Versículo base: «Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado» (Apocalipsis 19:7, NBLA)
Del aleluya a la batalla final
Ayer fuimos testigos del lamento egoísta del mundo por la caída de Babilonia. Hoy, en el capítulo 19, cruzamos al lado del cielo para escuchar su respuesta. Y la reacción no es un silencio sombrío, sino una explosión de alabanza que da inicio al glorioso acto final del drama de la redención: la victoria y la unión con nuestro Rey.
Con este capítulo entramos en un bloque nuevo y glorioso, el último segmento del libro donde veremos la victoria definitiva del Rey y la derrota de todos sus enemigos. El juicio de Dios sobre el mal no es un fin en sí mismo, sino el preludio que antecede la celebración de la redención y la manifestación del Rey victorioso.
No dejen de ver tampoco este contraste: Hemos terminado de ver el funeral de Babilonia; ahora presenciamos la boda del Cordero y la venida del Rey de reyes.
Entendiendo el pasaje
El capítulo se abre con una explosión de alabanza celestial: un cuádruple “¡Aleluya!” (que significa “Alaben a Yahvé”). El cielo se regocija porque los juicios de Dios son “verdaderos y justos”, no por la destrucción en sí, sino por la manifestación de la perfecta justicia que vindica a sus santos y purifica la creación del sistema que la corrompía.
La justicia de Dios abre el camino para el evento más esperado: “han llegado las bodas del Cordero.” Esta es la imagen más hermosa del Nuevo Testamento: la unión íntima, gozosa y eterna entre Cristo (el Esposo) y la Iglesia (la Esposa). La Esposa “se ha preparado” y su vestido es de “lino fino”, que son “las acciones justas de los santos.” Estas obras son la evidencia de una fe genuina, el fruto de la obra del Espíritu en nosotros, la prueba de que la salvación ya ha ocurrido.
Luego, hay un cambio de cámaras; el cielo se abre y Cristo aparece ya no como el Cordero inmolado, sino como el Rey Guerrero, Fiel y Verdadero. Esta descripción es impresionante, gloriosa: ojos de fuego, muchas diademas, un manto empapado en sangre. Se le llama “El Verbo de Dios”, así lo había identificado Juan en su Evangelio, el Logos de Juan 1:11. y su título definitivo está en su muslo: “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” Aquí ya no hay batalla, la bestia y el falso profeta son arrojados vivos dentro de un lago que arde con fuego y azufre.
Tres verdades bíblicas
- Los juicios de Dios son siempre motivo de alabanza El cielo estalla en “¡Aleluya!” por los juicios de Dios. Esto puede parecer extraño hasta que entendemos que la justicia divina es la base de toda esperanza verdadera. A veces pensamos que Dios solo puede ser alabado por su misericordia bondad, pero ser justo es también parte de su naturaleza y cuando la exhibe de manera tan contundente, Él es también digno de toda la alabanza. Su justicia perfecta garantiza que al final todo será puesto en orden.
- Estás siendo preparado para las bodas del Cordero La Esposa “se ha preparado” con vestido de “lino fino” que son las acciones justas de los santos. Los creyentes somos llamados a vivir en pos de ese día cuando el Señor aparezca por segunda vez. Esto es un recuerdo de los eventos presentados en Mateo, aquellas vírgenes que no prepararon sus lámparas en contraste con las precavidas que estaban listas y preparadas. No vivimos para este mundo, vivimos para el Señor
- Cristo regresa como Rey conquistador, no como víctima La imagen final de Cristo en Apocalipsis no es la del Cordero sangrante en la cruz, sino la del Rey guerrero con ojos de fuego y el título “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” Una de las cosas que hemos enfatizado en esta serie de devocionales es la necesidad de recuperar la imagen bíblica del Cristo glorioso y victorioso en lugar del retrato lúgubre que nos dejó la edad media, un Salvador débil, como si no hubiese conquistado los poderes de la muerte. El Señor vendrá en Gloria lleno de esplendor y ese es el Dios que camina con nosotros, que murió por nosotros y nos llevará a Su Gloria.
Reflexión y oración
El capítulo 19 nos muestra la culminación gloriosa del plan de Dios: justicia perfecta, unión íntima con el Cordero, y victoria absoluta del Rey. Veamos que el final de la historia no es juicio, sino celebración. Eso es Apocalipsis, un libro de celebración y esperanza. Todo el sufrimiento, toda la injusticia, toda la maldad que vemos hoy es temporal. Lo que es eterno es nuestra unión con Cristo y Su Reino perfecto.
Rey Jesús, nuestros corazones se unen al “¡Aleluya!” del cielo por tu perfecta justicia. Gracias por prepararnos como tu Esposa, tejiendo nuestro vestido de bodas con cada acto de fidelidad a ti. Ayúdanos a vivir hoy con la esperanza de las bodas del Cordero y la confianza de que regresas no como víctima, sino como Rey conquistador. Que nuestras vidas reflejen el gozo de quienes ya conocemos el final de la historia: tú eres y serás por siempre REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. ¡Ven pronto, Señor Jesús! Amén.