Versículo base: «de manera que Cristo habite por la fe en sus corazones. También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3:17-19, NBLA).
Conociendo lo que no podemos comprender
El amor de Dios no siempre es fácil de comprender. Parece una paradoja en principio. ¿Cómo puede un Dios bueno y justo amar a personas que no lo merecen? Pero esa incomprensión no está en Dios. Él nunca ha pasado por encima de su justicia. Una de las cosas que Efesios muestra con claridad es que Dios es absolutamente justo y no deja sin castigo al pecado. El punto es que ese pecado no fue castigado en quien debía cargarlo, sino en un sustituto: el Señor Jesucristo. Y es precisamente eso lo que nos deja con asombro. Esa obra tan grande despierta en nosotros la sensación de incomprensión. Y es por eso que Pablo ora, para que podamos comprender mejor este misterio, porque de esa comprensión depende que disfrutemos y vivamos la realidad del evangelio.
Entendiendo el pasaje
El capítulo 3 de Efesios funciona como una bisagra. En los capítulos 1 y 2, Pablo desarrolla la salvación y los fundamentos de nuestra fe: la elección, la gracia, la redención, la reconciliación. A partir del capítulo 4, se centra en la vida práctica: andar en unidad, dejar atrás la vieja manera de vivir, cultivar un carácter que refleje a Cristo. Pero antes de pasar de la doctrina a la práctica, Pablo se detiene en oración. Porque no se puede vivir a la luz de la obra de Cristo si no comprendemos plenamente la obra de Cristo.
Su oración tiene dos partes: pide que Cristo habite en nuestros corazones por la fe, y que seamos capaces de comprender y experimentar el amor de Cristo en toda su dimensión. No es un ejercicio intelectual solamente, es una obra del Espíritu que conecta la fe con la vida. Pablo entiende que esa conexión no nace de nuestra disciplina o esfuerzo humano, sino del poder de Dios actuando en lo profundo.
El clímax está en el deseo de Pablo: que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. No se trata de un conocimiento frío, sino de un amor que rebosa, que nos sobrepasa y que termina moldeando cada área de nuestra vida.
Tres verdades bíblicas
- Necesitamos pasar de la información a atesorar las verdades en nuestro corazón
El evangelio no es solo información teológica que acumulamos en la mente. Tiene que convertirse en el fuego que enciende la manera en que vivimos para Dios. Quizás llevas tiempo estudiando, escuchando sermones, leyendo libros. Todo eso es bueno. Pero si esa información no desciende al corazón, se queda en datos. Pablo ora porque sabe que lo que creemos debe encender lo que vivimos. Pídele hoy al Espíritu Santo que lo que sabes acerca de Cristo se convierta en pasión, en consuelo, en obediencia. - El amor de Dios es incomprensible para la mente humana, pero no para el Espíritu
Muchas veces reducimos el amor de Dios a un concepto romántico: “Sí, yo sé que Dios me ama”. Pero el amor de Cristo no se agota en un eslogan. Pablo lo describe con dimensiones infinitas: más alto, más ancho, más profundo. Es un amor que sobrepasa nuestro entendimiento. Y por eso necesitamos al Espíritu para experimentarlo. Sin Él, el amor de Dios se queda como una idea vaga. Con Él, se convierte en un océano en el que aprendemos a nadar cada día. Ora para que el Señor te permita conocer ese amor más allá de lo que tu mente puede explicar. - El amor es el fundamento y el cimiento de nuestras acciones
Pablo habla de estar “arraigados y cimentados en amor”. La raíz de un árbol determina su estabilidad. El cimiento de una casa sostiene todo lo demás. Así es el amor de Dios en la vida del creyente. No es accesorio ni secundario: es la base desde donde servimos, perdonamos, trabajamos, educamos a los hijos, enfrentamos la tentación. Si nuestra raíz no es el amor de Cristo, nuestras acciones se vuelven egoístas o superficiales. Pero si ese amor es el suelo en el que crecemos, entonces cada obra refleja a Cristo.
Reflexión y oración
El amor de Cristo no es un concepto para admirar de lejos, es una realidad para experimentar de cerca. Sobrepasa nuestro entendimiento, y sin embargo, es el fundamento más sólido de nuestra vida. Información sin amor es sequedad. Experiencia sin raíces en Cristo es inestabilidad. Pero cuando Cristo habita por la fe y su amor nos llena, entonces vivimos con la plenitud de Dios en nosotros.
Oración:
Señor, gracias porque tu amor no depende de lo que soy, sino de lo que Cristo hizo en mi lugar. Perdona cuando he reducido tu amor a una idea y no a una realidad que sostiene mi vida. Te ruego que tu Espíritu me dé poder para comprender, aunque sea en parte, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de tu amor. Que ese amor sea raíz y cimiento de mis pensamientos y acciones. Lléname con tu plenitud, para que cada día viva como alguien amado en Cristo. Amén.