Versículo base: «¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por Mi nombre, en cueva de ladrones delante de sus ojos? Yo mismo lo he visto», declara el SEÑOR» (Jeremías 7:11, NBLA)
Cuando la religión se convierte en refugio del pecado
Hay un peligro en la falsa religión. Esa que se alimenta de los hábitos como una forma de tranquilizar su conciencia. La que se desconecta del resto de nuestra vida y que parece que solo funciona de domingo en domingo, o de evento en evento. El peligro es que da la idea de que se puede vivir como quiera y luego hacer las paces en un culto. La típica filosofía del que peca y reza empata. Pero Dios aborrece esa falsedad por la sencilla razón de que es una pretensión de burlarlo a él y pasar por encima de su santidad. Como si él no conociera nuestros corazones o viera nuestros pecados.
Entendiendo el pasaje
Este versículo aparece en medio de una dura reprensión que Dios hace a Israel a través de Jeremías. El pueblo había caído en una rutina perversa: robaban, asesinaban, adulteraban, juraban en falso y adoraban ídolos durante la semana, pero los en los días de reposo acudían religiosamente al templo como si fuera su refugio seguro. Era exactamente como un ladrón que sale a hacer sus fechorías durante el día para luego pretender descansar tranquilo en su cueva, creyendo que allí está protegido de las consecuencias de sus actos.
Las personas que vivían en Jerusalén habían convertido el templo del Dios santo en una “cueva de ladrones”, no un lugar de arrepentimiento y adoración genuina, sino un escondite donde pensaban que podían refugiarse de la justicia de Dios. Esta misma condena aparece siglos después en el Nuevo Testamento cuando Jesús purifica el templo. El Señor usa exactamente las mismas palabras de Jeremías para condenar la falsa religión de los fariseos, quienes también robaban y lo hacían en nombre de Dios, escondiéndose detrás de su religiosidad externa. Esto despertó el celo del Señor porque la casa de oración se había convertido en cueva de ladrones. Tanto en tiempos de Jeremías como en tiempos de Jesús, el juicio de Dios vendría inevitablemente contra esta falsa religión.
Tres verdades bíblicas
- Dios no puede ser burlado Nadie que viva esta falsa religión se saldrá con la suya. No podemos escondernos de Dios. Es una ofensa contra Él pretender que no pasa nada cuando vivimos alejados de su verdad y queremos ir a cerrar un trato cínico de cuando en cuando. La falsa religión despierta el celo del Señor. Si tú estás viviendo esta vida, es momento de hacer un pare y arrepentirte de todo corazón. Considera tu pecado y llévalo a Cristo y comienza a batallar contra Él, pero no pretendas convertir la religión en una cueva en la que te preparas para continuar pecando. Dios ve a través de cada fachada religiosa, conoce cada motivación oculta, y no se deja impresionar por ceremonias vacías. Su ira se enciende cuando usamos su nombre para cubrir nuestra desobediencia.
- La adoración verdadera es honesta No negamos el pecado ni la realidad de la lucha en nuestras vidas. Después de todo, nadie va a la casa del Señor libre de pecado, pero hay una diferencia entre quien reconoce su lucha y se humilla, y quien pretende esconderla detrás de un manto religioso. El corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia. No tenemos que escondernos del Señor; él lo ve todo y podemos ir a él en arrepentimiento y fe, y él no nos rechazará. La adoración verdadera comienza con la confesión honesta, continúa con el arrepentimiento genuino y se manifiesta en una vida que busca agradar a Dios todos los días, no solo los domingos. Cuando venimos delante de Dios con transparencia, él nos recibe con misericordia.
- Cristo nos ofrece refugio verdadero, no una cueva para escondernos La diferencia entre la falsa religión y la fe genuina está en dónde buscamos refugio. Los israelitas convirtieron el templo en una cueva donde esconderse de las consecuencias de su pecado, pero Cristo nos ofrece algo completamente diferente: él mismo es nuestro refugio verdadero. No vamos a él para esconder nuestro pecado, sino para que él lo quite completamente. No buscamos en Cristo una manera de seguir pecando con impunidad, sino el poder para vencer el pecado. Él no es una cueva de ladrones donde ocultamos nuestra maldad; él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. En Cristo no encontramos una religión que nos permita vivir una doble vida, sino una vida nueva que nos capacita para vivir en santidad. El refugio que él ofrece no es un escondite temporal, sino una morada permanente en su justicia.
Reflexión y oración
La tentación de usar la religión como escape en lugar de encuentro con Dios es antigua y persistente. Pero Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad, no religiosos que busquen refugio para su hipocresía. El templo verdadero no es un lugar donde esconderse del pecado, sino donde el pecado es confrontado y vencido por la gracia de Dios.
Señor, examina mi corazón y muéstrame si he convertido mi religión en una cueva donde esconder mis inconsistencias en lugar de un altar donde entregarme completamente a ti. Perdóname por las veces que he pretendido usar mi fe como una póliza de seguro en lugar de vivirla como una relación genuina contigo. No quiero ser de aquellos que usan tu nombre para cubrir su desobediencia. Ayúdame a vivir una vida integra donde mi adoración del domingo se refleje en mi obediencia del lunes. Que encuentre en Cristo no un refugio para mi pecado, sino el poder para vencerlo. Amén.