Versículo base: «Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre ustedes que no hay resurrección de muertos?» (1 Corintios 15:12, NBLA)
El fundamento que sostiene todo: Cristo resucitó
¿Qué es lo que sostiene tu fe? ¿Qué hace que sigas siendo cristiano? Puedes pensar en tu experiencia de conversión, el compañerismo de la iglesia o la obra del Espíritu. Pero me refiero a lo que hace tu fe diferente a cualquier otro credo religioso. La mayoría de cristianos encuentra problemas con estas preguntas porque su fe está basada en experiencias o verdades superficiales. Pero hay una verdad sobre la cual el cristianismo se cae o se levanta: Cristo resucitó de entre los muertos. Todo lo que creemos descansa en un hecho histórico probado: Jesús se levantó de la tumba. Los corintios, influenciados por el dualismo platónico, habían restado importancia a lo material. Veían el cuerpo como un cascarón sin valor, lo que justificaba sus pecados y los llevó a cuestionar la resurrección futura. Pablo les muestra que negar la resurrección corporal es negar el evangelio mismo.
Entendiendo el pasaje
El capítulo 15 es la defensa más extensa de la resurrección en toda la Escritura. Pablo estructura su argumento en dos grandes secciones: la doctrina de la resurrección y sus implicaciones (vv. 1-34), y la naturaleza del cuerpo resucitado (vv. 35-58).
En la primera parte, Pablo establece la resurrección como hecho histórico verificable (vv. 1-11). Comienza recordándoles el evangelio que recibieron: Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día. Luego presenta evidencias irrefutables: apareció a Pedro, a los doce, a más de quinientos hermanos (la mayoría aún vivos), a Jacobo, a todos los apóstoles y finalmente a Pablo mismo. La historiografía —la ciencia que investiga hechos pasados— usa exactamente estos elementos que Pablo presenta. Después muestra las implicaciones negativas de negar la resurrección (vv. 12-19): si los muertos no resucitan, Cristo tampoco resucitó; si Cristo no resucitó, vana es la predicación y la fe, seguimos en pecados, somos los más dignos de lástima. Luego presenta las implicaciones positivas (vv. 20-34): Cristo ha resucitado como primicias, en Él todos serán vivificados, su reino será establecido, la muerte será destruida.
En la segunda parte (vv. 35-58), Pablo responde a la pregunta burlona: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?». Usa tres analogías: la semilla que muere y produce una planta superior, los diferentes tipos de carne y gloria, Adán y Cristo como representantes de lo terrenal y celestial. El cuerpo resucitado mantiene continuidad con el actual pero será transformado: se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; se siembra en debilidad, resucita en poder; se siembra cuerpo natural, resucita cuerpo espiritual. Culmina con el misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante cuando suene la trompeta final.
Tres verdades bíblicas
- La resurrección de Cristo es el fundamento objetivo e histórico de nuestra fe Pablo presenta pruebas contundentes: las Escrituras lo anunciaron, más de quinientos testigos lo vieron, vidas fueron transformadas. ¿Qué podía explicar que Pedro, quien negó a Cristo, ahora muriera por Él? ¿Qué convirtió a Jacobo, el hermano escéptico, en líder de la iglesia? ¿Qué transformó a Pablo de perseguidor en apóstol? Solo el encuentro con el Cristo resucitado. Lee Strobel, periodista ateo de Yale que investigó el cristianismo para refutarlo, concluyó: «La resurrección de Jesús es una realidad histórica que no se basa en mitología, sino en un fundamento sólido de verdad histórica». Más de dos mil años han pasado y nadie ha podido refutar la tumba vacía. Nuestra fe no es una experiencia emocional; descansa en un hecho objetivo, verificable.
- Negar la resurrección corporal es negar el evangelio completo Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, falsa nuestra fe, seguimos en pecados. La prueba de que Cristo pagó exitosamente nuestra deuda es que resucitó. Si la muerte lo retuvo, significa que tenía pecados propios que pagar y no puede pagar los nuestros. Los corintios querían un cristianismo espiritual sin cuerpo, pero Cristo tuvo un cuerpo material que resucitó. Una mala doctrina siempre conduce a mala práctica. Por eso fornicaban y se emborrachaban: si no hay resurrección, «comamos y bebamos que mañana moriremos». Nietzsche desarrolló esta visión nihilista: si no hay nada después, nada tiene sentido.
- La resurrección garantiza la transformación gloriosa de nuestros cuerpos «Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción» (v.42). El cuerpo resucitado mantiene continuidad —seguiremos siendo nosotros— pero será transformado para la eternidad. Como una semilla produce una planta superior según su especie, nuestro cuerpo dará origen a uno superior pero esencialmente el mismo. No serán almas flotantes en nubes algodonadas, sino cuerpos reales adaptados para un cielo nuevo y tierra nueva. Los que vivan cuando Cristo venga serán transformados en un abrir y cerrar de ojos. Entonces la muerte será sorbida en victoria. «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» Esta esperanza transforma nuestro presente: nuestro trabajo en el Señor no es en vano.
Reflexión y oración
Todo el cristianismo reposa sobre el filo de esta navaja. Si alguien pudiera probar que Cristo no resucitó, el cristianismo desaparecería. Pero la tumba sigue vacía. Cuando los ataques vienen, cuando las preguntas difíciles surgen, siempre volvemos al mismo lugar: una tumba sin cuerpo, tal como Él lo anunció. La resurrección le da base sólida a nuestra fe. Para los que han perdido seres queridos en Cristo, hay esperanza. Para los que sufren, el dolor tiene sentido. Para los que sirven, su trabajo no es en vano. Pero si no tienes a Cristo, esa eternidad será en muerte, lejos de Dios.
Señor, gracias porque nuestra fe no descansa en fábulas sino en el hecho histórico de tu resurrección. Perdónanos cuando vivimos como ateos prácticos, diciendo que existes pero viviendo sin esperanza. Ayúdanos a entender que todo —nuestra predicación, nuestra fe, nuestra esperanza— depende de que tú venciste la muerte. Que esta verdad transforme cómo vivimos el presente, sabiendo que nuestro trabajo en ti no es en vano. Mantennos firmes y constantes hasta que vengas o nos llames. Por Jesucristo resucitado, amén.