La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. (1 Ped 5:13)
La Biblia dice que a los que aman a Dios todas las cosas le ayudan para bien (Rom 8:27) y eso incluye aquellas que no son tan agradables para nosotros o aquellas en las que no quedamos tan bien parados. nunca podemos imaginar, cuando estamos en medio de la decepción, la manera en que Dios pueda usar esa situación para su Gloria. Lo cierto es que no sólo hará que sea para su Gloria, sino para edificación de los hombres, si es que realmente somos hijos de Dios.
Una de las cosas por las que recordamos al apóstol Pedro, es por ser el que negó al Señor en tres ocasiones. Nada pudo ser más desastroso para la vida del siempre emotivo hombre de Dios. Su reacción después de aquél acontecimiento fue volver a las redes, a su antiguo trabajo, quizás pensando que no tenía la madera suficiente para ser un fiel seguidor de Jesús. Pero todos sabemos la manera en que fue restaurado. El mismo Señor Jesucristo fue al lugar donde se encontraba para reafirmar su llamado convirtiéndolo en una columna de la iglesia en el primer siglo.
Esa esa misma experiencia la que Dios más adelante usaría para convertir a Pedro en el restaurador de un joven que se encontraba quizás en la misma condición que él en el pasado, al haber abandonado la labor misionera y dejado a Pablo sin ayuda. Nadie era más indicado para tomar la causa de Juan Marcos que Pedro. Lo adoptó como un hijo y su trabajo como instrumento de Dios fue tan efectivo, que Marcos terminaría convirtiéndose en su escribano y también autor de uno de los cuatro evangelios.
Reflexionando para nosotros
Podemos estar caídos pero no sin esperanza. Nuestro buen Dios es un restaurador por naturaleza; él puede usar nuestra mala experiencia para el bien de otros. Su plan no fallará, el hará perfecta su obra hasta el final.
De la misma manera que Pedro y también Juan Marcos fueron restaurados después de haber pasado por un momento de decepción; nuestro Dios también es paciente y fiel para levantarnos a nosotros, y cuando seamos restaurados, estaremos entonces capacitados y entrenados para restaurar también a otros.