Devocional para el 15 de septiembre

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Versículo base: «Pasado el luto, David mandó traerla a su casa, y ella fue su mujer; y le dio a luz un hijo. Pero lo que David había hecho fue malo a los ojos del Señor» (2 Samuel 11:27, NBLA)

El pecado que pensaste ocultar

Esta es quizás una de las historias más dramáticas que podemos encontrar en la Biblia. ¿Cómo es que un hombre conforme al corazón de Dios, que componía salmos tan hermosos en sus más profundas angustias y que libró guerras tan extraordinarias viendo el respaldo del Señor, termina cayendo de manera tan estrepitosa? La historia de David y Betsabé es una radiografía completa del pecado. De lo que comienza con necedad, se practica con malicia y termina trayendo las peores consecuencias.

El pecado no es inocente y nadie cae de repente. Este pasaje nos permite ver esa realidad de primera mano. David no despertó una mañana decidido a destruir su legado. Fue un proceso gradual, una serie de decisiones aparentemente pequeñas que lo llevaron al abismo moral más oscuro de su vida.

Entendiendo el pasaje

El capítulo 11 marca un punto de inflexión en la vida de David. Viene precedido por una serie de victorias militares espectaculares. Israel está en su apogeo, las fronteras están seguras, y David es respetado por amigos y temido por enemigos. Pero hay un detalle revelador en el primer versículo: “En la primavera, en el tiempo cuando los reyes salen a la guerra… David se quedó en Jerusalén”. El rey guerrero decide quedarse en casa mientras sus hombres pelean sus batallas.

El texto nos presenta una línea de tiempo del descenso de David que es escalofriante en su progresión. Primero, el ocio de una tarde (“se levantó de su lecho”). Luego, la mirada que se detiene donde no debe (“vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando”). Después, la indagación calculada (“David envió a preguntar por aquella mujer”). El adulterio consumado (“David envió mensajeros y la tomó”). El intento de encubrimiento llamando a Urías del frente de batalla. La manipulación cuando Urías se niega a ir a su casa. El emborrachamiento deliberado de un soldado fiel. Y finalmente, cuando todo falla, el asesinato premeditado disfrazado de casualidad de guerra.

Lo más perturbador es el endurecimiento progresivo del corazón de David. Cada pecado requiere uno mayor para encubrirlo. Cada mentira necesita tres más para sostenerse. El hombre que una vez perdonó la vida de Saúl cuando pudo matarlo, ahora orquesta la muerte de uno de sus soldados más leales. El versículo 27 es devastador en su simplicidad: David ejecutó su plan, se casó con la viuda, nació el hijo. Caso cerrado. Excepto por esas palabras finales que lo cambian todo: “Pero lo que David había hecho fue malo a los ojos del Señor”.

Tres verdades bíblicas

  1. Nadie cae de repente; casi todo pecado comienza con necedad No podemos saber qué había en el corazón de David el día que ocurrió esta tragedia, pero al ver la línea de tiempo uno puede llegar a ciertas conclusiones, y una de ellas es que su pecado no fue un accidente. Comenzó con el ocio de la tarde, una mirada curiosa, un mensaje para que la mujer de su soldado viniera a verle. En el camino tuvo múltiples oportunidades para detenerse. Pero así es el pecado: comienza con una pequeña cosa. Un mensaje de texto a una hora inadecuada, una llamada “inocente”, un saludo coqueto. Todos tenemos siempre la idea de que lo podemos controlar, que no es más fuerte que nosotros. Pero ¿quién puede abrazar fuego sin que su pecho se queme, o caminar entre brasas sin que sus pies ardan? No puedes jugar con el pecado. Tu única opción es huir.
  2. Es una mentira pensar que puedes esconder tu pecado exitosamente No sabemos cuánto tiempo pasó, pero los cínicos intentos de David por esconder su falta mostraban que su entendimiento de quién es Dios era pobre en ese momento. Podrás tener éxito temporal delante de los hombres, pero tarde o temprano lo oculto saldrá a la luz. Jesús lo dijo claramente: no hay nada escondido que no haya de manifestarse. Si me escuchas hoy, ojalá puedas tener esto siempre presente: “El que encubre su pecado no prosperará”. Esto no es principalmente sobre economía, aunque el Señor puede traer disciplina financiera. El texto significa que nadie se saldrá con la suya. No pretendas ser más listo que David, y definitivamente no pretendas ser más listo que Dios. Él ve cuando crees que nadie mira.
  3. No hay pecado pequeño porque sus consecuencias siempre son devastadoras ¿Cuántas personas sufrieron por el pecado de David? Urías murió. Los soldados que fueron con él al frente para hacer creíble su muerte también murieron. Betsabé perdió a su esposo y luego a su primer hijo. Las consecuencias harían eco por años: la violación de Tamar, el asesinato de Amnón, la rebelión de Absalón, la guerra civil. El pecado hace egoísta a quien lo practica y lo ciega hasta el punto de no ver cómo daña a otros. Tu pecado secreto tiene víctimas públicas. En el nombre del Señor, escucha hoy su voz. Detente, no avances en tu pecado. No solo dañarás a otros sino que te destruirás a ti mismo. Arrepiéntete. David tuvo oportunidad de hacerlo – los Salmos 51 y 38 son confesiones desgarradoras de este pecado. Lloró amargamente, pero el Señor lo perdonó y lo restauró. Ven a Cristo hoy. Hay perdón en Él.

Reflexión y oración

David pensó que había ejecutado el crimen perfecto. Pero Dios estaba mirando. Siempre está mirando. La pregunta no es si tu pecado será descubierto, sino cuándo y cómo. La gracia está en confesar antes de ser expuesto.

Padre, confieso que como David, he pensado neciamente que puedo esconder mi pecado de ti. Perdóname por cada vez que he elegido el camino de la oscuridad creyendo que nadie ve. Dame la valentía de David para arrepentirme genuinamente, no solo lamentar las consecuencias. Líbrame de la progresión del pecado que endurece el corazón. Que tu Espíritu me detenga en los primeros pasos de la tentación, antes de que sea demasiado tarde. Gracias porque en Cristo hay perdón completo, incluso para pecados tan graves como los de David. Restaura en mí el gozo de tu salvación. Amén.

Lecturas del plan para hoy: 2 Samuel 11, 2 Corintios 4, Ezequiel 18, Salmos 62-63

*Lecturas del plan para hoy:

2 Samuel 11, 2 Corintios 4, Ezequiel 18, Salmos 62-63

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.