa terrenal. Pablo encontraba su mayor gozo en ofrecer el evangelio gratuitamente. Cuando el dinero se convierte en la motivación, el ministerio se corrompe. Como diría Charles Spurgeon: “Quien le sirve a Dios por dinero, le servirá al diablo por un mejor salario.”
  2. El evangelio debe motivar nuestra adaptación cultural sin comprometer la verdad Estamos tan acostumbrados a reclamar nuestros derechos que nos cuesta ceder. Pero el ejemplo de Pablo es de mucha motivación. Su pregunta no era «¿A qué tengo derecho?», sino «¿Qué hará que el evangelio avance?». Esta motivación lo llevó a renunciar a sus comodidades, sus preferencias culturales e incluso su sustento. Se hizo judío con los judíos, griego con los griegos, débil con los débiles. No comprometió el mensaje, pero adaptó el método. Cuando el amor por el evangelio y el deseo de ganar a los perdidos capturan nuestro corazón, nuestras preferencias personales pierden su tiranía sobre nosotros. Los de Corinto necesitaban este ejemplo y nosotros también.
  3. La verdadera libertad cristiana requiere más disciplina, no menos La libertad no es ser esclavos de nuestros deseos con el pretexto de que «todo nos es lícito». Pablo, el hombre más libre en Cristo, dice que «golpea su cuerpo y lo pone en servidumbre». La verdadera libertad es el poder, dado por el Espíritu, para decir no a nuestros apetitos y sí a la meta de glorificar a Cristo. Los atletas corintios se abstenían de vino y ciertos alimentos por meses para ganar una corona de hojas que se marchitaba en días. ¿Cuánto más nosotros que corremos por una corona incorruptible? El peligro de ser ligeros con nuestra libertad es acercarnos tanto al precipicio que caigamos en el libertinaje.

Reflexión y oración

Todo esto nos lleva al evangelio. Nuestra renuncia a la libertad es una recreación a pequeña escala de la obra de Cristo. Él, siendo Rey, renunció a su trono y a todos sus privilegios divinos para hacerse siervo, morir en la cruz y obtener el premio de nuestra salvación. Cuando pensemos en lo difícil que es ceder nuestros derechos, miremos a Cristo. De Él vendrá el aliento, el gozo y el motivo verdadero para vivir. Pablo no renunció a sus derechos porque era débil o tímido. Los renunció porque había visto algo más valioso: almas por las cuales Cristo murió.

Señor, gracias por el ejemplo de siervos como Pablo que nos muestran cómo es una vida rendida al evangelio. Perdóname por las veces que me aferro a mis derechos, mis preferencias y mi comodidad, olvidando el llamado a ganar a otros. Dame un corazón que ame tu evangelio por encima de mis privilegios. Ayúdame a vivir mi libertad con disciplina y propósito, para que al final de mi carrera no sea descalificado, sino que reciba la corona incorruptible que has prometido. Por Cristo Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 28, 1 Corintios 9, Ezequiel 7, Salmos 45

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.