Este artículo pertenece a una serie publicada sobre la Soberanía de Dios y la Oración por el Dr R. C Sproul.
En una entrada anterior vimos cómo hay un propósito real en la oración, aún cuando ella no pretenda cambiar el decreto soberano de Dios. Uno de esos beneficios es poder entablar una relación e íntima comunión con Dios lo cual es vital en la vida de todo cristiano.
Pero la oración no sólo posee un aspecto consolador, ella también funciona como el medio por el cual Dios manifiesta su voluntad entre nosotros. en otras palabras; Dios decreta cosas y sus decretos son inmutables, él no puede cambiar (Mal 3:6), pero hay cosas que misteriosamente solo sucederán en nosotros cuando oramos.
En este segundo artículo de la serie sobre la soberanía de Dios y la oración, el Dr R.C Sproul nos muestra 3 ejemplos en los cuales Dios usó la oración para irrumpir en los propósitos humanos. La oración si funciona. Funcionó a los profetas, funcionó a los apóstoles y funciona a nosotros hoy.
- Lea el primer post de esta serie aquí.
[inicio de la cita]
La Eficacia de la Oración
Debemos guardarnos de adoptar una visión fatalista en este tema de la oración No podemos permitirnos sacar la oración de nuestras vidas simplemente porque parece no tener un valor pragmático [práctico]. Ya sea que la oración funcione o no, debemos orar simplemente porque Dios mismo nos manda a hacerlo. Incluso una lectura superficial de la Biblia, particularmente del Nuevo Testamento, revela un énfasis profundo en la oración, la súplica y la intercesión. Es ineludible que la oración es una actividad que se espera que realice el pueblo de Dios. Además, nuestro Señor mismo es el modelo supremo para nosotros en todas las cosas, y Él claramente hizo de la oración una gran prioridad en su vida. No podemos hacer menos que eso.
Pero también es verdad que las Escrituras nos enseñan que la oración «funciona» en algún sentido. Permítame recitar tres ejemplos.
Todos sabemos que el apóstol Pedro osadamente declaró que él nunca traicionaría a Jesús, que estaba listo para ir a prisión e incluso hasta la muerte por su Señor. Pero en vez de elogiar a Pedro por su determinación, Jesús le reprendió y le dijo: «En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, Me negarás tres veces.» (Mateo 26:34) El relato de Lucas añade un detalle interesante a este cruce de palabras. Jesús dijo: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos.» (Lucas 22:31-32). Jesús le advirtió a Pedro que un tiempo de «zarandeo» venía en su vida, que Satanás iba a atacarlo. Pero Jesús estaba seguro que Pedro se volvería de sus pecados y regresaría a Jesús. ¿Cómo pudo Jesús estar seguro de eso? Bueno, Él había orado por Pedro, que la fe de Pedro no fuera agitada. Jesús estaba en lo cierto—Pedro, efectivamente, regresó a Jesús e hizo mucho para fortalecer a los hermanos. La oración de Jesús por Pedro fue efectiva.
No solamente vemos la oración de Jesús efectuando un cambio en este mundo, también vemos las oraciones de los santos funcionando. En los comienzo de la iglesia, Pedro fue echado a prisión, pero los creyentes se reunieron para una temporada de intensa oración en su nombre. Ellos derramaron sus corazones delante de Dios, rogándole a Dios que de alguna manera venciera la adversidad de la situación y lograra la liberación de Pedro. Usted ya sabe lo que pasó: Mientras estaban involucrados en su intensa oración, alguien tocaba a la puerta. No querían ser perturbados de su tiempo de oración, así que enviaron una sirviente a la puerta. Cuando fue a la puerta y preguntó quién estaba tocando, Pedro respondió y la sirviente reconoció su voz. Rebosante de alegría, dejo la puerta cerrada y corrió a decirle a los demás que Pedro estaba afuera. Los discípulos se negaron a creerlo hasta que abrieron la puerta y vieron a Pedro mismo de pie allí. Dios respondió las oraciones de Su pueblo, librando a Pedro de la prisión con la ayuda de un ángel, pero cuando apareció en la casa donde los creyentes estaban reunidos, estas personas que habían orado tan fervorosamente para su liberación estaban asustados y sorprendidos de que Dios en realidad había contestado su oración. Precisamente, así somos tan a menudo; cuando Dios contesta nuestras oraciones, apenas si podemos creerlo.
Moviéndonos a un pasaje didáctico, Santiago alienta con vehemencia al pueblo de Dios a orar:
¿Sufre alguno entre vosotros? Que haga oración. ¿Está alguno alegre? Que cante alabanzas. ¿Está alguno entre vosotros enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia y que ellos oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor; y la oración de fe restaurará al enfermo, y el Señor lo levantará…. y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho. (Santiago 5:13-18)
Después de estas inspiradoras palabras, las cuales enfatizan fuertemente la efectividad de la oración, Santiago continúa para hablar del profeta Elías. Él hace hincapié en que Elías era sólo un hombre como lo somos nosotros—no era un súper santo o un mago. Sin embargo, sus oraciones fueron extremadamente poderosas. Él oró que Dios detuviera la lluvia, y no llovió en lo absoluto por tres años y medio. Luego oró que Dios enviara lluvia, y los torrentes cayeron.
Dados los pasajes escriturales, y los muchos, muchos más que claramente muestran que la oración logra cosas, no tenemos libertad de decir: «Bueno, Dios está en control. Él es soberano, inmutable y omnisciente, así que lo que será, será. No tiene sentido orar.» Universal y absolutamente, las Escrituras niegan esta conclusión. Por el contrario, afirma que la oración efectúa cambios. Dios, en su soberanía, responde a nuestras oraciones.
[Fin de la cita]
Publicado con permiso:
Por: R.C Sproul, © Ligonier Ministries – Website: ligonier.org. Tomado de: gospeltranslations.org – Traducido por: Joel Antonio Cáceres