El llamado honroso que demanda integridad
Vivimos en una era de impostores. Tomas tu teléfono, haces scroll en alguna red social, y aparece alguien dando consejos sobre nutrición sin ser nutricionista, o hablando de inversiones sin entender finanzas. Personas que conocen un poco de algo, pero que no son expertos en nada, y aun así aparentan serlo muy bien.
Este fenómeno puede ser solo un problema ético cuando se trata de dietas o criptomonedas. Pero se vuelve trágico cuando llegamos al liderazgo de la iglesia de Dios. Ninguno de nosotros querría encomendar el cuidado de su alma a alguien que no es competente o que no cumple con el estándar que Dios demanda en su Palabra para los que han de encargarse de esta sagrada labor.
Entendiendo el pasaje
En el capítulo anterior vimos cómo Pablo instruyó a la iglesia sobre el orden en la adoración y la oración. Ahora, a partir del capítulo 3 y hasta el final del 4, toda la temática gira alrededor de la necesidad de que los que ministran como pastores sean fieles y obreros competentes. Gran parte de los males de la iglesia de Éfeso habían venido precisamente por pastores no competentes que habían cambiado la verdad del evangelio por la avaricia de sus propios corazones y se habían entregado a la vanidad y el engaño.
Pablo inicia esta instrucción con una expresión que usa en varias ocasiones en la carta: «palabra fiel». Esta es una forma de reafirmar que lo que está por decir es de vital importancia. El liderazgo pastoral es y debe ser una aspiración. Nadie nace elegido o señalado para ser un pastor. Es algo que comienza con un deseo genuino. La aspiración a ser un pastor es un deseo legítimo. No hay nada de malo en querer ser alguien que sirva al Señor guiando a su pueblo.
Pero debemos examinar siempre cuál es la naturaleza de ese deseo. Muchas veces el deseo por el ministerio pastoral, aunque sea genuino, puede ser impulsado por una mala motivación: el deseo de ser reconocido, el deseo de poder, o de obtener algún beneficio paralelo. Esta también debe ser una aspiración realista y coherente. Es decir, debe ir de acuerdo con una capacidad o inclinación a las capacidades esenciales para ser alguien que preside.
Tres verdades bíblicas
1. Aspirar al ministerio pastoral está bien. Pablo afirma que es una «tarea excelente». El Señor cuidó de que su iglesia no fuera una anarquía. Ser pastor sigue siendo una labor digna ante los ojos del Señor. Pastores e iglesias fieles glorifican a Dios siendo el pueblo de Dios, y también le glorifican haciéndole un bien a una sociedad que cada día navega sin rumbo. El trabajo arduo de alguien que está enseñando la Palabra de Dios con fidelidad trae frutos visibles a este mundo. La iglesia local debe ser un lugar seguro para desear y aspirar al servicio. Nadie debería ser desanimado o desalentado en cuanto a esta labor, sino todo lo contrario.
2. El deseo por sí solo no es suficiente. Desear algo no significa que debemos tenerlo automáticamente. Como veremos más adelante, el llamado al ministerio comienza con un anhelo, pero eso no es todo. Se requiere de ciertos requisitos y de la confirmación externa de los mismos. Personas que no logran tener expectativas claras con relación a sus anhelos experimentan luego frustración y desánimo porque tales deseos no se cumplen. El ministerio pastoral no es la moneda que se tira a la fuente mientras cierras los ojos esperando que el deseo se haga realidad. Es algo realista, observable, medible, comprobable.
3. La irreprensibilidad no es opcional. El texto es contundente: «debe ser irreprochable». Ser irreprensible no significa ser perfecto o sin pecado, para lo cual nadie estaría preparado. Pero sí significa un carácter íntegro, completo, alguien cuya reputación no puede ser comprometida. Al mismo tiempo, esta palabra es una declaración general que enmarca todos los demás requisitos. Ser irreprensible es lo que se espera del carácter de todo hombre o mujer creyente, pero en parte, los pastores deben exhibir esto como una virtud en la que no se puede ser liviano porque es alguien que está al frente modelando. Parte de la función de un pastor es precisamente esa, la de modelar o ser ejemplos dignos de imitar.
Reflexión y oración
Una de las mayores tragedias de nuestro tiempo en términos del ministerio ha sido poner el carisma de un líder y su talento para comunicar por encima de su carácter. Que alguien pueda predicar no lo hace ser un pastor porque debe haber un carácter probado que respalde esa predicación. Es fácil hoy poder proyectar que se es un pastor efectivo por tener buen registro en cámaras y buena presencia escénica en las redes sociales. Pero el carácter y la integridad no es algo que se ve comúnmente en las pantallas, se ve conviviendo con las personas. El ser irreprensible no es algo que queda a la opinión del aspirante, sino que hay una lista de elementos cuantificables, medibles, que pueden ser evaluados. No encomendaríamos nuestra salud a un médico del que no podemos estar seguro de sus competencias. Del mismo modo tampoco deberíamos confiar el cuidado de nuestras almas a alguien que no puede ser probado en su carácter y competencia como alguien fiel.
Señor, gracias por cuidar de tu iglesia y establecer líderes que velen por nosotros. Ayúdanos a valorar el ministerio pastoral como la labor honrosa que es. Y también ayúdanos como iglesia a estar atentos, a cuidar que quienes nos guían cumplan con el estándar que tú has establecido en tu Palabra. Fortalece a nuestros pastores. Guarda sus corazones de la tentación y del orgullo. Que sean siempre hombres irreprensibles, dignos de imitar, que modelen lo que significa seguirte a ti. En el nombre de Cristo oramos, amén.