Devocional para el 05 de septiembre

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Versículo base: «No quiero que ignoren, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar… Sin embargo, Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues quedaron tendidos en el desierto» (1 Corintios 10:1, 5, NBLA)

El peligro de la autoconfianza espiritual

El sesgo de autoconfianza, o efecto de sobreconfianza, es un sesgo cognitivo que aparece en nuestra toma de decisiones cuando existe un alto grado de incertidumbre. Daniel Kahneman, psicólogo judío-estadounidense dedicado al estudio del comportamiento humano en la toma de decisiones, especialmente en economía y finanzas, lo sintetizó con la expresión “lo que ves es todo lo que hay”. En otras palabras, quien padece un exceso de autoconfianza decide basándose en el conocimiento que asume tener sobre algo, sin considerar otros factores —incluidas las experiencias pasadas— y actúa como si todo fuera a salir como lo espera solo porque cree que así será.

Muchos inversionistas han perdido fortunas por confiar demasiado en sus habilidades. Conductores experimentados causan accidentes por exceso de confianza. ¿Qué tiene esto que ver con una iglesia del primer siglo? Muchísimo. Los corintios se jactaban de su conocimiento teológico y su libertad en Cristo, pero esa confianza excesiva los estaba acercando a un abismo. Pablo les pone frente al espejo de Israel: un pueblo que tenía todas las bendiciones espirituales pero murió en el desierto por su autoconfianza. El mensaje que quiere poner en sus mentes es este: no te confíes demasiado, porque puedes terminar como Israel, desechado antes de heredar la promesa.

Entendiendo el pasaje

Pablo conecta directamente con el capítulo 9 donde dijo: «Golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado» (9:27). Ahora ilustra este peligro con el ejemplo de Israel. El capítulo 10 completo se divide en dos grandes secciones que forman una unidad.

Primera sección: El ejemplo de Israel (vv. 1-13). Pablo comienza recordando las bendiciones que Israel disfrutaba: estuvieron bajo la nube, pasaron el mar, fueron bautizados en Moisés, comieron el maná, bebieron del agua de la roca. No son eventos aleatorios; Pablo los escogió para que los corintios se identificaran con sus propias bendiciones. Pero viene la advertencia: «De la mayor parte de ellos no se agradó Dios». Luego lista cinco pecados específicos: codiciaron lo malo, fueron idólatras, fornicaron, provocaron al Señor, murmuraron. El punto culmina con la advertencia: «El que piensa estar firme, mire que no caiga», pero también con esperanza: «Fiel es Dios, que no los dejará ser tentados más de lo que pueden soportar».

Segunda sección: La aplicación práctica sobre la idolatría (vv. 14-33). Pablo pasa de la advertencia a la aplicación: «Por tanto, huyan de la idolatría» (v.14). Les explica que aunque un ídolo no es nada, participar en banquetes paganos es tener comunión con demonios (vv. 14-22). No pueden beber la copa del Señor y la copa de los demonios. Luego retoma el principio de libertad del capítulo 8: «Todo es lícito, pero no todo conviene» (v.23). Da instrucciones prácticas: coman lo que se vende en la carnicería sin preguntar, pero si alguien les dice que es sacrificado a ídolos, no lo coman por causa de la conciencia del otro (vv. 25-30).

El capítulo culmina con el principio supremo: «Háganlo todo para la gloria de Dios» (v.31), y el ejemplo personal de Pablo que imita a Cristo (11:1).

Todo el capítulo es una unidad y su mensaje es mas o menos este: la autoconfianza llevó a Israel al desastre, no se confíen ustedes; la idolatría es peligrosa, huyan de ella; usen su libertad sabiamente, hagan todo para la gloria de Dios.

