Versículo base: «Da, pues, a Tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a Tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo Tuyo tan grande?» (1 Reyes 3:9, NBLA)
Cuando Dios te pregunta: ¿Qué quieres?
¿Alguna vez te has detenido a pensar en cuántas decisiones tomas en un solo día? Desde qué desayunar hasta cómo responder a un comentario en nuestra contra. Qué ruta tomar para evitar el tráfico, si contestar o no una llamada, qué decirle a tu hijo cuando te pregunta algo difícil. Y si algo nos caracteriza hoy es que queremos acertar, queremos tomar las decisiones correctas, pero la verdad es que muchas veces no sabemos ni por dónde empezar. Nos agobia la incertidumbre, nos paraliza el miedo a equivocarnos. Es que donde historias como la de Salomón a inicios de su reinado nos proveen de tanta instrucción acerca de la importancia de la sabiduría para cada momento de nuestras vidas.
Entendiendo el pasaje
Salomón acaba de llegar al trono. Su padre David ha muerto, y ahora él, siendo aún joven, tiene sobre sus hombros el peso de gobernar una nación entera. Este no es cualquier reino pequeño, estamos hablando de Israel en su momento de mayor expansión y prosperidad. Ahora bien, Dios se le aparece en sueños y le hace una pregunta que cambiaría todo: «Pide lo que quieras que Yo te dé».
Piensa en eso por un momento. Dios le está dando a Salomón un cheque en blanco. Podría haber pedido riqueza, fama, larga vida, la destrucción de sus enemigos. Cualquier cosa. Pero Salomón pide sabiduría. Específicamente, pide «un corazón con entendimiento» para discernir entre el bien y el mal y poder gobernar al pueblo de Dios.
Este pedido revela algo profundo del corazón de Salomón: él sabe que no puede hacer esto solo. Sabe que gobernar al pueblo de Dios requiere más que buenas intenciones o habilidades naturales. Necesita la sabiduría que solo viene de Dios. Y el sentido de este pasaje es claro: Dios se agrada cuando reconocemos nuestra dependencia de Él y le pedimos aquello que realmente importa. De hecho, Dios queda tan complacido con esta petición que no solo le da sabiduría, sino también lo que no pidió: riquezas y honor.
Tres verdades bíblicas
1. Tus oraciones revelan lo que realmente valoras
¿Qué pides en tus oraciones? Tómate un momento y piensa honestamente. Muchas veces nuestras oraciones están llenas de peticiones por cosas materiales, por soluciones rápidas a problemas inmediatos, por ese aumento de sueldo, por ese negocio que necesita salir bien. Y escúchame, no estoy diciendo que esté mal orar por esas cosas. Dios se interesa por cada detalle de tu vida. Pero la pregunta es: ¿Es eso todo? ¿Es eso lo principal?
Cuando Salomón tuvo la oportunidad de pedir lo que quisiera, no pidió cosas. Pidió sabiduría. Pidió capacidad para discernir. Y ahí está el punto: lo que pides muestra qué es lo que tu corazón considera más importante. Si todas tus oraciones giran alrededor de lo material, quizá es momento de preguntarte si estás buscando primero el reino de Dios y su justicia, como Jesús nos mandó.
2. Dios es la fuente de toda sabiduría, y pedirla es un acto de humildad
Santiago lo dice claramente en su carta: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada». Ahora bien, cuando Salomón pidió sabiduría, lo que realmente estaba diciendo era: «Señor, yo no puedo hacer esto solo. Necesito que Tú me guíes». Eso es humildad.
Vivimos en un tiempo donde todo el mundo quiere parecer que tiene las respuestas. En el trabajo, en la familia, en las redes sociales. Todos opinan, todos saben, todos tienen la solución. Pero la verdad es que sin Dios, andamos a ciegas. Pedir sabiduría es reconocer que Dios conoce todas las cosas, que Él ve lo que nosotros no vemos, que Él entiende el principio y el fin. Es confesar: «Tú sabes más que yo».
Y aquí hay algo hermoso: cuando le pedimos sabiduría a Dios, Él no nos regaña por no tenerla. No nos hace sentir tontos. La da «abundantemente y sin reproche». Dios se deleita en darnos lo que necesitamos cuando se lo pedimos con un corazón humilde.
3. La sabiduría es necesaria para las decisiones grandes y también para las pequeñas
Puede que pienses: «Bueno, Salomón necesitaba sabiduría porque era rey. Yo solo necesito saber qué cocinar hoy». Pero la sabiduría de Dios es para todo. Para decidir cómo responder ese mensaje que te molestó. Para saber si comprar esa cosa que está en oferta o ahorrar. Para discernir cómo criar a tus hijos. Para manejar ese conflicto en el trabajo. Para saber cuándo hablar y cuándo callar.
Salomón necesitó sabiduría para lo grande: gobernar una nación. Pero también la necesitó para lo pequeño: recuerda el caso de las dos mujeres peleando por un bebé. Ahí vemos la sabiduría de Dios operando en algo que parece cotidiano pero que era crucial para esas personas. Así es contigo. No hay decisión demasiado pequeña para Dios. Él quiere guiarte en todo. Y cuando dependes de Él, cuando buscas su sabiduría cada día, descubres que Él te equipa para vivir bien, para tomar mejores decisiones, para reflejar su carácter.
Reflexión y oración
Dios se agrada cuando le pedimos lo que realmente importa. La sabiduría es una necesidad y pedirla es confesar nuestra dependencia de Él.
Padre, necesito Tu sabiduría cada día. Para las decisiones grandes y para las pequeñas. Perdóname por las veces que actúo como si pudiera resolverlo todo solo, como si no te necesitara. Ayúdame a buscarte primero, a pedirte un corazón con entendimiento. Gracias porque Tú das abundantemente y sin reproche. Que mi vida refleje que Te busco, que Te valoro por encima de todo lo demás. En el nombre de Jesús, amén.