Devocional para el 18 de septiembre

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Versículo base: «La tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce arrepentimiento para salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.» (2 Corintios 7:10, NBLA)

Tristeza según Dios, vida según el Evangelio

Uno de los dones más grandes que podemos recibir como pecadores en recuperación es el de arrepentirnos. Sentir dolor por la ofensa que ocasionamos a Dios por nuestro pecado es el primer paso para acercarnos a disfrutar de su misericordia, pero esto no siempre es fácil de identificar. En ocasiones, el pecado trae tristeza y no necesariamente una que produce arrepentimiento, sino el dolor por ser descubiertos o ser expuestos a la vergüenza. Lo llamamos remordimiento de conciencia y, aunque se parece al arrepentimiento, la reincidencia cínica en el pecado y el no ser conscientes de que ofendemos a Cristo es lo que comúnmente nos delata.

ENTENDIENDO EL PASAJE

Pablo había confrontado a los corintios por pecados que ellos toleraban y que estaban dañando el testimonio del evangelio. Después de esa confrontación, recibe noticias de que la iglesia no se quedó en la defensiva: hubo tristeza, sí, pero una tristeza que procedía de Dios y que los llevó a corregir lo que estaba torcido. Por eso escribe estas palabras. Su objetivo no es lastimar, es pastorear: distinguir entre un dolor que abre la puerta a la vida y otro que cierra el alma. Dios usa una tristeza alineada con su voluntad para movernos al arrepentimiento que conduce a la salvación y a la paz, mientras que la tristeza centrada en el yo termina en muerte.

Veamos el flujo del pensamiento. Primero, Pablo reconoce que su reprensión entristeció, pero se alegra porque esa tristeza produjo arrepentimiento y cambio. Luego establece la diferencia entre dos tristezas: la que mira a Dios y la que mira a uno mismo. La primera reconoce la gravedad del pecado como ofensa a Dios y corre a Cristo; la segunda se queda en la vergüenza, la imagen y las consecuencias. Finalmente, muestra que la tristeza según Dios genera frutos visibles (lo detalla en el versículo 11) y trae alivio real: “sin dejar pesar”. Ahora bien, no es una comparación de intensidades, sino de fuentes y destinos distintos.

TRES VERDADES BÍBLICAS

  1. Sentir dolor por el pecado es la marca de un verdadero arrepentido.
    Si pecas y no te duele, algo está roto. El pecado es destrozo, dañino y amargo; nadie que se diga creyente debería sentirse cómodo con él. La tristeza según Dios suena como una alarma honesta: “Pequé contra ti, Señor”. En la práctica, esto te lleva a llamar pecado al pecado en la conversación con tu cónyuge, en ese correo que exagera logros, en la navegación nocturna que intentas justificar. Esa tristeza es lucidez espiritual. Si no aparece, pon en tela de juicio tu propia profesión de fe y vuelve a Cristo. No hay nada que el evangelio no pueda solucionar.
  2. El verdadero arrepentimiento produce frutos evidentes.
    El arrepentimiento es un cambio de dirección. Cambias hábitos y pasos. Si mentiste, corriges y ofreces restitución. Si caes en lo digital, instalas límites reales, rindes cuentas y cambias rutinas de noche por luz y comunidad. Si la ira gobierna tu tono, pides perdón sin condicionales y aprendes a escuchar. La tristeza según Dios se nota en la agenda, en el presupuesto y en la conversación. La obra de Dios en el corazón se ve en decisiones concretas, medibles y sostenidas en el tiempo. Arrepentirse es girar hacia Cristo y caminar, no girar en círculos en el remordimiento.
  3. Sentir vergüenza y dolor por ser descubiertos no es arrepentimiento genuino.
    El remordimiento llora por las consecuencias; el arrepentimiento llora por haber ofendido a Dios. El remordimiento busca limpiar la imagen; el arrepentimiento busca ser limpiado por la sangre de Cristo. Por eso el remordimiento suele terminar en cinismo (“así soy”) o en sofisticar las excusas (“todos lo hacen”). La tristeza según Dios, en cambio, ama la luz: confiesa, acepta la disciplina y abraza la gracia. Si hoy fuiste expuesto, no negocies con la penumbra. Corre a Cristo. Él recibe, perdona y rehace. Ahora bien, no confundas emoción intensa con fe obediente. La señal no es cuántas lágrimas caen, es qué pasos das.

REFLEXIÓN Y ORACIÓN

La tristeza según Dios mira a Cristo y camina hacia la vida. La tristeza del mundo mira al yo y termina sin salida. Dios hiere para sanar. Confronta y salva. Entristece y vivifica. La paz llega cuando confesamos, creemos y obedecemos.

Oración: Padre, me duele haberte ofendido. Líbrame del remordimiento estéril y concédeme tristeza según tu voluntad. Dame valentía para confesar, humildad para pedir perdón y obediencia para dar pasos concretos. Gracias por Jesús, que llevó mi culpa y me llama a volver sin dejar pesar. Por tu Espíritu, endereza mis caminos hoy. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

2 Samuel 14, 2 Corintios 7, Ezequiel 21, Salmo 68.

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.