Versículo base: «Todo lo que respira alabe al SEÑOR. ¡Aleluya!» (Salmo 150:6, NBLA)
La razón de nuestra existencia
Hay momentos en la vida donde nos preguntamos para qué estamos aquí. Qué sentido tiene levantarnos cada mañana, trabajar, relacionarnos, luchar contra las mismas tentaciones, enfrentar los mismos problemas. En esos momentos de vacío existencial, tendemos a buscar respuestas en logros profesionales, en relaciones, en experiencias, en cualquier cosa que nos dé la sensación de que nuestra vida tiene propósito. Pero el Salmo 150 nos da la respuesta más directa y simple a esa pregunta fundamental: existimos para adorar a Dios. Esa es nuestra razón de ser, nuestro destino eterno y nuestro privilegio más grande mientras tengamos aliento.
Entendiendo el pasaje
El Salmo 150 es la gran final del libro de los Salmos. Es significativo que después de 149 salmos que incluyen lamentos, quejas, súplicas desesperadas, confesiones de pecado y luchas profundas del alma, el salmista termine con esta explosión de adoración pura. No hay peticiones aquí, no hay quejas, no hay circunstancias difíciles que procesar. Es simplemente una invitación universal a la adoración.
El salmo comienza con “Aleluya” y termina con “Aleluya”, enmarcando toda la composición en alabanza. La estructura es simple p: dónde adorar (en su santuario y en el firmamento), por qué adorar (por sus obras poderosas y su excelente grandeza), cómo adorar (con toda clase de instrumentos y expresiones), y quién debe adorar (todo lo que respira). El sentido de este pasaje es que la adoración no es una actividad opcional para los momentos en que nos sentimos bien, sino la respuesta natural y necesaria de toda criatura viviente ante su Creador. Es el propósito para el cual fuimos diseñados y la actividad que define nuestra existencia.
Tres verdades bíblicas
- Si respiras, tienes la responsabilidad de adorar El versículo final es categórico: “Todo lo que respira alabe al Señor.” No dice “todo el que tenga ganas” o “todo el que esté pasando por un buen momento.” Dice todo lo que respira. Si tienes aliento en tus pulmones, tienes la capacidad y la responsabilidad de adorar a Dios. Esto significa que la adoración no depende de tus circunstancias, de tu estado de ánimo, o de si las cosas te van bien. Depende únicamente de que estés vivo. Cada respiración es un regalo de Dios que te capacita para cumplir tu propósito principal. Cuando sientes que no tienes nada que ofrecer a Dios, recuerda que mientras tengas aliento, tienes lo necesario para adorarlo.
- La adoración se basa en quién es Dios, no en cómo te sientes El salmista da dos razones específicas para adorar: “por sus obras poderosas” y “conforme a su excelente grandeza.” Estas son verdades objetivas sobre Dios que no cambian según tu estado emocional. Sus obras poderosas incluyen la creación, la redención, su providencia diaria en tu vida. Su excelente grandeza habla de sus atributos eternos: su santidad, su amor, su justicia, su misericordia. Cuando no tienes ganas de adorar, cuando las circunstancias son difíciles, cuando tu fe se siente débil, puedes adorar basándote en estas verdades inmutables. Dios sigue siendo digno de alabanza porque él no ha cambiado, aunque tú sí te sientas diferente.
- La adoración verdadera involucra todo tu ser El salmo menciona trompetas, arpas, liras, panderos, danza, instrumentos de cuerda, flautas. Esta variedad de instrumentos y expresiones nos enseña que Dios merece nuestra creatividad, nuestras emociones, nuestro cuerpo, nuestra mente. La adoración bíblica no es una actividad puramente intelectual ni puramente emocional. Involucra todo lo que somos. Tu trabajo puede ser adoración cuando lo haces para la gloria de Dios. Tus relaciones pueden ser adoración cuando reflejan el carácter de Cristo. Tu manera de hablar, de gastar tu dinero, de usar tu tiempo, todo puede convertirse en adoración cuando reconoces que todo lo que tienes viene de él y existe para su gloria. No separes tu vida en compartimientos sagrados y seculares. Todo lo que hagas, hazlo como para el Señor.
Reflexión y oración
La adoración no es algo que agregas a tu vida; es la lente a través de la cual debes ver toda tu vida. Cada respiración es una oportunidad de cumplir tu propósito principal. Cada día es una nueva invitación a reconocer la grandeza de Dios y responder con alabanza. No esperes a sentirte bien para adorar; adora porque Dios es bueno.
Padre, reconozco que existo para adorarte. Perdóname por las veces que he buscado propósito en otras cosas y he relegado la adoración a momentos específicos o estados de ánimo particulares. Ayúdame a vivir cada día como una ofrenda de alabanza a ti. Que mi trabajo, mis relaciones, mis palabras y mis acciones reflejen que entiendo por qué estoy aquí. Gracias por el privilegio de conocerte y por darme aliento para poder alabarte. Que mi vida entera sea un “Aleluya” continuo. Amén.