Versículo base: «Mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal» (1 Pedro 3:17)
Cuando el bien que hacemos atrae sufrimiento
El 13 de marzo de 2020, Ellinor Grimmark y Linda Steen, dos enfermeras cristianas, recibieron una devastadora noticia: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos había rechazado su caso. Ambas profesionales habían sido negadas empleos como parteras en Suecia por su negativa a participar en abortos debido a sus convicciones. A pesar de estar perfectamente capacitadas y haber recibido formación financiada por el estado, se enfrentaron al dilema de abandonar sus principios o abandonar su profesión. Su lucha legal, que duró años y llegó hasta los más altos tribunales europeos dejándonos con la sensación de que actuar de acuerdo con lo que es considerado correcto por la Palabra de Dios no siempre encaja bien en este mundo que se opone a Su Verdad.
Entendiendo el pasaje
Hemos estado viendo en los últimos devocionales el viento que el apóstol Pedro le da a los cristianos que padecen y cómo responder ante tales sufrimientos y al ser rechazados por causa de su fe. Los hermanos estaban experimentado calumnias, acusaciones falsas y persecución, no por haber hecho algo malo, sino por ser seguidores de Cristo.
Pedro comienza esta sección con una nota de esperanza: “¿Quién los podrá hacer daño si son celosos por el bien?” No está diciendo que no experimentarán sufrimiento, sino que ningún padecimiento podrá dañar la esperanza del creyente. Nada puede separarnos del amor de Dios, ni siquiera la muerte. Luego introduce un concepto contraintuitivo: ser “bienaventurados” o dichosos cuando sufrimos por causa de la justicia. Esto hace eco directo de las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte (Mateo 5:10-12).
Tres verdades bíblicas
- El temor a Dios desplaza el temor a los hombres Pedro cita a Isaías 8:12-13 cuando nos dice: “No tengan temor de ellos ni se amedrenten, sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones”. Cuando enfrentas presión en el trabajo por mantener tus convicciones cristianas, o cuando temes las consecuencias sociales de tu fe, recuerda que sólo hay Uno a quien debes temer. Santificar al Señor en tu corazón significa darle el lugar supremo, reconociendo que su aprobación vale más que cualquier aceptación humana. Hoy mismo, cuando sientas ese impulso de ceder ante la presión, detente y recuerda: ¿A quién estás intentando agradar realmente?
- La buena conciencia es un escudo poderoso “Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de ustedes como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian su buena conducta en Cristo.” Tu integridad es un testimonio silencioso muy poderoso. Cuando mantienes una conducta irreprochable, las acusaciones eventualmente se revelan como falsas. No es fácil mantener la integridad cuando todos a tu alrededor toman atajos éticos. Pero esa integridad te permite dormir tranquilo por la noche, sabiendo que no has comprometido tus principios. Y cuando los rumores circulen o las críticas lleguen, tu vida intachable hablará más fuerte que cualquier defensa verbal.
- Cristo transformó el sufrimiento en victoria “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. Tu sufrimiento por hacer el bien te identifica con Jesús. Él experimentó el máximo sufrimiento injusto: murió siendo inocente para salvar a los culpables. Pero ese no fue el final de la historia. Fue “vivificado en espíritu” y ahora “está a la diestra de Dios”. Cristo hizo del mayor acto de injusticia la victoria más grande de todos los tiempos. Cuando sufres haciendo el bien, no estás solo; caminas el mismo sendero que recorrió tu Salvador. Y así como su sufrimiento culminó en gloria, el tuyo también lo hará.
Reflexión y oración
La paradoja cristiana es que a veces el camino hacia la bendición pasa por el valle del sufrimiento. No elegimos sufrir, pero cuando viene por hacer el bien, podemos encontrar consuelo sabiendo que estamos en buena compañía. Cristo mismo recorrió este camino antes que nosotros, transformando la injusticia en redención. Nuestra esperanza no está en evitar el sufrimiento, sino en vivirlo con la dignidad que viene de saber a quién pertenecemos.
Padre, reconozco que a veces temo más las críticas de los demás que tu desaprobación. Perdóname. Fortalece mi corazón para mantenerme firme cuando hacer lo correcto me traiga sufrimiento. Ayúdame a recordar que Cristo sufrió por mí, siendo completamente inocente, y que su sufrimiento se transformó en victoria. Dame una conciencia limpia y la valentía para defender la verdad con gentileza y respeto. Y cuando las acusaciones lleguen, que mi vida hable más fuerte que cualquier defensa. En el nombre de Jesús, amén.