La celebración de fin de año, al menos en occidente, siempre será algo cargado de emotividad, usualmente meditamos en todas las cosas que vivimos durante todo el año y vemos con cierta esperanza lo que ha de suceder para el próximo, nuestros sentimientos se mezclan y algunos abundan en lágrimas u otra muestra de emotividad, mientras otros aprovechan para la reflexión acerca de las cosas que deben mejorar a partir de los errores cometidos, o sobre las decisiones que haya que tomar para su propio bien.
Una práctica común entre creyentes, es la de hacer resoluciones, o establecer metas a alcanzar en su vida personal, familiar o espiritual. Eso, por supuesto, no tiene nada de malo, sin embargo, tomarlo con liviandad, o solo como algo para tranquilizar la conciencia, puede ser poco provechoso, producir algún sentido de frustración o desembocar en una conducta pecaminosa.
Hacer resoluciones, no solo a propósito de fin de año, sino durante toda nuestra vida cristiana, es una práctica sumamente beneficiosa como disciplina personal, al mismo tiempo que nos ayuda a contemplar nuestras propias debilidades y la necesidad de someternos al señorío de Dios. Se dice de Jonathan Edwards; por ejemplo, que vivió gran parte de su vida movido por al menos setenta resoluciones que había escrito cuando apenas tenía diecinueve años[i]. Sin duda, un gran ejemplo de disciplina y madurez espiritual, el cual bien haríamos en imitar.
¿Es bíblico hacer resoluciones?
Una de las razones por las cuales hacer resoluciones resulta ser provechoso, es porque es bíblico. En la Palabra de Dios encontramos lo que pudiera considerarse el mejor ejemplo de lo que es hacer una resolución:
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Dn 1:8
La frase “propuso en su corazón” da la idea de una decisión que es tomada con firmeza, sin titubear. En el contexto se trata del joven Daniel, el cual, recién deportado a la ciudad de Babilonia, RESUELVE ser fiel a su Dios, manteniéndose alejado de las comidas que ponían en su mesa y que muy seguramente se trataba de alimentos prohibidos por la ley judía o que eran sacrificados a los ídolos paganos.
A lo largo del texto vemos cómo la resolución de Daniel no solamente fue un evento esporádico, sino una conducta regular y que caracterizó su vida de piedad.
Como creyentes nos enfrentamos a un mundo que diariamente nos expone ante la tentación e internamente batallamos con los deseos pecaminosos de nuestra carne (Gal 5;17), por lo que, al igual que Daniel, cultivar la piedad es indispensable y es allí donde ser resueltos y decididos a vivir una vida que agrade a Dios, viene a ser igualmente crucial.
Nuestra capacidad de tomar resoluciones no proviene de nosotros mismos, sin duda es también una obra de gracia del Dios que en nosotros produce el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil 2:13). Al respecto de ello, Jonathan Edwards escribe lo siguiente en el prefacio de sus resoluciones:
Estoy apercibido de la realidad de que soy incapaz de hacer cualquier cosa sin la ayuda de Dios, humildemente le pido que por su gracia que me permita mantener estas resoluciones, hasta el punto que estén de acuerdo con Su voluntad, por causa de Cristo.
Sé específico
Hemos visto lo provechoso que puede ser para el creyente tomar resoluciones, por ello es necesario que estas no se asuman de manera liviana o en su defecto de manera general; me refiero al hecho de evitar ser demasiado superfluos en nuestras disposiciones.
Una persona puede resolver “ser un mejor creyente en el 2016”, pero eso es algo muy cualitativo, es muy difícil medir en resultados. En cambio, si alguien resuelve, por ejemplo: — Leer tres capítulos diarios de la biblia; orar por lo menos una hora durante las mañanas; dejar de ver las dos horas de televisión de la noche, etc. Todas estas resoluciones son cuantitativas y ayudarán a determinar si en efecto se cumplieron y si han contribuido a que sea un mejor creyente.
Archibald Alexander escribió lo siguiente al respecto:
Una causa poderosa que impide el crecimiento de la vida de Dios en el alma es que hacemos resoluciones generales al respecto de mejorar, pero somos descuidados en extender nuestros esfuerzos a cosas particulares. Nos prometemos que en un futuro indefinido progresaremos mucho en cuanto a reforma se refiere, pero cada día pasa sin que cultivemos la piedad. Comenzamos y terminamos el día sin procurar ni esperar hacer un avance particular en ese día. Y de ese modo nuestras mejores resoluciones se evaporan sin resultados.
También vemos en el caso de Daniel como él identifica las cosas que debía evitar para seguir siendo fiel a Dios y es específico en ellas: no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía
Procura ser realista
Llevados por la emotividad de fin de año, podemos caer en idealismos y hacer de nuestras resoluciones algo difícil de cumplir. No hacemos resoluciones para demostrar nada a nadie, ni para competir con alguien en particular, las hacemos porque consideramos que son beneficiosas a nosotros mismos y que al final redundarán en mayor gloria al Señor y en una vida de piedad; por tanto el no apresurarnos es vital, también meditar en cada una de nuestras disposiciones y tener en cuenta nuestros hábitos de tiempo, y espacios.
Recuerda que mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas (Ecl 5:5), así que sé sensato, realista.
Evite ser supersticioso
Una resolución no es un “decreto” o un “acto profético” o una declaración supersticiosa de algún bien para el futuro, de hecho, diría que es todo lo contrario, pues las resoluciones demandan un trabajo y una disciplina constante, mientras que lo otro no es más que una mera profesión escueta y carente de algún compromiso serio.
Debo ser enfático en esto; nuestras resoluciones contemplan lo que hemos identificado que es necesario cultivar en nuestra vida como un hábito que contribuya a la piedad, por lo tanto es un asunto personal e individual que no está relacionado con algún presagio de alguien para un público en general.
Si es posible toma nota
Con el paso de los días, le euforia de fin de año se va esfumando, y con ello todo lo que consideramos una decisión seria. Es por eso que una buena idea sería escribir tus resoluciones; de esta manera podrás ´preservarlas y evaluar con frecuencia la manera en que estas perseverando en ellas.
Por otro lado, también sería una buena idea compartirlas con alguna persona que consideres de confianza y que pueda animarte en los momentos de debilidad o recordarlas cuando parece que se van olvidando; después de todo, dos son mejor que uno… porque si uno cae, el otro lo levanta (Ecl 4:9). Si eres casado, tu esposa o esposo son buenos candidatos, también algún hermano maduro en la fe o tu pastor de ser posible.
Quiera el Señor pueda ayudarnos a establecer resoluciones no sólo para el próximo año, sino para toda la vida. Que el Espíritu de Dios pueda ayudarnos en nuestras debilidades, y que el poder que levantó a Cristo de entre los muertos, pueda movernos a cultivar hábitos de piedad, al crecimiento en la santidad y a dar Gloria a él con nuestra vida.
[i] «Meet the Puritans» Por Joel R.Beeke & R. J. Pederson