Devocional para el 22 de septiembre

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Versículo base: «En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar, casi resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes al ver la prosperidad de los impíos» (Salmo 73:2-3, NBLA)

Cuando los malos ganan y los buenos pierden

Seamos honestos: hay días en que parece que el sistema está arreglado a favor de los tramposos. Ves al compañero que miente en su hoja de vida conseguir el ascenso mientras tú, que has sido íntegro, sigues en el mismo escritorio. El vecino que evade impuestos acaba de comprar su tercera propiedad mientras tú luchas para pagar el arriendo siendo honesto con cada declaración. El influencer que vende humo tiene millones de seguidores mientras el pastor fiel predica a treinta personas cada domingo. Si esto te hace sentir que la integridad no vale la pena, no estás solo. El salmista Asaf casi pierde la fe por exactamente lo mismo.

Entendiendo el pasaje

El Salmo 73 es brutalmente honesto sobre una crisis de fe que todos enfrentamos pero pocos admitimos. Asaf, uno de los directores de música del templo, un hombre dedicado a dirigir la adoración de Israel, confiesa que casi abandonó todo al ver la aparente injusticia de la vida. Los versículos 2 y 3 usan un lenguaje visceral: sus pies casi resbalan, como quien camina sobre hielo y está a punto de caer. La palabra hebrea para «envidia» aquí es קָנָא (qaná), que implica un celo ardiente, una pasión consumidora que te carcome por dentro.

Ahora bien, el contexto del salmo nos muestra que Asaf no era un creyente inmaduro quejándose porque no tenía el último modelo de sandalia. Era un líder espiritual procesando una contradicción teológica profunda: si Dios es justo y bueno, ¿por qué los impíos prosperan mientras los justos sufren? Los versículos 4-12 describen con detalle casi obsesivo la vida de los malvados: no tienen luchas, sus cuerpos están sanos y fuertes, no participan de las penurias humanas normales, la soberbia los adorna como collar, la violencia los cubre como vestido, y aun así «siempre están tranquilos y aumentan sus riquezas». Mientras tanto, Asaf dice en el versículo 14: «Pues en vano he mantenido puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia, porque he sido azotado todo el día». El sentido de este pasaje es mostrar que incluso los más espirituales luchan cuando la realidad parece contradecir las promesas de Dios. Pero el punto de inflexión llega en el versículo 17: «hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos». La adoración le dio perspectiva eterna.

Tres verdades bíblicas

  1. La prosperidad material no es el termómetro del favor divino La prosperidad no mide el favor de Dios. Si así fuera, los narcotraficantes serían los más bendecidos y los misioneros los más maldecidos. Necesitas entender que Dios hace salir su sol sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos. La prosperidad de los impíos es temporal y superficial; puede que tengan cuentas bancarias llenas pero almas vacías. Puede que duerman en camas de oro pero no pueden dormir por la culpa. Dios te está midiendo con una vara diferente: fidelidad, no finanzas; carácter, no cuentas; obediencia, no opulencia. Tu pobreza con paz vale más que sus riquezas con ansiedad. Cuando veas prosperar a los corruptos, recuerda que Dios no está aplaudiendo su maldad; está siendo paciente, dándoles oportunidad de arrepentirse antes del juicio.
  2. La justicia divina opera en el tiempo de Dios, no en el nuestro En el mundo hay cosas que parecen injustas pero que serán puestas en orden por el Señor. El versículo 18 dice: «Ciertamente Tú los pones en lugares resbaladizos; los arrojas a la destrucción». Un día el Ser hará justicia y nadie se salda con la suya. No te desesperes cuando el malvado escape de la justicia humana; hay un tribunal superior que no acepta sobornos ni se deja intimidar por abogados caros. El problema es que queremos justicia instantánea, como café soluble, pero Dios trabaja en escalas de tiempo eternas.
  3. El contentamiento es un músculo espiritual que debes ejercitar Debes vivir con contentamiento con lo que Dios te da y no en la frustración por lo que no tienes. La envidia es un ácido que corroe el alma. Cada minuto que pasas comparando tu capítulo 3 con el capítulo 20 de otro es un minuto robado a tu propia historia. Dios no te llamó a vivir la vida de ellos sino la tuya. El contentamiento no significa conformismo mediocre; significa confiar que Dios sabe exactamente qué necesitas para cumplir el propósito que tiene para ti. Pablo aprendió el secreto: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación». No nació contento; lo aprendió. Es una disciplina, no un don. Practica la gratitud deliberadamente. Cuenta tus bendiciones, literalmente. Cuando sientas envidia, ora por la persona que envidias. Es imposible envidiar a alguien por quien estás orando genuinamente.

Reflexión y oración

La envidia por la prosperidad de los impíos es una tentación antigua que requiere una solución eterna: ver la vida desde la perspectiva del santuario. Cuando adoramos, recordamos que hay más en la historia que lo que nuestros ojos pueden ver. Los impíos prósperos son como fuegos artificiales: brillan intensamente pero se apagan rápidamente. Los justos son como árboles plantados junto a corrientes de agua: su fruto viene en su tiempo, y su hoja no cae.

Padre, confieso que a veces me consume la envidia cuando veo prosperar a quienes no te honran. Perdóname por medir tu bondad con la vara equivocada. Ayúdame a ver que su prosperidad es vapor que pronto se desvanecerá, mientras que mi herencia en ti es eterna. Dame contentamiento con lo que has puesto en mis manos, sabiendo que es exactamente lo que necesito para el propósito que tienes para mí. Cuando la envidia amenace con hacerme tropezar, llévame a tu santuario para recuperar la perspectiva eterna. Recuérdame que prefiero ser portero en tu casa que vivir en las mansiones de la maldad. Guarda mi corazón de la amargura y llénalo de gratitud, porque al final del día, te tengo a ti, y fuera de ti nada deseo en la tierra. En el nombre de Jesús, quien siendo rico se hizo pobre para enriquecerme eternamente. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

2 Samuel 18, 2 Corintios 11, Ezequiel 25, Salmo 73

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.