Tres verdades bíblicas

  1. Las bendiciones espirituales no garantizan inmunidad contra el pecado Israel tenía todo: la presencia visible de Dios en la nube, liberación milagrosa, alimento del cielo, agua de la roca. Nosotros también: el bautismo, la cena del Señor, el Espíritu Santo, la Palabra completa. Pero estas bendiciones no son amuletos mágicos. El bautismo y la cena no son meros rituales que practicamos rutinariamente; son símbolos gloriosos de nuestra unión con Cristo. Pero si nos confiamos de ellos como si fueran garantías automáticas de salvación, estamos en peligro. Cuántas veces salimos del domingo, especialmente si hay cena del Señor, como si ya estuviéramos a cuenta con Dios y tuviéramos papel en blanco para pecar en la semana. Las bendiciones espirituales son para fortalecernos, no para envanecernos.
  2. El conocimiento correcto sin obediencia práctica es autoengaño y es peligroso Los corintios se jactaban de entender que los ídolos no son nada, pero usaban ese conocimiento para justificar prácticas peligrosas. La libertad en Cristo no puede ser pretexto para el pecado. No debes usar tu libertad para comer como pretexto para la glotonería y la gula, no debes usar el beber como pretexto para la embriaguez. No debes usar tu libertad para vestirte como pretexto para la inmodestia. No debes usar tu libertad para estar en cualquier lugar como pretexto para la lujuria. Nadie cae de repente; todos comienzan justificando con la libertad que tienen para hacer cosas que parecen inofensivas. Niños y adolescentes, no se confíen en la profesión de fe de sus padres. Adultos, no vivan de los réditos de una vida espiritual pasada. No nos creamos la mentira de que si creemos lo correcto estamos en zona segura. Nadie era tan cercano a la verdad como Judas. Si realmente hemos creído en Cristo eso se verá en una vida de frutos y arrepentimiento permanente.
  3. Todo lo que hacemos debe pasar la prueba de la gloria de Dios, no la de nuestra libertad Pablo cierra el capítulo con el principio que debería gobernar todo: «Ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (v.31). No dice «háganlo porque son libres» o «háganlo porque tienen conocimiento». La pregunta no es «¿puedo?» sino «¿glorifica esto a Dios?». Los corintios estaban tan obsesionados con ejercer su libertad que algunos participaban en banquetes paganos argumentando que los ídolos no son nada. Pablo les advierte: aunque el ídolo sea madera muerta, los demonios usan esa adoración falsa para su provecho. «No pueden beber la copa del Señor y la copa de los demonios» (v.21). ¿Quieren provocar a celos al Señor? La idolatría no siempre es postrarse ante una estatua; es cualquier cosa que desplace a Dios del centro. Cuando tu libertad se vuelve más importante que la gloria de Dios, tu libertad se ha convertido en tu ídolo. Pablo termina con su ejemplo personal: «Sean imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo» (11:1). Cristo renunció a toda Su libertad divina para glorificar al Padre. Esa es la medida. No preguntes hasta dónde puedes llegar sin pecar; pregunta qué glorifica más a Dios.

Reflexión y oración

Somos el pueblo especial de Dios, pero esto no debe llevarnos a una confianza excesiva. Algunos se confían de sus muchos años en el evangelio, otros de estar en la iglesia correcta, otros de escuchar buena predicación. Pero nada de esto puede salvarnos por sí mismo. Es cuestión de revisar cada día nuestra fe, examinarnos a la luz de la Palabra y vivir en arrepentimiento. Israel fue puesto como ejemplo de cómo la autoconfianza puede desencadenar una tragedia espiritual. Murieron en el desierto por su dureza. A eso se refería Pablo con ser descalificado después de haber predicado a muchos.

Señor, perdónanos por las veces que nos hemos confiado en nuestras bendiciones espirituales como si fueran garantías automáticas. Perdónanos por usar nuestro conocimiento y libertad como pretexto para acercarnos peligrosamente al pecado. Ayúdanos a ver que las mismas bendiciones que disfrutó Israel las tenemos nosotros, y el mismo peligro nos acecha. Danos humildad para reconocer nuestra debilidad y fe para confiar en tu fidelidad. Cuando seamos tentados, muéstranos la salida que prometes y danos valor para tomarla. Guárdanos de ser descalificados. Por Jesucristo, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 31, 1 Corintios 10, Ezequiel 9, Salmos 48

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.