Hace algún tiempo escribí un post sobre cinco mentiras que escuchas después de haber pecado. La idea era mostrar el trabajo del enemigo y de nuestra carne para mantenernos sumergidos en la culpa. Pero en realidad, ese es solo el eslabón de una cadena que se propone acabar con nuestra comunión con el Salvador.
He estado reflexionando mucho sobre el tema del pecado por estos días. de una u otra manera, la labor pastoral involucra el tener que lidiar con él: consejería, confesiones, disciplina, tentaciones de la carne y demás. Y es desde esa corta experiencia de donde he podido ver algunos patrones propios de la conducta pecaminosa y por supuesto en mi propia vida, en el marco de la intensa lucha diaria que libramos con el pecado remanente.
Pero mas allá de la experiencia, tenemos el inquebrantable testimonio de las Escrituras, mostrándonos como el pecado pareciera tener vida propia y funcionar, no como algo abstracto, sino manipulado, controlado e impulsado por un ser inteligente que planea nuestra inminente destrucción.
El enemigo de nuestras almas se vale de nuestra naturaleza caída para poneros frente a tentaciones y situaciones que buscan hallar un lugar en la concupiscencia de nuestro propio corazón y para ello tiene a su disposición el sistema de este mundo (1 Jn 5:19) y todo cuanto quiera como carnada. La estrategia del huerto del Edén no ha cambiado, él sigue empleando las mismas y hasta mas agudas artimañas (Gen 3:1).
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Stg 1:13-14
Esa es la razón por la cual me he motivado a escribir sobre estas cinco mentiras que escuchas antes de pecar.
Con que Dios os ha dicho…
Y la serpiente era más astuta que cualquiera de los animales del campo que el SEÑOR Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: «No comeréis de ningún árbol del huerto? (Gen 3:1)
El pecado es definido en la biblia como «transgresión de la ley» (1 Jn 3:4), así que, si quieres que alguien transgreda la ley, algo que debes hacer es cambiarla o alterarla; y en eso satanás es experto.
una de las primeras cosas que sueles «escuchar» cuando estas frente a la tentación es: – ¿Es cierto que la biblia lo prohíbe?; ¿en serio puede ser pecado?; ¿ no hay alguna excepción? etc.
El plan del enemigo frente a Eva fue sembrar duda acerca de la bondad del Dios y su capacidad de ordenar todas las cosas, presentándolo mas bien como un tirano. Esta estrategia se repitió en la tentación del desierto, cuando satanás le dijo a Jesús: «… Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.» Mt 4:3. Su plan era hacer dudar al Señor de la fidelidad del Padre, haciéndole pensar que no tenía cuidado siquiera de alimentarle.
La Palabra de Dios es clara en sus ordenanzas y en aquellas cosas definidas como pecado, incluso, aún en aquellas que nosotros no estamos muy seguros, el mismo testimonio de nuestra conciencia nos alerta por medio de la duda, con el propósito de hacernos desistir, pues si alguien se encuentra con poca seguridad acerca de lo que la biblia dice al respecto de alguna situación, inicialmente debe renunciar a ella.(Rom 14:23).
«La tentación es mas fuerte que yo»
Esta si que es una mentira fragante. Cuando como creyentes nos enfrentamos a las tentaciones del mundo o la carne, surge una lucha dentro de nosotros: por un lado queremos agradar a Dios, pero por el otro queremos satisfacer el deseo de nuestra carne (Rom 7:25). es en medio de ese conflicto interno que podemos perder la batalla aun antes de empezarla.
La voz de nuestra carne grita para su propio bien: – No puedes resistir, esto es más fuerte que tú, además es una necesidad normal de tu cuerpo
Pero por otro lado, el Señor y su Palabra reclaman: No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Cor 10:13). ¡Dios ha prometido en su fidelidad proveer una salida para las tentaciones! ¿No es eso maravilloso?
No podemos bajo ninguna circunstancia despreciar semejante promesa por confiar en nuestra propia suficiencia. Si realmente hemos creído en el Señor, también hemos muerto al pecado, el cual no se enseñoreará mas de nosotros, sino que ahora lo enfrentamos en el mismo poder que levantó a Cristo de entre lo muertos (Rom 6:1-14).
«Puedes pecar y luego lo arreglas»
En mi país hay un proverbio secular que dice: «El que peca y reza empata». Por muy gracioso que suene, y aún absurdo, ese es el pensamiento que grita al oído de muchos que se enfrentan a la tentación.
Este pensamiento esconde problemas realmente serios:
– Quien razona de esa forma no conoce realmente la Gracia del Señor. Pablo lidió con ese tema en los primeros 14 versículos del capitulo 6 de Romanos. algunos podían en Roma estar pensando que el insistente énfasis del Apóstol en la Gracia y el perdón (Rom 5) daba licencia para pecar, pero su respuesta es enérgica: «En ninguna manera» (Rom 6:1) porque los que han muerto al pecado por la fe en Cristo no pueden vivir para el pecado, así que lo que puede estar evidenciándose es que dicha persona ni siquiera haya muerto al pecado.
– Esta es una perspectiva legalista de la salvación. Pretender arreglar un pecado con una acción»buena», no es mas que un acto de arrogancia y por tanto legalista. El favor de Dios no es algo que se pueda alcanzar por medio de nuestras buenas acciones.
Pecar y rezar no es un empate realmente, de hecho, es una gran pérdida.
«Nadie me puede ver»
Verdad que el pecado puede hallar respuestas absurdas en nosotros. Una de las cosas que la gente con la que converso al respecto de sus caídas, es que todo el tiempo pensaron que nadie podía verles. Y es cierto, puede ser que alguien se esconda muy bien para pecar, incluso, que busque lugares donde su carne pueda sentirse «cómoda» y no estorbada, pero ¿quién huirá de la presencia del Dios Omnipresente?
El salmista lo expresó así: ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?(Sal 139:7)
Nadie, por mas que intente esconder su pecado, podría esconderse de Dios, incluso si su pecado fuere en lo mas escondido de su propio corazón.
«Otros lo hacen, tu por qué no»
Esta tendencia de querer justificar nuestros pecados con los de otros, no es nueva, de hecho, se hizo patente desde los días de nuestros primeros padres, Adán y Eva; ellos buscaron remitir la culpa a alguien fuera de sí mismos y eso terminó convirtiendo en parte de la naturaleza caída con la cual nacemos.
Puede que al enfrentar la tentación, tu carne quiera encontrar alguna «motivación» en otro para hacerlo, pero realmente si a alguien debemos nosotros traer a nuestras mentes como referencia es a Cristo mismo y su victoria en el poder del Espíritu sobre la tentación. No se trata de simplemente imitar un ejemplo, la idea es tener plena confianza en el Salvador y en su obra en la cruz del calvario, sabiendo que él es un Dios compasivo que se acuerda que somos polvo y con quien estamos juntamente crucificados.
Finalmente; en medio de toda esta batalla no estamos solos, Cristo es nuestra ayuda, y la confianza que hemos depositado en él para salvación en el perdón de nuestros pecados, esa misma habrá de llevarnos a la victoria que él ha ganado por nosotros
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5:1-5).
El evangelio es suficiente para hacer que nuestro depósito este guardado hasta el final. el Señor ha prometido preservarnos por medio de una fe genuina, así que, en cuanto dependa de nosotros, escuchemos su voz, mantengamos firmes nuestra fe.
Deseo que Dios te bendiga hoy.