Versículo base: «Pero entonces, cuando no conocían a Dios, servían a los que por naturaleza no son dioses. Pero ahora que han llegado a conocer a Dios, o más bien, que han llegado a ser conocidos por Dios, ¿cómo es que se vuelven otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales, a las cuales desean volver a estar esclavizados de nuevo?» (Gálatas 4:8-9, NBLA)
Cuando quieres volver a las cadenas rotas
¿Alguna vez has experimentado la sensación de ver que todo el trabajo que inviertes en una tarea ha sido en vano? Puede ser en cosas pequeñas, algún trabajo manual; pero en ocasiones eso puede verse recreado a mayor escala en la crianza de los hijos, por ejemplo, luego de haber invertido parte de nuestra vida en ser padres responsables, encontrarse con hijos que han tomado un camino distinto al que esperamos. O tal vez la frustración por un matrimonio en crisis. Este no es un sentimiento extraño, pero pudiéramos estar de acuerdo en que es algo que no quisiéramos experimentar. Siempre queremos ver que el trabajo que invertimos tenga resultados, por lo menos cercanos a los esperados. Pablo experimentó esta misma frustración con los gálatas, pero en una escala infinitamente más grave: temía que su trabajo de llevarlos a Cristo hubiera sido completamente en vano.
Entendiendo el pasaje
El capítulo 4 de Gálatas es el clímax emocional de la carta. Pablo ha pasado de los argumentos teológicos a un ruego apasionado y personal. El capítulo se divide en tres secciones principales que revelan la profundidad del problema gálata.
Primero, en los versículos 1-7, Pablo usa la ilustración del heredero menor de edad. Aunque es dueño de todo, vive como esclavo hasta que llega el tiempo señalado por el padre. Así éramos nosotros bajo la ley: herederos en promesa pero esclavos en práctica. Pero cuando llegó el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para redimirnos. El resultado es glorioso: «Así que ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios» (v. 7).
Luego viene nuestro texto (vv. 8-11), donde Pablo confronta directamente el absurdo de su situación. Los gálatas habían sido paganos adorando dioses griegos. Ahora conocían al Dios verdadero —o mejor dicho, habían sido conocidos por Él— ¿y querían esclavizarse a rituales religiosos? Pablo equipara guardar días, meses, estaciones y años con volver a la idolatría. No porque estos rituales fueran malos en sí mismos, sino porque confiar en ellos para la salvación es tan inútil como adorar a Zeus.
Finalmente, en los versículos 12-31, Pablo hace su apelación más personal. Les recuerda cómo lo recibieron con amor cuando llegó enfermo (vv. 12-16). Expone las motivaciones egoístas de los judaizantes (vv. 17-18). Expresa su angustia maternal por ellos: «Hijos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes» (v. 19). Y cierra con la alegoría magistral de Agar y Sara, mostrando que los hijos de la promesa no pueden ser hijos de la esclava.
Ahora bien, el sentido de este pasaje es devastador: después de conocer la libertad en Cristo, los gálatas querían volver a la esclavitud religiosa. Es como un prisionero liberado que ruega que lo dejen volver a su celda.
Tres verdades bíblicas
- Todo sistema religioso sin Cristo es idolatría disfrazada Pablo dice algo escandaloso: guardar el calendario religioso judío es equivalente a adorar ídolos paganos. ¿Por qué? Porque cualquier sistema que prometa salvación fuera de Cristo es un dios falso. No importa si es Zeus, Buda, o incluso la ley de Moisés mal entendida. Si confías en rituales, en tu moralidad, en tu disciplina espiritual para ser acepto ante Dios, estás adorando un ídolo. Tu religiosidad puede ser tu dios falso. Tus buenas obras pueden ser tu Baal. Tu conocimiento bíblico puede ser tu becerro de oro. Todo lo que no sea Cristo crucificado como base de tu salvación es idolatría, por más bíblico que parezca.
- Dios te conoció antes de que tú lo conocieras El versículo 9 corrige nuestra perspectiva: no es que conociste a Dios, sino que fuiste conocido por Él. Tu salvación no comenzó cuando levantaste la mano en una iglesia; comenzó en la eternidad cuando Dios puso su amor en ti. Él te vio en tu pecado y te amó. Te conoció en tu rebelión y envió a su Hijo por ti. No llegaste a Dios porque fueras más inteligente o más bueno que otros. Llegaste porque Él te conoció, te buscó, te encontró. Esto destruye todo orgullo religioso. No puedes jactarte de conocer a Dios cuando la realidad es que Él te conoció primero, te amó primero, te escogió primero.
- Volver al legalismo hace vano el sacrificio de Cristo Pablo teme haber trabajado en vano. No porque perdiera su tiempo, sino porque si los gálatas abandonaban el evangelio, estarían declarando que la cruz no fue suficiente. Cada vez que añades un requisito extra para la salvación, estás diciendo que Cristo no completó la obra. Cada vez que confías en tu desempeño religioso, estás invalidando la gracia. La perseverancia en el evangelio puro es lo que evidencia fe genuina. No es cuánto conoces de la Biblia, sino qué tan firmemente te aferras solo a Cristo. Si después de conocer la gracia vuelves a las obras, no solo retrocedes; apostatas.
Reflexión y oración
El capítulo 4 nos confronta con una pregunta incómoda: ¿A qué cadenas rotas quieres volver? Conociste la libertad en Cristo, pero algo en ti extraña la celda. Tal vez sea la seguridad de las reglas, el orgullo de sentirte más santo, la comodidad de una religión predecible. Pero Pablo te grita con lágrimas: ¡No hagas vano el evangelio! Cristo no murió para que tú le añadieras tus obras. Te liberó completamente o no te liberó en absoluto.
Padre, perdóname por las veces que he querido volver a las cadenas que Tú rompiste. Confieso que a veces confío más en mi religiosidad que en tu gracia, más en mis rituales que en tu Hijo. Gracias porque me conociste antes de la fundación del mundo y me amaste cuando era tu enemigo. No permitas que haga vano el sacrificio de Cristo añadiendo mis obras muertas a su obra perfecta. Guárdame de toda forma de idolatría religiosa. Que mi única confianza esté en Cristo crucificado. Ayúdame a perseverar en el evangelio puro hasta el fin. En el nombre de Jesús, quien me liberó para siempre. Amén.