Devocional para el 16 de octubre

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Versículo base: «Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos» (1 Tesalonicenses 2:8, NBLA)

Cuando el amor hace la diferencia

Hace años escuché una frase que se me quedó grabada: “Habla la verdad a las personas y te creerán cuando les digas que las amas. Ama a las personas y te escucharán cuando tengas que decirles la verdad.” Nada más cierto. El amor es el combustible de la verdad. Puedes decir verdades sin amar, pero cuando se dicen con amor evidente, se hacen mucho más provechosas.

Eso es exactamente lo que vemos en este pasaje: la actitud de un verdadero ministro del evangelio. Alguien que ama a las personas y por eso se compromete con la verdad.

Entendiendo el pasaje

Ayer vimos cómo el evangelio llegó a Tesalónica con poder y produjo conversiones genuinas. Hoy, Pablo abre su corazón y nos muestra el otro lado de esa historia: cómo fue su ministerio entre ellos. Después de describir el fruto extraordinario de su trabajo, el apóstol ahora defiende su integridad. Aparentemente, después de su salida forzada de la ciudad, algunos enemigos comenzaron a difamar su carácter, acusándolo de ser un charlatán más de los muchos maestros itinerantes que solo buscaban dinero y fama.

Pablo responde con una defensa apasionada pero también tierna. Les recuerda cómo trabajó día y noche para no serles carga, cómo les predicó sin adulación ni engaño, cómo fue entre ellos como una madre que cuida con ternura y como un padre que exhorta. El centro de todo su argumento está en el versículo 8: su afecto por ellos era tan grande que no solo les entregó el evangelio, sino su propia vida. Los tesalonicenses habían llegado a serle muy queridos. Eso cambia todo.

Tres verdades bíblicas

  1. La verdad y el amor van juntos

Pablo pudo haber predicado doctrina correcta sin involucrarse personalmente. Pudo haberles dado el evangelio y seguir su camino sin mirar atrás. Pero no lo hizo. Les entregó su vida porque los amaba. Aquí está la clave: la verdad sin amor es como un martillo que rompe en lugar de edificar. El amor sin verdad es sentimentalismo vacío que no salva a nadie. Necesitamos ambos. ¿Cómo compartes el evangelio? ¿Lo haces como quien cumple una tarea o como quien genuinamente se preocupa por el bienestar eterno de la persona que tiene enfrente? La verdad que salvó a los tesalonicenses llegó envuelta en el afecto genuino de Pablo.

  1. Compartimos el evangelio por amor a las personas, no a nosotros mismos

Pablo deja claro que su ministerio no fue motivado por buscar gloria o dinero. Trabajaba con sus manos para no ser carga. No usaba palabras lisonjeras ni pretextos para obtener algo. Su motivación era clara: amaba a estas personas. Aquí está el desafío para todos nosotros: cuando servimos, cuando compartimos nuestra fe, cuando discipulamos a alguien, ¿qué nos mueve? ¿Queremos ser vistos, reconocidos, admirados? ¿O genuinamente nos importa el bien del otro? Tu jefe, tu compañero de trabajo, ese vecino difícil, ese familiar que te saca de quicio… ¿los amas lo suficiente como para entregarles tu vida junto con el evangelio?

  1. El amor hace que la exhortación produzca fruto

Pablo da gracias porque su trabajo no fue en vano. Los tesalonicenses recibieron su mensaje y perseveraron. ¿Por qué? Porque el amor estaba detrás de cada palabra. Lo he dicho otras veces: el amor es la fuerza más poderosa del mundo. Cuando corriges a alguien sin amor, generas resistencia. Cuando exhortas con amor, abres corazones. Piensa en tu propia familia. Si estás criando hijos, sabes que hay una diferencia enorme entre disciplinar con enojo y hacerlo con amor genuino. La iglesia de Tesalónica fue el resultado de alguien que los amó de verdad, y ahora ellos estaban imitando ese mismo amor.

Reflexión y oración

El evangelio es poder de Dios. El evangelio es verdad. Pero Dios ha decidido que llegue a través de personas que aman. No seas un dispensador automático de versículos. Involúcrate. Comparte tu vida, tus luchas, tu tiempo.

Padre, perdóname por las veces que he compartido tu verdad sin amor genuino. Perdóname por querer servir buscando mi propia gloria. Enséñame a amar como Pablo amó. Dame un corazón que se involucre, que comparta la vida junto con el mensaje. Que mi familia, mis amigos, las personas en mi trabajo vean en mí algo más que palabras correctas. Que vean tu amor. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Reyes 19, 1 Tesalonicenses 2, Daniel 1, Salmo 105

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.