Devocional para el 17 de agosto

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Versículo base: «Porque hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a aquello por lo cual estábamos atados, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el régimen viejo de la letra» (Romanos 7:6, NBLA)

La lucha que no debería existir

Después de fijar el fundamento de nuestra unión con Cristo y nuestra libertad del pecado en el capítulo 6, Pablo enfrenta la pregunta que probablemente muchos en Roma se estaban haciendo: «Si hemos muerto al pecado, ¿por qué sigo batallando con él? ¿Por qué lo deseo? Y si ya no estamos bajo la ley, ¿cuál es su propósito entonces?»

Son preguntas honestas que surgen de la experiencia cristiana real y él no esquiva estas inquietudes incómodas. En su característico estilo dialógico, escucha las voces de su interlocutor imaginario y responde con una de las secciones más personales e introspectivas de toda la carta. Este es Pablo poniendo la ley en su lugar correcto mientras explica la realidad del conflicto interno que todo creyente experimenta.

Entendiendo el pasaje

Pablo aborda la relación entre el creyente y la ley usando la analogía del matrimonio: cuando uno de los cónyuges muere, el otro queda libre para casarse con otra persona. De la misma manera, hemos «muerto a la ley» para poder «pertenecer a Cristo». Esto no significa que la ley sea mala, sino que su función ha cambiado radicalmente en la vida del creyente.

El sentido de este pasaje se vuelve complejo cuando Pablo cambia a primera persona en los versículos 7-25. Los estudiosos debaten si Pablo habla de su experiencia como fariseo antes de Cristo, de su lucha actual como creyente, o de un caso hipotético representativo. Sin embargo, el contexto sugiere que describe la experiencia de alguien creyente (esto lo sabemos por la referencia el verso 22 a alguien que se delata en Dios), que bien podría ser el mismo, que conoce la ley de Dios pero intenta obedecerla con sus propias fuerzas, sin el poder del Espíritu Santo.

Pablo explica que la ley es «santa, justa y buena», pero en nuestra condición caída se convierte en un revelador del pecado más que en un capacitador para la justicia. La ley dice «no codicies», pero esa misma prohibición despierta en nuestra naturaleza pecaminosa el deseo de codiciar. Es como decirle a un niño «no toques» algo; inmediatamente quiere tocarlo. La ley expone la rebelión que ya está en nuestro corazón.

La descripción «el bien que quiero hacer, no lo hago; y el mal que no quiero hacer, eso practico» suena al unísono con la experiencia humana en general, pero especialmente con la frustración de quien intenta agradar a Dios sin el poder del Espíritu. Pablo concluye este sección con un grito de desesperación seguido inmediatamente de esperanza: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro».

Entonces, podemos decir que Pablo no esta menospreciandola ley, algo que debía quedar claro a la gran facción de judíos que había en Roma, pero la está poniendo en el lugar correcto. No es el medio para hacernos justos, sino algo que revela nuestra necesidad de una lavador y que nos impulsa allá.

Tres verdades bíblicas

  1. La ley es buena, pero no fue diseñada para salvarte ni santificarte La ley de Dios es perfecta y refleja su carácter santo. Pero intentar usarla como medio de salvación o santificación es como usar un termómetro para enfriar la fiebre: está midiendo el problema, no solucionándolo. La ley te muestra cuán lejos estás del estándar de Dios, pero no te da poder para alcanzarlo. Si te encuentras luchando constantemente bajo condenación, verificando si estás cumpliendo suficientes reglas espirituales, o sintiéndote derrotado por tus fallos morales, es posible que estés intentando vivir bajo la ley en lugar de bajo la gracia. La ley hace su trabajo cuando te lleva a Cristo, no cuando te mantiene alejado de Él.
  2. El conflicto interno es real, pero no significa que no seas libre Si eres creyente y experimentas la lucha entre lo que sabes que es correcto y lo que realmente haces, no estás loco ni eres un cristiano de segunda clase. Esta tensión es parte de vivir en un cuerpo no redimido con una naturaleza redimida. La diferencia crucial es que ahora tienes la capacidad, a través del Espíritu Santo, de elegir la santidad. Antes de Cristo, eras esclavo del pecado sin opción. Ahora eres libre para obedecer, aunque la batalla sea real. No permitas que la realidad del conflicto te haga dudar de la realidad de tu salvación.
  3. Tu libertad del pecado es legal, no experiencial todavía Aquí está la clave para entender este capítulo: Pablo describe la experiencia de alguien que intenta vivir la vida cristiana sin el poder del Espíritu Santo, que será el tema central del capítulo 8. Legalmente, has muerto al pecado y estás vivo para Dios. Posicionalmente, eres libre. Pero experiencialmente, esa libertad se va manifestando progresivamente a medida que aprendes a andar en el Espíritu. No confundas tu posición legal con tu experiencia diaria. Cuando fallas, no significa que has perdido tu libertad; significa que no la ejerciste en ese momento. Tu identidad no está determinada por tu último fracaso sino por tu posición en Cristo.

Reflexión y oración

La ley revela, pero la gracia libera. La ley condena, pero Cristo salva. La ley muestra el problema, pero el Espíritu Santo da el poder. No estás destinado a vivir en la frustración de Romanos 7, sino en la libertad de Romanos 8. El conflicto es real, pero la victoria está asegurada.

Padre, gracias porque tu ley es buena y me muestra tu carácter perfecto. Perdóname por las veces que he intentado ganar tu favor a través de mis esfuerzos en lugar de descansar en la obra de Cristo. Ayúdame a entender que el conflicto interno no niega mi libertad, sino que la confirma al mostrarme que ahora tengo opciones que antes no tenía. Enséñame a caminar en el poder de tu Espíritu. En el nombre de Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 9, Romanos 7, Jeremías 46, Salmos 22

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.