Devocional para el 18 de octubre

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Versículo base: «Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión degradante, como los gentiles que no conocen a Dios. Que nadie peque ni defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes les dijimos y advertimos solemnemente. Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación.» (1 Tesalonicenses 4:3-7, NBLA)

La pureza no es negociable

Tesalónica era una ciudad portuaria bulliciosa. El comercio, la cultura griega y la inmoralidad sexual iban de la mano. Los templos dedicados a dioses paganos funcionaban también como centros de prostitución ritual. Para un tesalonicense, el sexo fuera del matrimonio no era visto como algo malo, era simplemente parte de la vida cotidiana, incluso parte de su “espiritualidad”. Ahora bien, estos creyentes habían abandonado los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. Habían permanecido firmes en medio de la persecución. Pablo celebró su fe en los capítulos anteriores. Pero permanecer firme en la doctrina no garantizaba victoria sobre el pecado sexual. Por eso ahora les escribe con claridad y sin rodeos: la santidad de sus cuerpos no es una opción.

Entendiendo el pasaje

Pablo acaba de recibir el informe de Timoteo: los tesalonicenses están firmes en la fe a pesar de la persecución. Pero Pablo sabe que la firmeza doctrinal debe ir acompañada de santidad práctica. Por eso en este capítulo pasa de la celebración a la instrucción. Les dice: sigan creciendo, abunden más y más en agradar a Dios. Y lo primero que menciona es la santidad sexual.

El término griego porneia que se usa en este texto es amplio. Abarca toda actividad sexual fuera del matrimonio entre un hombre y una mujer: fornicación, adulterio, prostitución, pornografía. Pablo no está dando sugerencias; está comunicando la voluntad de Dios. Fíjate en eso. No dice “sería bueno que”, sino “esta es la voluntad de Dios”. Cuando la Biblia dice que cada uno debe saber cómo “poseer su propio vaso en santificación y honor”, está hablando de controlar el propio cuerpo, de no ser arrastrado por pasiones como los que no conocen a Dios. Los gentiles veían el sexo como un apetito más, algo que simplemente se satisface. Pero para el creyente, el cuerpo no es neutral. El cuerpo importa porque ha sido comprado por precio. Y aquí está lo interesante: Pablo dice que pecar sexualmente no solo te afecta a ti, sino que “defrauda al hermano”. El pecado sexual deshumaniza, reduce al otro a un mero objeto de satisfacción personal. Nuestro texto está diciendo que la pureza sexual es un asunto de justicia, no solo de moralidad personal.

Tres verdades bíblicas

  1. Tu cuerpo no te pertenece, fue comprado por precio

Vivimos en una cultura que te grita desde todos los ángulos que tu cuerpo es tuyo y puedes hacer lo que quieras con él. Que la intimidad sexual es una preferencia personal mientras haya “consentimiento mutuo”. Pero esa no es la cosmovisión bíblica. El evangelio declara que fuiste comprado, redimido por la sangre de Cristo. Tu cuerpo es templo del Espíritu Santo. No tienes derecho a usarlo como te plazca. Dios tiene derechos sobre ti. Cuando te acuestas con alguien fuera del matrimonio, cuando consumes pornografía, cuando alimentas fantasías sexuales, no estás ejerciendo “libertad”, estás robándole a Dios lo que le pertenece. La pureza sexual no es principalmente para tu beneficio, es para la gloria de Dios y el testimonio del evangelio.

  1. La pureza es posible por el Espíritu Santo que mora en ti

Este texto no te está dando una lista de reglas imposibles de cumplir. Fíjate cómo termina el pasaje: “Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación”. Dios te llama a la pureza y te da el poder para vivirla. El mismo Espíritu que resucitó a Cristo de los muertos habita en ti. La batalla es real, las tentaciones son reales, pero el poder de Dios es mayor. No peleas esta batalla con fuerza de voluntad o técnicas de autocontrol. Peleas desde la victoria de Cristo. Él vivió en perfecta pureza sexual, nunca cedió a una sola pasión degradante, y ahora te da su Espíritu para que hagas lo mismo. Cuando la tentación llegue, y llegará, recuerda que no estás solo. Clama al Señor. Huye. Pide ayuda. El Espíritu está contigo.

  1. El pecado sexual deshumaniza al otro y ofende a Dios

“Que nadie peque ni defraude a su hermano en este asunto”. Este versículo es clave. El pecado sexual nunca es un acto aislado que solo te afecta a ti. Cuando usas a alguien para satisfacer tus deseos, lo estás tratando como un objeto, no como un ser humano hecho a imagen de Dios. Lo estás defraudando, robándole dignidad. Y no solo eso, estás ofendiendo a Dios mismo. Pablo dice que el Señor es “el vengador en todas estas cosas”. No es una amenaza vacía. Dios toma en serio el pecado sexual porque daña lo que él ama: personas hechas a su imagen. Cada vez que trivializas el sexo, cada vez que lo usas fuera de sus parámetros, estás pisoteando el diseño de Dios y dañando a otro ser humano. El sexo es un regalo hermoso de Dios, pero solo dentro del matrimonio. Fuera de esos límites, es pecado.

Reflexión y oración

Estamos en medio de una revolución sexual. El sexo se ha convertido en un ídolo. Pero tú has sido llamado a algo diferente. Has sido llamado a levantar la pureza como testimonio visible de la santidad de Dios en tu propio cuerpo. No te conformes a este siglo. Permanece firme. La pureza no es negociable. Es la voluntad de Dios.

Padre, Ayúdame a vivir en pureza, no por miedo al castigo, sino porque te amo y porque valoro a los demás como portadores de tu imagen. Dame fuerzas para huir de la tentación. Llena mi mente con tu verdad. Que mi vida sexual, o la falta de ella, sea un testimonio de tu santidad. Por el que vivió en pureza perfecta y murió para hacerme santo, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Reyes 21, 1 Tesalonicenses 4, Daniel 3, Salmo 107

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.