Versículo base: «Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, guardaste mi palabra, y no negaste mi nombre… Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!» (Apocalipsis 3:8, 15, NBLA)
Dos caminos ante el sufrimiento
En nuestro recorrido por las cartas a las iglesias, hemos visto que Cristo conoce íntimamente cada situación. Pero no todas las iglesias respondieron de la misma manera al sufrimiento que enfrentaban. Ayer vimos cómo Cristo camina en medio de su pueblo; hoy descubrimos que ese caminar deja ver respuestas muy diferentes al dolor. Por un lado están los que se rinden a la desesperanza y necesitan ser animados como Esmirna, por otro los que responden con fidelidad y firmeza como Filadelfia, y también están los que buscan atajos para evitar el sufrimiento como Laodicea. De estas últimas dos hablaremos hoy: dos iglesias en polos opuestos pero que Dios llama con el mismo amor a permanecer hasta el final.
Entendiendo el pasaje
Filadelfia era una ciudad pequeña, situada en una zona de frecuentes terremotos, lo que la hacía económicamente vulnerable. Su iglesia era igualmente pequeña y aparentemente débil – Cristo mismo reconoce que “tienes poca fuerza”. Sin embargo, habían guardado su palabra y no habían negado su nombre a pesar de la oposición. La “puerta abierta” que Cristo les promete probablemente se refiere a oportunidades misioneras, mostrando que Dios usa a los fieles independientemente de su aparente debilidad.
En contraste, Laodicea era una ciudad próspera, famosa por su industria textil, su escuela de medicina, y su sistema bancario tan sólido que rechazaron ayuda imperial después de un terremoto. Su iglesia reflejaba esta prosperidad material, pero Cristo la describe como “tibia” – ni fría ni caliente. Habían encontrado una forma de coexistir cómodamente con el mundo, evitando el conflicto que viene con la fidelidad genuina. Su riqueza material se había convertido en pobreza espiritual, y su auto-suficiencia económica los había llevado a no depender de Cristo.
Tres verdades bíblicas
1. Ser fiel en medio del sufrimiento no solo es posible, sino recompensado La iglesia de Filadelfia demuestra que puedes mantenerte fiel aunque tengas “poca fuerza”. Dios no te pide que seas fuerte por ti mismo, sino que permanezcas fiel con la fuerza que tienes. Si estás enfrentando oposición por tu fe, si te cuesta mantener tus convicciones en el trabajo o en tu familia, recuerda que Cristo ve tu esfuerzo y tiene recompensas eternas para tu fidelidad presente.
2. El materialismo es el atajo peligroso para evitar el sufrimiento Laodicea había descubierto que acomodándose al mundo podían evitar la persecución. Pero Cristo revela que este atajo los llevaba directo al juicio eterno. Es tentador buscar una fe cómoda que no genere conflictos, que no requiera sacrificios, que se adapte a las expectativas del mundo. Pero recuerda las palabras de Cristo: “En el mundo tendréis aflicción”. Si no estás experimentando ninguna tensión por tu fe, es posible que hayas encontrado el atajo de Laodicea.
3. El Señor ama tanto a los fieles como a los tibios, pero muestra ese amor de manera diferente A Filadelfia le promete protección y recompensa; a Laodicea le ofrece disciplina y llamado al arrepentimiento. Si te identificas con la tibieza de Laodicea, no desesperes – el hecho de que Cristo te confronte es evidencia de su amor. “Yo reprendo y castigo a todos los que amo”, dice el versículo 19. Su llamado al arrepentimiento no es rechazo sino invitación a volver a la intimidad con Él.
Reflexión y oración
Estas dos iglesias representan dos caminos que todos enfrentamos: la fidelidad costosa de Filadelfia o la comodidad tibia de Laodicea. Una tenía poca fuerza pero gran fidelidad; la otra tenía muchos recursos pero había perdido su primer amor. Cristo conoce exactamente dónde estás hoy y tiene palabras específicas para tu situación.
Señor Jesús, examina mi corazón y muéstrame si he buscado los atajos de Laodicea o si estoy caminando en la fidelidad de Filadelfia. Dame valor para ser fiel aunque me cueste, y líbrame de la tibieza que te causa náuseas. Si he encontrado demasiada comodidad en este mundo, despiértame con tu disciplina amorosa. Ayúdame a valorar tu aprobación por encima de la comodidad terrenal. En tu nombre, amén.
Mañana nos trasladaremos del conflicto terrenal a la perspectiva celestial, donde Juan ve al Dios soberano en su trono rodeado de un arcoíris de misericordia, recordándonos que aunque las batallas son reales, el resultado final nunca estuvo en duda.