Devocional para el 16 de junio

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Versículo base: «Y oí otra voz del cielo, que decía: “Salgan de ella, pueblo mío, para que no Sen partícipes de sus pecados, ni reciban parte de sus plagas”» (Apocalipsis 18:4)

El funeral del sistema mundial

Ayer Juan nos desenmascaró a “Babilonia la Grande”, la gran ramera que simboliza el sistema mundial seductor, materialista y perseguidor. Hoy, en el capítulo 18, la escena cambia de la sala del tribunal al lugar de la ejecución. Escuchamos el anuncio de su caída y las reacciones completamente opuestas del cielo y de la tierra. Este es uno de los capítulos más dramáticos y relevantes de todo Apocalipsis, porque nos muestra el final inevitable de todo sistema que compite con Dios por nuestra lealtad.

Estamos todavía en el tercer y último ciclo de juicios, las copas de la ira, que son totales y definitivos. Lo que presenciamos aquí es el funeral completo del sistema de valores que domina este mundo caído.

Entendiendo el pasaje

El capítulo se abre con un ángel poderoso que ilumina toda la tierra y anuncia: “¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande!” Su colapso es tan seguro que se proclama en tiempo pasado. Esta es la razón de su caída: se ha convertido en habitación de demonios y ha embriagado a todas las naciones con el vino de su inmoralidad y materialismo desenfrenado.

Luego vienen mandato que para el pueblo De Dios “Salgan de ella, pueblo mío.” Este no es un llamado a emigración física, sino a separarse espiritual y moralmente de la “Gran Babilonia”. Dios llama a su pueblo a no comprometer su fe, a no adoptar las prácticas corruptas del mundo, a no amar el dinero, el poder y el placer como lo hace el sistema babilónico.

Queridos que me escucha, las cosas que vemos en este mundo no son inocentes. Siguen una agenda diabólica que se opone a Dios. No seamos ingenuos, esto e más que una guerra filosófica, estamos frente a una guerra inminentemente espiritual. Lo que está bombardeando a nuestros hijos, lo que nos esta vendiendo la televisión, la agenda de “ismos” que se promueven en medios sociales; nada de eso está pasando al azar y se identificará cada día más por lo que nuestra postura debe ser firme.

En el pasaje hay reacciones a la caída revelan el corazón de cada grupo. Los reyes, mercaderes y marineros lloran amargamente, pero no por justicia o compasión hacia las víctimas. Lloran porque su fuente de poder, riqueza y sustento ha desaparecido. Se quedan “de lejos”, temerosos de compartir su destino. Pero bien el contraste, y yo espero que estes siguiendo la lectura del capítulo, si no lo estás ahacendo, hazlo ahora mismo: mientras la tierra llora por pérdidas materiales, el cielo se regocija porque finalmente se ha hecho justicia.

Tres verdades bíblicas

  1. Dios te llama a salir del sistema de valores del mundo “Salgan de ella, pueblo mío” es el mandato central de este capítulo para ti. Esto significa evaluar honestamente qué tanto has adoptado los valores de Babilonia en tu vida diaria. ¿Tu seguridad, identidad o gozo dependen del éxito material, el estatus social o la aprobación del mundo? ¿la decisiones que tomas están influenciadas por lo que el mundo `persigue o por la fidelidad a Dios? En tu trabajo, cuando tienes que elegir entre la integridad y el avance profesional, ¿qué decides? En tus finanzas, ¿amas el dinero como lo hace el mundo? Salir de Babilonia significa que tus valores, prioridades y lealtades sean claramente diferentes a los del mundo.
  2. El mundo llora solo por lo que pierde, no por lo que está mal Los lamentos de los reyes, mercaderes y marineros son reveladores: ninguno llora por la justicia o por las víctimas de la opresión. Solo lamentan sus pérdidas personales. Esta es la naturaleza del corazón no regenerado: se preocupa más por lo que puede perder que por lo que está bien. Cuando veas crisis económicas, políticas o sociales, observa las reacciones. ¿Se lamenta la gente por la injusticia o solo por cómo los afecta personalmente? Tu corazón debe alinearse con el gozo del cielo por la justicia de Dios, no con el lamento egoísta del mundo.
  3. La justicia de Dios es motivo de gozo, no de tristeza Mientras la tierra llora, el cielo se regocija. ¿Por qué? Porque la caída de Babilonia es la vindicación de los santos perseguidos y la respuesta a la oración “¿Hasta cuándo, Señor?” Sin embargo, vemos que al final Dios hará justicia perfecta. Volvemos otra vez al gran tema de Apocalipsis y lo repetiremos cada vez que el texto nos lleve a ello: El sistema que oprime a los justos y persigue a la iglesia tendrá su día de rendición de cuentas. Esto debe darte esperanza en medio de la injusticia.

Reflexión y oración

Nuestra ciudadanía está en el cielo, no en Babilonia. Nuestros valores deben ser claramente diferentes. El Señor conoce a los que son suyos y debe apartarse de iniquidad todo el que invoca el Nombre del Señor. Es cierto que no podemos vivir en una burbuja, después de todo, seguimos en este mundo, pero no somos de él no nos rigen sus valores ni sus prioridades sino el hacer la voluntad de Dios.

Padre celestial, examina nuestros corazones y muéstranos las áreas donde hemos adoptado los valores de Babilonia en lugar de los tuyos. Danos valor para “salir” de ese sistema, para vivir con valores del reino en medio de un mundo que nos presiona a conformarnos. Ayúdanos a no llorar por las pérdidas materiales como llora el mundo, sino a regocijarnos por tu justicia como se regocija el cielo. Que nuestras lealtades sean claras: somos ciudadanos del cielo viviendo temporalmente en territorio enemigo. Ven pronto, Señor Jesús. Amén.

¡

*Lecturas del plan para hoy:

Deuteronomio 21, Salmos 108-109, Isaías 48, Apocalipsis 18

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.