Devocional para el 11 de octubre

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Versículo base: «Aconteció, pues, que cuando Jeroboam, hijo de Nabat, oyó esto (estaba todavía en Egipto, porque había huido de la presencia del rey Salomón, y Jeroboam habitaba en Egipto), entonces Jeroboam dijo a su mujer: “Levántate ahora y disfrázate para que no reconozcan que eres la mujer de Jeroboam, y ve a Silo; el profeta Ahías está allí, el que me dijo que yo sería rey sobre este pueblo. Toma en tu mano diez panes, tortas y una vasija de miel, y ve a él. Él te dirá lo que ha de suceder al niño”» (1 Reyes 14:2-3, NBLA)

Cuando creemos que podemos engañar a Dios

Si eres padre, me imagino que alguna vez habrás jugado a las escondidas con tus hijos. No sé qué hay en ese tipo de juegos que les resulta tan llamativo a los niños. El punto es que uno siempre juega con una complicidad tierna. Ellos podrían jurar estar muy bien escondidos y uno finge que no los ve. No hay problema con eso si es un juego de niños. Pero la historia que leeremos hoy es de alguien que por alguna razón pensó que podía engañar a Dios, que podía esconderse y salirse con la suya. Y la verdad es que no hay nada tierno en el relato, más bien la vergüenza de un hombre que cosechó las consecuencias de su extravío.

Entendiendo el pasaje

Jeroboam era un hombre con una historia peculiar. Dios mismo lo había escogido para gobernar las diez tribus del norte de Israel después de la división del reino. El profeta Ahías le había anunciado que sería rey y que si andaba en los caminos de Dios, su casa sería establecida. Parecía el inicio de algo grande. Pero Jeroboam, una vez en el poder, hizo algo que marcó su reinado: por temor a perder el control político, estableció dos becerros de oro en Dan y Betel para que el pueblo no fuera a Jerusalén a adorar. Les dijo: «Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, Israel, que te hicieron subir de la tierra de Egipto». Llevó a toda una nación a la idolatría.

Ahora bien, años después su hijo Abías cayó enfermo. Y aquí está lo curioso: Jeroboam, que había rechazado a Dios, que había construido altares falsos, que había nombrado sacerdotes que no eran de la tribu de Leví, de repente recuerda al profeta Ahías. Pero no va él mismo. En lugar de presentarse con humildad ante el profeta, manda a su esposa disfrazada. Como si Dios fuera un inspector al que se le puede engañar con un buen disfraz. Como si el que conoce los corazones pudiera ser burlado con una actuación. La estrategia era ridícula: llevar regalos modestos, fingir ser otra persona, y conseguir una palabra favorable para su hijo enfermo. Quería los beneficios de buscar a Dios sin el costo de arrepentirse ante Él.

Tres verdades bíblicas

Dios no puede ser burlado

El profeta Ahías estaba ciego, tenía los ojos endurecidos por la vejez. Si el plan era engañar al profeta, técnicamente tenía sentido. Pero Dios le advirtió antes de que ella llegara: «La mujer de Jeroboam viene a consultarte acerca de su hijo». Cuando ella apenas cruzó la puerta, Ahías le dijo: «Entra, mujer de Jeroboam». El disfraz era inútil. ¿Cuántas veces intentamos hacer lo mismo? No con profetas, pero sí con Dios. Oramos con palabras bonitas mientras nuestro corazón está lejos. Vamos a la iglesia manteniendo pecados secretos. Cumplimos rituales religiosos esperando que Dios no vea lo que hacemos el resto de la semana. Pablo lo dice directo en Gálatas 6:7: «No se dejen engañar, de Dios nadie se burla». Puedes engañar a tu pastor, a tu cónyuge, a tus amigos. Pero a Dios no lo engañas. Él ve el corazón.

Es trágico cuando solo buscamos a Dios en la necesidad

Durante años Jeroboam gobernó sin buscar a Dios. Hizo lo que quiso, estableció su propio sistema religioso, vivió a su manera. Pero cuando su hijo cayó enfermo, ahí sí recordó que existía un profeta del Señor. Este patrón es común. Hay quienes viven como si Dios no existiera hasta que llega la crisis: una enfermedad, una pérdida, un problema financiero. Entonces sí abren la Biblia, entonces sí oran, entonces sí van a la iglesia. Pero Dios no es una ambulancia espiritual que llamamos solo en emergencias. Es el Señor de nuestra vida. Jesús dijo en Juan 15:5: «Separados de mí, nada pueden hacer». No «separados de mí en las crisis», sino en todo momento. La relación con Dios no se activa solo cuando la necesitamos. Debe ser la constante de nuestra existencia.

Sin arrepentimiento verdadero, las consecuencias de nuestros pecados nos alcanzarán

El mensaje que recibió la esposa de Jeroboam fue devastador. Ahías le dijo que el niño moriría en cuanto ella pusiera pie en la ciudad. Más aún, que toda la casa de Jeroboam sería destruida. ¿Por qué? Porque Jeroboam había provocado la ira de Dios más que todos los que fueron antes que él. Había hecho dioses ajenos e imágenes fundidas. Y aunque buscó una palabra del profeta, nunca se arrepintió. Nunca quitó los becerros de oro. Nunca cambió su manera de vivir. Solo quería que su hijo se sanara, pero no quería cambiar su corazón. Las consecuencias de nuestros pecados no desaparecen con oraciones desesperadas si no hay arrepentimiento real. Dios es misericordioso, pero no ignora la impenitencia. No puedes seguir viviendo en rebelión y esperar que Dios bendiga tu vida porque oraste una vez en medio de la angustia. El arrepentimiento genuino implica cambio, no solo palabras bonitas en momentos difíciles.

Reflexión y oración

Dios conoce lo que hay detrás de tus disfraces. Ve más allá de tus palabras y rituales religiosos. No busques a Dios solo cuando tienes necesidad, búscalo cuando todo está bien también. Y si has vivido lejos de Él, no intentes negociar con oraciones estratégicas. Arrepiéntete de verdad. Dios no se impresiona con nuestras actuaciones, pero sí responde a corazones quebrantados y genuinos.

Padre, perdóname por las veces que he intentado engañarte, como si no vieras mi corazón. Perdona mi hipocresía, mi religiosidad sin cambio real. Perdona que solo te busque cuando tengo necesidad y te ignore cuando todo está bien. Ayúdame a vivir en arrepentimiento genuino, no solo en palabras sino en cambio verdadero. Que mi relación contigo no sea una estrategia para conseguir bendiciones sino una rendición completa a tu señorío. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Reyes 14, Colosenses 1, Ezequiel 44, Salmos 97-98

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.