Versículo base: «Asa hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, como su padre David… Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados; pero el corazón de Asa fue íntegro para con el SEÑOR toda su vida» (1 Reyes 15:11, 14, NBLA)
El lunar en la historia
La Biblia está llena de historias de hombres que sacrificaron cosas con el fin de agradar a Dios e hicieron grandes esfuerzos, pero a uno siempre le queda la sensación de que no todo es perfecto, de que falta algo. Siempre hay un punto negro en la taza de leche que daña lo que en principio nos parece tan dichoso. Y aunque es algo frustrante, es un aspecto positivo de la Palabra de Dios, pues nunca se pretende contar historias de superhombres sino de hombres comunes y corrientes, pecadores imperfectos, necesitados de un Salvador perfecto.
Esa es la historia de Asa, el quinto rey de Judá (contando a Saúl, David, Salomón, Roboam y Abiam), alguien de quien leemos hechos admirables pero que tuvo un lunar lamentable en su historia.
Entendiendo el pasaje
Asa era hijo de Abiam y nieto de Maaca. Su padre había sido un desastre moral y espiritual, pero Asa rompió ese patrón. Hizo lo recto ante los ojos del Señor, como su padre David. Quitó a los sodomitas de culto de la tierra, una forma pagana de adoración por medio de prácticas sexuales aberrantes, removió los ídolos que sus padres habían hecho, y hasta depuso a su abuela Maaca de su posición porque ella había hecho una imagen obscena para Asera. Asa cortó esa imagen y la quemó junto al torrente Cedrón. Su reinado contrastaba radicalmente con el del perverso Jeroboam en el reino del norte. Mientras el norte se hundía en la idolatría institucionalizada, Asa lideraba reformas en Judá.
Pero había un problema. El texto dice: “Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados”. Los lugares altos eran santuarios elevados donde se realizaban sacrificios. Originalmente algunos fueron usados para adorar al Señor antes de que existiera el templo en Jerusalén, pero con el tiempo se convirtieron en focos de sincretismo religioso. Allí se mezclaba la adoración a Jehová con prácticas paganas. Dios había sido claro: todo culto debía centralizarse en Jerusalén, en el lugar que Él había escogido. Los lugares altos representaban una religiosidad a conveniencia, donde cada uno adoraba como le parecía. No era un pequeño error. Era algo que debía ser quitado por completo, pero Asa, por alguna razón que el texto no explica, no lo hizo. Quizá por presión popular, quizá porque parecía algo menor comparado con la idolatría flagrante que había eliminado. Pero ahí estaba: una obediencia incompleta en medio de tantas reformas admirables.
Tres verdades bíblicas
La obediencia a Dios debe ser total, no a medias
Asa hizo muchas cosas bien. Quitó ídolos, depuso a su propia abuela, reformó el culto. Pero dejó los lugares altos. Y esa obediencia parcial tiene sus problemas. Es como cuando Israel entró a la tierra prometida y Dios les ordenó expulsar completamente a los cananeos. Pensaron que podían dejar algunos, que podrían convivir con ellos, que no era para tanto. Al final, esos mismos cananeos los terminaron destruyendo, arrastrándolos a la idolatría y causándoles sufrimiento por generaciones. La obediencia parcial no es obediencia. Es rebeldía disfrazada de compromiso. En tu vida, ¿qué es ese “lugar alto” que sabes que debería irse pero que mantienes porque parece inofensivo? Puede ser una relación que sabes que no honra a Dios, un hábito que justificas porque “no es tan grave”, o una práctica financiera cuestionable que mantienes porque “todos lo hacen”. Dios no pide obediencia conveniente. Pide obediencia completa.
Áreas de pecado en nuestra vida exigen que seamos radicales
El pecado tiene la facultad de camuflarse como algo imprescindible. Los lugares altos probablemente parecían inofensivos. “Son para adorar a Dios”, argumentarían algunos. “Siempre han estado ahí”, dirían otros. “¿Qué tiene de malo?”. Pero Dios veía el peligro que Asa no veía. Esos lugares eventualmente corrompieron a su hijo Josafat y a generaciones posteriores. Lo mismo pasa con nosotros. Hay pecados que nos convencemos de que necesitamos. “No puedo dejar esto porque me ayuda a relajarme”, “Esta relación es complicada pero no puedo estar solo”, “Necesito este trabajo aunque me pida comprometerme éticamente”. El pecado siempre se vende como necesario. Jesús fue radical con esto. Dijo: “Si tu ojo te hace pecar, sácalo”. No estaba llamando a automutilación literal, sino a medidas drásticas contra el pecado. Asa debió haber sido radical con los lugares altos. Tú y yo debemos ser radicales con lo que sabemos que nos arrastra lejos de Dios. No negocies con el pecado. Elimínalo.
Solo hay uno que fue perfecto en todo, y en Él debemos confiar
Aquí está la tensión hermosa del texto: “Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados; pero el corazón de Asa fue íntegro para con el SEÑOR toda su vida”. Asa no fue perfecto. Tuvo fallas. Pero su corazón era íntegro. Dios distingue entre un corazón que le busca sinceramente aunque falle, y un corazón rebelde que no le importa obedecerle. Es cierto que en este mundo enfrentamos una lucha. Es posible que no lleguemos a ser perfectos en todas las cosas, pero debemos ser hallados en el camino de esa perfección. Debemos estar lidiando con nuestro pecado, no justificándolo. Pero esas debilidades y flaquezas deben impulsarnos a confiar en el único que fue perfecto en todo y sin pecado: Jesucristo. Él nunca dejó “lugares altos”. Obedeció completamente. Y su justicia perfecta nos cubre. No uses la gracia como excusa para la mediocridad espiritual, pero tampoco te hundan en la desesperación tus fallas. Que te empujen a Cristo, quien es tu justicia.
Reflexión y oración
Dios no te pide perfección inmediata, pero sí te pide un corazón íntegro que no negocie con el pecado. Identifica esos “lugares altos” en tu vida, esas áreas donde has sido obediente a medias. No los subestimes. Sé radical. Y cuando falles, corre a Cristo, quien fue perfectamente obediente por ti.
Señor, te pido perdón mi tendencia a negociar contigo, a justificar pecados porque parecen menores o necesarios. Ayúdame a ser radical con lo que sé que debo quitar de mi vida. Dame un corazón íntegro como el de Asa, pero también dame la gracia de descansar en la justicia perfecta de Cristo cuando fallo. Que mi vida no se conforme con obediencia parcial sino que busque agradarte en todo. Amén.