Devocional para el 10 de octubre

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Versículo base: «No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:11-13, NBLA)

El gozo se aprende en la práctica

Hemos llegado al final de esta importante carta. Y como suele suceder cuando terminas de escribirle a personas que amas profundamente, las últimas palabras están llenas de instrucciones prácticas mezcladas con expresiones de afecto. El capítulo cuatro de Filipenses es precisamente eso: una serie de exhortaciones directas, casi como órdenes militares, pero bañadas en un tono cálido y paternal. Es como si después de todo lo que se ha dicho sobre Cristo, sobre la humildad, sobre rechazar los falsos evangelios, ahora viniera el momento de decir: «Muy bien, ahora practiquen esto. Hagan esto. Vivan así».

Entendiendo el pasaje

El texto comienza con una de las expresiones más tiernas de toda la carta: «Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona míos, estén así firmes en el Señor, amados». Hay afecto desbordado en estas palabras. Luego viene algo inesperado: finalmente se menciona el conflicto entre Evodia y Síntique de manera directa. Les ruega que tengan un mismo sentir en el Señor. Y pide ayuda a un compañero fiel para que las ayude. Esto nos recuerda que incluso después de todo lo dicho sobre Cristo y su humildad, las aplicaciones concretas siguen siendo necesarias. El evangelio tiene que llegar hasta los conflictos específicos entre personas específicas.

Lo que sigue es una cadena de imperativos. «Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocíjense!». No es una sugerencia, es un mandato. «Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca». Luego viene una de las exhortaciones más famosas: «Por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús». Hay una promesa hermosa aquí: cuando llevamos todo a Dios en oración, su paz sobrenatural custodia nuestro interior.

Después viene otro bloque de mandatos sobre qué pensar: «Todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten». Y luego, algo sorprendente: «Lo que también han aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practiquen, y el Dios de paz estará con ustedes». Aquí está otra vez el tema de la imitación. El círculo se completa. El ejemplo que se ha estado poniendo durante toda la carta ahora se convierte en un llamado explícito: practiquen lo que vieron en mí.

Finalmente, está la sección sobre el contentamiento y la generosidad de los filipenses. Esta es la razón inmediata por la que se escribió la carta: agradecer la ofrenda que enviaron. Pero en lugar de simplemente decir gracias, hay una lección profunda sobre el contentamiento. Se había aprendido a estar contento tanto en la abundancia como en la necesidad. Tanto cuando estaba saciado como cuando tenía hambre. Y aquí viene el versículo famoso, el que todos conocen pero que rara vez se entiende en contexto: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». No es un mantra motivacional para lograr cualquier cosa que quieras. Es una declaración sobre el contentamiento. Cristo fortalece para estar contento sin importar las circunstancias materiales.

Tres verdades bíblicas

El gozo es un mandato, no solo un sentimiento.

Tres veces en este capítulo aparece la orden de regocijarse. «Regocíjense en el Señor siempre». Y por si no quedó claro: «Otra vez digo: ¡Regocíjense!». Esto puede sonar extraño. ¿Cómo puedes mandar una emoción? Pero aquí está el punto: el gozo cristiano no es principalmente un sentimiento que esperas tener cuando las cosas van bien. Es una decisión de dónde pones tu enfoque. Es una elección de en quién descansas. Por eso dice «regocíjense en el Señor». No en tus circunstancias. No en que todo esté funcionando. En el Señor. Esto significa que cada mañana tienes una responsabilidad: dirigir tu corazón hacia Cristo. Recordar quién es él. Recordar lo que ha hecho. Recordar las promesas que te ha dado. Y desde ese lugar, elegir el gozo. No ignoras el dolor, no niegas la dificultad, pero decides que Cristo es más grande que todo eso. Y cuando lo haces consistentemente, el gozo deja de ser un sentimiento esquivo y se convierte en una postura del alma. Hoy, antes de que te ahogues en las preocupaciones, antes de que el trabajo te consuma, antes de que la ansiedad te paralice, decide regocijarte en el Señor.

La paz de Dios viene cuando dejas de aferrarte a la ansiedad

«Por nada estén afanosos». Otra orden taxativa. No te angusties por nada. ¿Y cómo se logra eso? «Sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias». Hay un proceso aquí. Cuando algo te preocupa, en lugar de darle vueltas en tu mente mil veces, en lugar de tratar de controlarlo todo, lo llevas a Dios. Le dices exactamente qué necesitas. Pero no solo eso, lo haces con acción de gracias. Reconoces que él ya ha sido fiel antes. Reconoces que él es bueno. Y cuando haces esto, algo sobrenatural sucede: la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarda tu corazón y tu mente. No es que entiendes cómo va a resolverse todo. No es que ya tienes las respuestas. Es que una paz inexplicable te sostiene. Tus circunstancias no han cambiado todavía, pero tú sí has cambiado. Porque dejaste de cargar lo que no te corresponde cargar y se lo entregaste a quien sí puede llevarlo. Esta es una de las prácticas más liberadoras del cristianismo. Hoy, esa cosa que te está quitando el sueño, esa preocupación que te tiene paralizado, llévala a Dios. Dile exactamente qué necesitas. Agradécele por su fidelidad pasada. Y suelta el control.

El contentamiento se aprende, no se hereda

«He aprendido a contentarme». Esa frase es clave. No dice «nací contento» o «siempre fui así». Dice que lo aprendió. El contentamiento es una habilidad espiritual que se desarrolla con el tiempo, en las trincheras de la vida real. Se aprendió viviendo tanto en pobreza como en prosperidad. Tanto saciado como hambriento. Y el secreto está en la última frase: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Cristo da la fuerza para estar contento cuando tienes poco, para no desesperarte, para confiar en la provisión de Dios. Pero también da la fuerza para estar contento cuando tienes mucho, para no idolatrar las riquezas, para no olvidarte de Dios en la abundancia. Ambos extremos son peligrosos. La pobreza puede llevarte a la amargura. La riqueza puede llevarte a la autosuficiencia. Pero Cristo te fortalece en ambos lugares. Ahora bien, esto significa que si hoy no eres una persona contenta, tienes trabajo que hacer. Tienes que entrenarte. Tienes que practicar ver a Cristo como suficiente cuando no tienes lo que quieres. Tienes que practicar agradecer en medio de la escasez. Tienes que practicar no aferrarte a las cosas cuando las tienes. Es un aprendizaje. Pero la buena noticia es que Cristo te da la fuerza para lograrlo.

Reflexión y oración

El gozo se elige cada día. La paz se encuentra cuando soltamos el control. El contentamiento se aprende en Cristo, quien nos fortalece en toda circunstancia. Ese es el resumen de una vida cristiana madura.

Padre, gracias por esta carta que nos ha mostrado el camino del gozo verdadero. Ayúdanos a elegir regocijarnos en ti cada día, sin importar lo que estemos enfrentando. Enséñanos a traerte nuestras ansiedades en oración y a experimentar tu paz que sobrepasa todo entendimiento. Danos la fuerza para aprender el contentamiento, tanto en la abundancia como en la necesidad. Que Cristo sea suficiente para nosotros. Que nuestras vidas sean ejemplo para otros de lo que significa vivir anclados en ti. Gracias porque en toda circunstancia, tú nos fortaleces. En el nombre de Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Reyes 13, Filipenses 4, Ezequiel 43, Salmos 95-96

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.